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Domingo, 2 de junio de 2013

CINE > EL JARDíN SECRETO, UN DOCUMENTAL SOBRE DIANA BELLESSI

La belleza del mundo

¿Cómo contar a una poeta, y especialmente a esta poeta, viajera, feminista, reflexiva? Los tres directores del documental El jardín secreto decidieron ir desde afuera hacia adentro: visitar con Diana Bellessi los tres espacios más importantes de su vida –el pueblo santafesino de Zavalla donde nació, la casa del Delta, donde se aísla y escribe, y la de Buenos Aires, donde pasa el resto del año– para ir encontrando la historia y la intimidad, en busca de ese punto en que la obra de la poeta pasa de lo personal a lo político.

 Por Mercedes Halfon

La imagen de un jardín muchas veces ha sido usada como metáfora de la poesía. Tal vez sea porque su práctica –el cuidado esmerado de flores, plantas y árboles que crecen de la mano del hombre– tenga más de un parecido con el de la lírica. Las palabras preexisten, igual que la naturaleza, pero su uso con un fin delicado y artificial es patrimonio de los poetas. “Ah, que la obstinación y la paciencia nos alcancen y lleguemos al silencio, al fondo de nosotros, donde se abre el jardín secreto”, dice el poema de Diana Bellessi que abre este documental. Los directores, Cristian Costantini, Diego Panich y Claudia Prado, pensaron además otras relaciones entre el jardín que nombra la película y la vida de esta poeta santafesina. Todo el documental es un recorrido por verdes espacios naturales donde ella se mueve entre campechana y amazona, y que sirven de disparo hacia otras direcciones, tal vez lejanas, pero igual de cruciales: los amores, los viajes, la militancia, la poesía, el pasado.

No hay que olvidar que la poesía de Diana, si bien guarda una relación con el pensamiento y las abstracciones –no por nada estudió Filosofía en la Universidad del Litoral–, es una poesía del mundo. Es allí donde Bellessi encuentra la belleza para imprimir en sus poemas; no con un afán descriptivo, no usándola de escenario para otra cosa, sino valorizando precisamente esa preciosa materialidad de lo real. Es ahí donde el documental encuentra su asunto. No en la cantidad de discípulos que la poeta alberga en sus talleres, no en sus merecidos laureles como la beca Guggenheim o el Premio Nacional ganado en 2011, sino en su relación con el mundo como material de sus poemas.

TRES ESPACIOS PARA ANDAR

Pero la pregunta esencial a la hora de pensar un documental que tiene como tema la vida de una poeta (y de esta poeta: viajera, feminista, pensadora) es cómo volver imagen eso que la constituye y que es eminentemente literario, escrito, si se quiere mental. De todos los caminos posibles, el trío de directores optó por ir de lo biográfico a lo topográfico: la vida de Bellessi (si dejamos de lado su etapa de errante juventud, entre el ’69 y el ’75, cuando recorrió a pie el continente) puede dividirse en tres grandes espacios naturales: su Zavalla natal, donde vivió infancia y primera juventud, la casita en el Delta del Paraná, donde se refugió en 1976, y que le permite hoy aislarse y escribir, y la casa de Buenos Aires, donde reside hace años. El film ingresa en la interioridad de la escritora a partir de estos exteriores y lo hace en tres etapas sucesivas. La narración del lugar y el registro de las rutinas que componen la vida de Diana ahí van dando el ritmo, la música del film, de la mano de la bella e increíblemente atinada fotografía de Leandro Listorti. Los directores explican: “Cuando se lee a un poeta, a una poeta en este caso, y también se tiene la oportunidad de conocerla, es posible ver en su vida cotidiana los mismos elementos que aparecen en los poemas y ahí, en el diálogo entre esas cosas que ya existen, parece que se armara algo nuevo. Nos gustaba la idea de trabajar con esas relaciones que veíamos”.

