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Domingo, 7 de julio de 2013

FOTOGRAFíA > HISTORIA, MEMORIA Y SILENCIOS Y LA CASA: LAS FOTOS FAMILIARES DE LORENA GUILLéN VASCHETTI

Lo que ya es pasado

Un día de 2009, Lorena Guillén Vaschetti recibió un llamado de su madre. La noticia: que todas las diapositivas familiares estaban en la basura. La explicación: que todo eso ya era pasado. Docenas de carretes, cientos de copias y negativos ordenados y etiquetados: material perdido. Escondida, quedaba una sola caja de imágenes, la mayoría hechas por su abuelo, de vacaciones, mucho antes de que ella naciera. Y la artista decidió rescatarla para proyectar su historia y preguntarse cuál es el rol de la fotografía en la historia familiar en dos exhibiciones simultáneas y complementarias.

 Por Romina Resuche

Suele ser un momento de quiebre, una muerte o quizás una separación lo que dispara el reparto de ciertos bienes de valor relativo, personal, relacional, como las fotografías familiares. Ordenadas en álbumes, sueltas, recortadas, deseleccionadas, son parte de la repartija y las hereda el que tiene el lazo más directo, aunque tal vez las termina atesorando el más ligado a la fotografía o a la historia, cuando no recae causalmente en un mercado de pulgas.

Alrededor del álbum familiar y de aquellas fotos que aparentan documentar una acción, un suceso o un vínculo entre personas, existe hoy todo tipo de ideas y proyectos artísticos. Las obras y ejercicios que derivan de esos hallazgos no siempre se quedan en el mero uso del archivo y pueden incluir otros elementos que también conforman y reforman la descripción de una vida: postales, objetos, cartas, retratos de los retratos, fotos de fotos y hasta nuevas producciones. Los usos de la imagen, la mutación del soporte fotográfico y también la del concepto de familia, le dieron otras formas al registro fotográfico familiar, que ya no es tan común como objeto.

Algunos artistas eligieron ir a la referencia directa de sus archivos por herencia: María Alche con Fallas, Guadalupe Gaona con Pozo de aire o Inés Molina y Bárbara Oettinger con Yo les daré. Otros generaron obra tomando lo familiar como tema, produciendo álbumes creados para exteriorizarse, ensayos sobre el universo familiar desde adentro: Sally Mann retratando el día a día de sus hijos creciendo y Bjorn Sterri llevando un diario de la intimidad de sus seres amados. Pocos plantearon el antiálbum, como Richard Billingham con Ray’s Laugh –retrato despiadado de sus padres– o Leigh Ledare, mirando de cerca los pasos de su madre desnudista.

“¿Cuál es el rol de la fotografía en la historia familiar?”, se pregunta Lorena Guillén Vaschetti, una arquitecta rosarina que también dio pasos académicos hacia la antropología y tomó clases de foto en el International Center of Photography (ICP) de Nueva York. Como un despliegue de su múltiple formación y del proceso de reescritura de su origen, a partir de una única caja con diapositivas que sobrevivió al impulso de su madre de tirar todo, echó a rodar este proyecto.

Historia, memoria y silencios se mostró en varias ciudades del mundo, por partes y en distintas versiones. En su primera exhibición individual en Argentina, Guillén Vaschetti ocupa dos espacios de Buenos Aires simultáneamente, para mostrar planteos expositivos diferentes de una misma obra. Mientras en la fotogalería del Teatro San Martín hace una apuesta puramente fotográfica, en una vieja casona de San Telmo que funcionará como off site de la galería Nora Fisch, acondiciona la sala para permitir una experiencia epidérmica, no sólo visual, un contacto directo e íntimo con objetos que más que contar una historia, colaboran con un enigma.

La construcción de la memoria de un individuo y de un grupo de pertenencia depende del narrador y, posteriormente, del observador o nuevo narrador. El resultado de la nueva mirada de Guillén Vaschetti sobre ese material encontrado se materializa en re-tomas de la proyección desenfocada de las diapositvas, en silencios representados por negativos que no correrán la suerte de ser positivados y en una escultura de madera, la estructura de una casa con techo a dos aguas, que busca simbolizar la angustia de sentir que la felicidad es cosa de otros.

HISTORIA

Lorena y su madre son las únicas integrantes que quedan de una gran familia italiana. Convencida de que quitaba el peso del pasado de las espaldas de su hija, la madre la llamó un día para avisarle que había decidido deshacerse de todo el archivo fotográfico familiar. “Porque todo eso ya pasó”, le dijo. Ese fue el argumento de aquel acto de desapego radical. La hija alcanzó a recuperar una sola caja con algunas diapositivas sueltas, tubos metálicos contenedores, paquetes de negativos y pequeños trazos de papel que describían de algún modo un viaje o un evento.

Al igual que la tapa del foto-libro que resultó de este proyecto y que fue editado en Italia y Holanda, aquella caja era de color arena. Lo que contenía: un aparente recorte histórico de fines de los años ’60 a mediados de los ’70. La mayoría de las imágenes rescatadas eran tomas de, o hechas por, su abuelo. Mucho antes de que ella naciera. Composiciones casuales, fotogramas delicados, retratos de un ojo honesto e intuitivo.

