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Domingo, 30 de septiembre de 2012

HISTORIETA > EL INCREíBLE UNIVERSO DE LOS DIBUJOS DE DECUR

SALIR DE LA MELANCOLÍA

Puso una puerta de auto por minuto en la planta de Alvear de la General Motors pero terminó trabajando en un cíber, del que fue rescatado por una súbita pasión por la historieta. Desde Arroyo Seco, cerca de Rosario, Guillermo Decurges o sencillamente Decur, viene mostrando un mundo de fábulas y miniaturas absolutamente único en la historieta argentina actual, que acaba de encontrar su lugar en el libro Merci (De la Flor), las tapas de la revista Orsai y su primera muestra dentro del festival Viñetas Sueltas.

 Por Martín Pérez

Todas las cosas son pequeñas y tienen vida en Merci. Hay pajaritos almohada, un picnic de perros, escritorios con todos los recuerdos de una vida guardados en cada cajón, hombrecitos capaces de mandarse por carta a su amada, y un mundo entero dibujado en acrílico, con humor y melancolía. Merci es el primer libro de Guillermo Decurges, que vive y dibuja en Arroyo Seco, una localidad ubicada a media hora de Rosario. Las últimas noticias que llegan desde la tierra de Decur cuentan que Lionel Messi acaba de comprarse una casa ahí, cerca del río. Para el conocedor de los dibujos que Decur ha ido subiendo a su blog desde que decidió dejarlo todo para dedicarse a dibujar, es imposible no fantasear con un Messi perdido en sus pinturas. Un pequeño genio sumado al picnic con su pelota, guardando recuerdos en los cajones de un escritorio enorme, mandándose por carta a su amada, ¿por qué no? Messi como una maravilla más en el particular universo de Decur, el dibujante que reinventó su vida dibujo a dibujo. Antes de ganarse la vida dibujando, Decur trabajó en un cíber de Arroyo Seco, ganando apenas para pagar el teléfono y la tarjeta. Antes del cíber, su trabajo era colocar una puerta de Corsa por minuto, en la planta que General Motors tiene en Alvear. Y antes, cuando dejó de estudiar, a los quince años, tuvo que ayudar a su padre en sus trabajos de albañilería. Pero lo que el pequeño Guillermo había querido ser era médico. Aunque más que nada por los dibujos anatómicos del cuerpo humano. Ahora se dedica a investigar en las entrañas de su mundo, viñeta a viñeta, ante la mirada incrédula de su padre, que se emocionó cuando su hijo consiguió su puesto fijo en General Motors, en el 2003. Y se entristeció tres años más tarde, cuando lo despidieron. Guillermo no podía poner más puertas, su cuerpo no se lo permitía. El trabajo no le gustaba y el cuerpo le fue avisando. Hasta que, por no prestarle atención, ya no le respondió más. Deprimido, se encerró en un cuarto arriba de la casa de sus padres, del que sólo salía para trabajar en el cíber. Hasta que un día, lo ha contado muchas veces Guillermo, vio un programa en la televisión donde apareció Liniers, el dibujante. Averiguó todo sobre él a través de Internet. Y al día siguiente se fue a Rosario y se compró todos los libros que pudo conseguir. Guillermo se había pasado su infancia dibujando, pero lo más cerca que había estado del mundo de la historieta era cuando iba al dentista, y se quedaba mirando las páginas de Quino y Caloi en las revistas de la sala de espera. Decidió volver al dibujo y colgar sus trabajos en Internet. Abrió un blog, decur.blogspot.com. De a poco, esa ventana a su mundo empezó a dar señales de vida. Otro dibujante inspirado por Liniers, Kioskerman, lo invitó a publicar en su blog. Una revista cordobesa, La Murciélaga, lo publicó por primera vez en papel. Y la primera vez que cobró por su trabajo fue cuando una pareja de Buenos Aires se hizo el viaje en auto hasta Arroyo Seco para comprarle un par de dibujos. Con esa plata, cuenta, se compró unas zapatillas y unos pantalones y le dio el resto a su padre. Desde el primer dibujo del blog han pasado tres años y un libro, publicado por Editorial de la Flor, actualmente agotado. Al presentarse ante la gente de la revista Orsai, para la que este año está dibujando sus tapas, Decur resumió su presente en tres palabras: Rosario, Editorial de la Flor, ganas. Actualmente prepara una novela gráfica, tiene otro libro listo para una editorial española, y colabora con Fierro. Admirador de Liniers, obvio, pero también de Jorge González y Max Cachimba, Decur es un personaje atípico, un fabulista bizarro, miniaturista de precisión, con un extraño humor de otro tiempo, de otra época, de otro mundo. Cuenta que lo que hace con su plata es comprar elementos para sus dibujos y libros de otros dibujantes. Sueña con sumar ladrillos arriba de la casa de sus abuelos y construir ahí su propio hogar. Pero por ahora sigue en el cuarto de la casa de sus padres, donde empezó por primera vez a dibujar. Asegura que aún tiene que ponerse al día, leyendo historietas y muchas otras cosas. Casi se disculpa, señalando que viene de una cultura obrera, con poco vocabulario. “No es que no esté orgulloso de eso, pero es que hay tantas palabras bonitas”, se maravilla. Dice que sus padres recién ahora están entendiendo qué es lo que hace con sus dibujos. Porque se les acercan para elogiar el trabajo de su hijo. Porque, al menos, ya no lo ven deprimido como cuando sufría sus trabajos anteriores. Pero el dibujo aún no está a la altura de la General Motors, al menos para un obrero como su padre. Tal vez para eso deberían acompañarlo a alguna de las invitaciones que no deja de recibir, para que acompañe sus dibujos. Acaba de volver de Colombia, por ejemplo, donde estuvo presentando su libro. Pero dice que si sus padres viajasen con él, le sería difícil hablar en público. Ni siquiera él, confiesa, está muy acostumbrado a este cambio de vida. De todos los proyectos que Decur tiene por delante, siempre con un pincel en la mano, el más inmediato es la inauguración de su primera muestra porteña, en la librería La Musaraña, dentro del festival Viñetas Sueltas. Allí expondrá algunos trabajos incluidos en Merci y las tapas que ha dibujado para la revista Orsai. En la inauguración, apunta, estará presente Liniers, el dibujante que lo ayudó a salir de esa cama, de ese cuarto, de esa vida. Y le permitió imaginar un nuevo mundo en el que puede ser feliz, lejos del cíber, de una puerta de Corsa por minuto. Un nuevo mundo todo suyo, ahí nomás, en la punta de su pincel.


La muestra El color de mi sueño se inaugura el viernes 5, a las 19, en La Musaraña, José María Paz 1530 (Florida).

El festival Viñetas Sueltas comienza hoy y dura hasta el sábado 6 en el Malba y diversos cafés y librerías porteñas.

El cierre se llevará a cabo en Tecnópolis, el sábado 6 y domingo 7. Toda la programación en vinetas-sueltas.com.ar

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