La película comienza con la voz de Diana sobre un fondo de árboles levemente movidos por el viento. No hay que olvidar que fue la misma Bellessi la que escribió un poemario llamado Tributo del mundo, y eso es la base de su gesto hacia la poesía: “El mundo se achata cuando no lo amás. Parece tener una sola dimensión. Y uno, claro, escribe cuando el mundo tiene múltiples dimensiones, y las historias son como cajitas chinas, que se abren una detrás de otra. No es el momento de la alegría sino el momento de la melancolía. Pero no de la melancolía enfermante sino de la que te deja ver la belleza del mundo. Esa melancolía es como un filo: acá hay un abismo y acá está la belleza que se puede escribir”. Mientras Bellessi explica eso, la cámara se pasea por el jardín de su casa citadina, atiborrado de plantas que ella riega, poda, observa.

El segundo espacio del film es Zavalla, el pueblo santafesino donde Bellessi nació. Aquí se multiplican, como reflejos en un cristal roto, los testimonios acerca de la poeta. Aparecerá su hermana contando anécdotas ridículas de la niñez, su sobrino con quien escucha rap infantil, su tía viejita, su amigo de la infancia que tiene un programa de radio donde lee poemas de Diana. Ella por su parte recorre las calles tibias y secas de Zavalla, lleva flores a la tumba de sus padres, lava lechuga con su hermana, mientras hablan del amor por el verde que les legaron sus padres.

El momento central del documental tiene lugar aquí. Bellessi lee en voz alta, en medio de la arboleda en la que están los restos de la chacra en la que trabajó su familia y de la que fueron echados en los ’60, durante el gobierno de Onganía, fragmentos de su obra completa Tener lo que se tiene (Adriana Hidalgo, 2009). El poema es una suerte de culto a sus raíces: allí, como en buena parte de su obra, lo personal se torna político y la historia de sus ancestros, que es también su historia, se torna parte del paisaje.

La lectura en un único plano fijo da lugar a uno de esos milagros que buscaba Rossellini en el cine: algo misterioso que tiene lugar frente a la cámara sin que nadie lo previera. El poema dura lo suficiente como para ver atardecer. Diana lee versos a su familia, en los restos materiales de la que fue su casa, hasta quedar en la oscuridad.

LA VOZ Y LOS DIBUJOS

Una de las particularidades del documental es la presencia de dibujos de Bellessi convertidos en animaciones de la mano de la artista visual Julia Masvernat. Se trata de dos series muy separadas en el tiempo: una de cuadernos de infancia de Diana con casitas, flores, niños, paraguas, gallinas con plumas de verdad y árboles con serpientes bíblicas; y la otra con dibujos actuales del Delta del Paraná hechos en la actualidad. Esos separadores bailarines terminan de dar el tono a la película, de un extrañamiento suave, que conecta a la Diana niña con la adulta, confirmando que la poesía no tiene edad y a su vez sugiriendo una cierta paradoja: la de una Diana niña muy adulta y una Diana adulta muy niña.

El contrapunto perfecto a la escena en que lee el largo poema a su familia se encuentra en el tercer espacio del film: la casita del Delta. Allí vemos una sucesión de planos en los que Diana escribe. Toma mate y escribe, fuma y escribe, escribe en computadora, escribe en cuadernitos. Incluso en estos momentos el silencio se interrumpe por su voz. Y esa voz es el hilo dorado que une todos los espacios y tiempos del film, que por momentos se configura en un poema concreto de su pluma y en otros simplemente despliega anecdotario. Costantini, Panich y Prado explican: “La poesía continúa siendo un género muy cercano a la lectura en voz alta. Los poetas leen sus poemas en público; los lectores muchas veces leen en voz alta los poemas. Queríamos hacer un documental sobre poesía en donde la voz fuese uno de los elementos protagónicos. Diana Bellessi, en particular, habla y lee de una forma que resulta inolvidable”.

Poemas que nacieron para ser leídos y escuchados, dibujos que se hicieron como reflejos del mundo, para terminar siendo, más tarde o más temprano, palabra. Eso hay en el documental El jardín secreto. Viajes por la superficie del paisaje, que también son viajes hacia adentro. Exactamente igual que los poemas de Diana Bellessi. Cierra ella: “En mí, la escritura ofició de empujarme lejos y afuera, y de traerme de vuelta”.

El jardín secreto se puede ver los jueves de junio a las 19.30 en el Centro Cultural de la Cooperación, Corrientes 1543.

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