Respetando la suerte de aquello que se perdió o fue tirado, el cúmulo de lo apartado o descartado le permitió revisitar lo que quedaba del pasado través de los objetos sobrevivientes. Guillén Vaschetti asegura que pudo haber construido muchas otras historias en base al mismo material y que recién al terminar las primeras fases de la obra logró ver que ésta mostraba el modo en el que vivía su familia.

Para ella, todo lo que no se sabe si ocurrió puede resignificar el presente y a los personajes que fueron parte del pasado. “Somos el resultado de lo que creemos que pasó”, señala. Cuando se le pregunta si acaso no siente curiosidad por ver lo no revelado, Guillén Vaschetti explica: “Las cosas grandes, importantes, no las voy a ver en una imagen”.

MEMORIA

La selección de diapositivas que la artista proyectó y re-fotografió son hermosos retratos informales de sus abuelos viajando. El ritual de la pareja era invitar a su gente querida una vez al año y mirar todo aquel material dispuesto en imágenes que devolvían paisajes y experiencias. Lorena no vivió ese tiempo. Cuando ella era pequeña su abuelo ya no veía bien y, por ende, no tenía la misma relación con la fotografía. Recién en 2009, la nieta pudo tomar contacto con lo que quedaba de ese caudal de imágenes.

“Si mi mamá no hubiera tirado esas diapositivas, seguramente yo no hubiera hecho este trabajo. Pero el peligro de perder lo último que me quedaba me hizo decir: esto es mío, me lo construyo yo, aunque sea con poquito”, confiesa la artista.

Aunque escaso, el material tuvo su efecto, fue aprovechado en coincidencia con la idea de Guillén Vaschetti: “Antes se guardaban algunas fotos, las de cuando alguien se casaba por ejemplo, pero ahora tenemos millones que tal vez nadie va a ver. No hay filtro, no hay una selección para construir memoria, es una montaña que por ser tanto no es nada”, remarca.

Con la parte sin abrir, los atados de diapos y las latitas con película, Lorena simbolizó lo dudoso, lo silenciado, y a su vez dice haber construido su propia historia asumiendo que algunas alegrías están encerradas ahí. “Hay momentos mágicos que no están fotografiados. Quiero pensar que eso está en algún lugar, que está en esos negativos, y así hacer alusión a lo que normalmente no se fotografía”, dice.

SILENCIOS

Guillén Vaschetti considera que en la arqueología de la memoria cada objeto ayuda a construir lo que está en el medio. Confiando en la cualidad orgánica de la memoria de cambiar permanentemente, decidió entonces mostrar los objetos cerrados, como los halló, para dejar que quien los vea arme la pregunta desde sí mismo. “Prefiero esos objetos como símbolos para tener algo concreto de donde agarrarme y decir que hay mucho que no sé. Verlo físicamente en esa lata cerrada a mí me alivia”, concluye.

El investigador colombiano Armando Silva señala en su libro Album de Familia, La imagen de nosotros mismos, que el álbum es una de las tácticas de la mujer para hacer del otro, de su entorno familiar, su silenciosa conquista ante el paso del tiempo. Dice que el álbum, como la casa, es de la mujer, y que fue hecho para ser contado, hablado.

Guillén Vaschetti no heredó, ni armó un álbum familiar, sino que se apropió de los retazos de registros anteriores a su existencia y evitó lo literal, evitó verbalizarlo. “Si está hablado pierde algo –afirma–. Me interesa más lo que no puedo terminar de ver.”

Con la escultura La Casa se completan los pasos dados sobre ese material rescatado y su reflexión. Esta simple construcción de madera emula un hogar, emana luz, puede sentirse su calidez interna, invita a habitarla. Pero no tiene ventanas, ni puertas. No se puede entrar.

Mirar aquello que se salvó, lo que se guarda, eso que se reservó a un ámbito privado, y compartir ese recuerdo personal o ese relato recibido desde otra lectura, resulta en un ejercicio curativo. Aceptando la acción de su madre para liberarla de todo lo que ya pasó, Guillén Vaschetti probó con la teorización de los objetos, la relativización del documento fotográfico y la post-producción.

Historia, memoria y silencios le permitió a su autora tener un presente distinto, según dice. Y como si de una casa se tratara, detalla que en el proceso aireó, sacó todo, lo volvió a acomodar, pintó y le sacó la humedad. “Ahora –reconoce–, el lugar de mi memoria está mucho más sano. Reescrito, re-construido.”

La casa
Galería Nora Fisch –off site–
Defensa 1008 esquina Carlos Calvo (San Telmo)
Jueves y viernes de 15 a 19 y sábados de 12 a 18
Del 29 de junio al 27 de julio de 2013

Historia, memoria y silencios
Del 2 de julio al 1º de septiembre
Fotogalería Banco Ciudad del Teatro San Martín
Av. Corrientes 1539
Lunes a viernes desde las 12
y fines de semana desde las 14

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