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Domingo, 25 de noviembre de 2012

La perra bajo el piano

 Por Fiona Apple

Son las seis de la tarde del viernes y les estoy escribiendo a unos pocos miles de amigos a los que aún no conozco.

Les escribo para pedirles que cambiemos nuestros planes y nos encontremos un poco más tarde. Este es el motivo.

Tengo una perra, Janet, que lleva casi dos años enferma; un tumor ha estado alojándose en su pecho, creciendo lentamente desde entonces. Ya tiene casi catorce años. Ella se vino a vivir conmigo cuando tenía cuatro meses. Yo tenía entonces 21, ya era oficialmente una adulta, y ella era mi hija.

Janet es una pitbull, y la encontraron en Echo Park con una soga alrededor del cuello y mordidas en sus orejas y en la cara.

Ella era el perro que los perros salvajes usan para inflar la confianza de los contendientes.

Ahora tiene casi 14 años y nunca la vi empezar una pelea, ni morder, siquiera gruñir, así que puedo entender por qué la eligieron para ese papel tan horrible. Janet es una pacifista.

Janet ha sido la relación más consistente de mi vida adulta, eso es un hecho.

Hemos vivido en numerosas casas, y cambiamos un par de veces de familia, pero en realidad siempre fuimos nosotras dos.

Dormía en la cama conmigo, con la cabeza apoyada en la almohada, y aceptaba mi cara histérica cubierta de lágrimas en su pecho, abrazándome con sus patas, cada vez que yo me encontraba con el corazón roto o con el espíritu roto o simplemente perdida.

A medida que pasaron los años, me permitió asumir a mí el papel de hija cuando me dormía, con su barbilla descansando sobre mi cabeza.

Se tiraba bajo el piano mientras yo componía mis canciones, ladraba cada vez que trataba de grabar lo que fuera, y se quedó en el estudio conmigo todo el tiempo cuando grabamos mi último disco.

La última vez que volví de una gira estaba tan vital como siempre: está acostumbrada a que yo desaparezca durante unas cuantas semanas cada seis o siete años.

Tiene la enfermedad de Addison, lo que le impide viajar porque necesita inyecciones regulares de cortisol, ya que reacciona ante el estrés y la emoción sin las herramientas fisiológicas que a la mayoría de nosotros nos impiden entrar en un pánico literalmente de muerte.

A pesar de todo esto, se mantiene juguetona y divertida sin esfuerzo y recién hace tres años que dejó de comportarse como un cachorrito.

Es mi mejor amiga y mi madre y mi hija, mi benefactor, y es la única que me enseñó lo que es el amor.

No puedo ir a Sudamérica. No ahora.

Cuando regresé de la última parte de la gira norteamericana hubo una inmensa diferencia.

Ahora Janet ni siquiera quiere salir a pasear.

Sé que no está triste por envejecer o morir. Los animales tienen un instinto de supervivencia, pero no conocen la vanidad ni entienden la mortalidad. Es por eso que están tanto más presentes que la gente.

Pero yo sé que está acercándose al punto en que dejará de ser un perro y, en su lugar, será parte de todo. Estará en el viento y en el suelo y en la nieve y en mí, adonde sea que yo vaya.

No puedo abandonarla ahora así nomás, por favor compréndanlo.

Si vuelvo a irme, temo que se muera y no tener el honor de cantarle hasta que se duerma o acompañarla hasta la salida.

A veces me lleva veinte minutos elegir con qué medias irme a la cama.

Pero esta decisión es instantánea.

Estas son las elecciones que hacemos, las que nos definen.

No voy a ser la mujer que pone su carrera por delante del amor y la amistad.

Soy la mujer que se queda en casa y hornea pescado para mi más vieja y querida amiga.

Y que la ayuda a que se sienta confortable y segura e importante.

Somos muchos los que tememos la muerte de un ser querido. Es la horrible verdad de la vida, que nos hace sentir aterrados y solos.

Quisiera que pudiéramos apreciar también el tiempo que yace justo al lado del fin del tiempo.

Yo sé que en sus últimos momentos tendrá el más sobrecogedor conocimiento de ella, de su vida y de mi amor por ella.

Necesito hacer todo lo que esté a mi alcance para ello.

Porque será la experiencia más hermosa, más intensa y más enriquecedora que haya conocido en mi vida. Cuando ella muera.

Así que me quedo en casa y la estoy escuchando roncar y respirar con dificultad, y deleitándose en el aliento más fétido que jamás salió de un ángel.

Y les estoy pidiendo su bendición.

Nos vemos.
Con amor,
Fiona

Esta es la carta que Fiona Apple dio a conocer la semana pasada al suspender la gira latinoamericana en la que presentaba su nuevo disco.

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