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Domingo, 16 de junio de 2013

TODOS ESOS AÑOS DE FOTOS

 Por Bob Gruen

Cuando uno siente que tiene todo el tiempo del mundo para tomar fotografías, no se preocupa por los pequeños instantes. Uno no se precipita hacia la cámara para sacar la foto de alguien bebiendo café, porque lo ve bebiendo café todos los días. Siempre se puede dejar la foto para mañana, cuando la luz sea mejor, o cuando haya más tiempo. Así es como era para mí con John Lennon.

Conocí a John en 1971, poco después de que se mudara a Nueva York. Eramos amigos y vecinos, y durante nueve años yo fui su fotógrafo personal cuando necesitaba fotos para su familia, para un artículo, o para la tapa de un disco. Nuestra relación evolucionó rápidamente fuera del ámbito de lo laboral y entró en lo personal por lo que, a menudo voluntariamente, me abstenía de sacar fotos cuando sentía que sería muy invasivo de mi parte. Dejé pasar algunos momentos porque tan sólo estábamos sentados mirando televisión o tomando café, y yo no sabía cuán limitado sería nuestro tiempo juntos.

Ambos, John Lennon y Yoko Ono, poseían un gran sentido histriónico y la clara noción de que el trabajo que estaban haciendo era significativo. Querían un fotógrafo personal porque entendieron la importancia de que ellos mismos hicieran una crónica de sus propias vidas. Sabían que el mundo los observaba, y querían poder ejercer algún control sobre la imagen que presentaban. A través de su música y en las numerosas entrevistas que brindaron, expresaron ideas muy importantes para ellos; y querían que las fotos que las acompañaran fuesen fieles al espíritu de su mensaje. Confiaron en que el trabajo que hice fue en el mejor de sus intereses, y ésa fue una confianza a la cual jamás di motivo de cuestión.

Las fotos de John siempre han sido populares, quizá porque él compartía mucho de sí a través de ellas. Era abierto y expresivo, y lo que fuera que hubiese sentido en el momento que le tomaron la fotografía, podía percibirse en ella. Mirándolo en perspectiva, las fotos parecen trazar su evolución a través de los años.

A fines de los ‘70 tenía tantas fotos de John que mucha gente sugirió que hiciera un libro con ellas. Pero me parecía algo incompleto. Antes de su muerte, John planeaba una gira mundial para promover su álbum Double Fantasy, y yo iba a viajar con él. Sabía que en la gira habría conversaciones memorables y momentos desopilantes con John y Yoko. Pensé que todas las imágenes que había tomado hasta entonces eran tan sólo unas pocas comparadas con todas las que sacaría en los meses y años por venir.

Por supuesto, aquellas fotos jamás se hicieron. Sin embargo, afortunadamente, tengo nueve años de imágenes de John; años durante los cuales él experimentó un gran crecimiento y enormes cambios. Lo vi en su faceta más política, y también observé cómo enfrentó las críticas y los fracasos profesionales. Por momentos bebía mucho, y yo bebía con él. Se separó de Yoko y regresó con ella. Emergió de su “fin de semana perdido” de fiesta y humillación pública para reinventarse como padre responsable, marido y artista. Se enamoró de Nueva York. Estuve presente durante numerosas sesiones de grabación, conciertos, conferencias de prensa, comparecencias judiciales y eventos benéficos. También estuve en momentos más personales: caminatas reflexivas con Yoko, las primeras fotos de Sean (el hijo de ambos), cenas y fiestas de cumpleaños.

Aunque mis fotos no capturaron cada momento que pasamos juntos, me gusta pensar que el hecho de haber apagado la cámara algunas veces ayudó a que el John de verdad apareciera cuando la cámara estaba encendida. Me gusta pensar que mis fotos cuentan mucho sobre John y su vida en Nueva York.


Este es el prólogo del libro de fotos y recuerdos John Lennon, los años en Nueva York (Planeta), del fotógrafo Bob Gruen. Coincidiendo con la edición del libro, Gruen llegará a Buenos Aires para presentar la muestra del mismo nombre, integrada por 120 fotografías que estarán expuestas del 19 al 23 de este mes en el Centro Cultural Recoleta, Junín 1930. Gratis.

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Lennon posando ante Gruen con su famosa remera de New York, en agosto de 1974. La polaroid la sacó May Pang, la asistente de Yoko y John que devino en amante de Lennon durante su “fin de semana perdido”.
 
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