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Domingo, 21 de julio de 2013

CINE> EL DOCUMENTAL SOBRE MAURICIO KARTUN

TEATRO ENCARNADO

Kartun, el año de Salomé es una película atípica: no es un documental biográfico o cronológico sobre el dramaturgo, director y maestro de actores Mauricio Kartun, sino un registro sobre un período concreto: la preparación, escritura, ensayo y montaje de una obra, Salomé de la chacra, en 2011. Y al ocuparse de ese proceso y esa construcción logra capturar el mundo íntimo, el carisma, el universo creativo y el poder de oratoria de Kartun, además de conseguir lo casi imposible: filmar teatro.

 Por Mercedes Halfon

El teatro, como una flor silvestre que apenas robada de la planta que le dio origen se marchita sin remedio, es reacio a ser filmado. No hay vasito de agua que lo reviva. Es fugaz y muy necesitado de esa presencia simultánea de los que hacen y los que miran, en el mismo momento que sucede la acción. Tal vez por eso, la relación del teatro con el cine siempre ha sido un poco conflictiva. Difícil ver filmada una obra teatral sin que pierda toda su belleza y singularidad. Claro que hay casos en que esta dificultad pudo superarse con búsquedas muy específicas, como el caso de directores que filmaron sus propias obras como Peter Brook. O extrañas versiones de las obras en escenarios naturales, como realizó Ariane Mnouchkine. Del mismo modo, Kartun, el año de Salomé, podría pensarse dentro de esas variantes que logran trampear los dos lenguajes para llegar a un formato híbrido y especial. Aquí el teatro logra entrar en el formato pantalla plana sin hacer ninguna salvedad. O tal vez sólo una: en rigor no se trata de la filmación de una pieza dramática, sino de los preparativos para llegar a ella. Una gran, gran excusa, para adentrarse en el universo creativo de una figura clave de nuestra escena como es Mauricio Kartun. Filmarlo a Kartun es filmar teatro, esté acodado en una mesa de conferencias, en una feria americana o en un sillón del living de su casa. Teatro encarnado y en estado natural.

AL MAESTRO CON CARIÑO

Kartun, el año de Salomé, es un documental sobre el presente. No intenta ir hacia atrás en el tiempo, ni narrar las diferentes etapas de la obra de este dramaturgo argentino. Se registra lo sucedido en un período concreto de su vida, mientras prepara, escribe, ensaya y monta Salomé de la chacra (2011), su última obra estrenada hasta el momento y la cuarta como director, después de La madonnita (2003), El niño argentino (2006) y Ala de criados (2009). Y a su vez todo lo que gira alrededor de eso: las reflexiones de Kartun sobre las fuentes de la creación dramática, la descripción de su método para la escritura, su forma de trabajo con los actores y hasta un milagroso hecho de inspiración (ligado a un guantecito rosa) que vemos entrar en escena como quien no quiere la cosa y luego llega a convertirse en una de las claves de la mencionada pieza.

Hay que decir que Mauricio Kartun, además de dramaturgo y director teatral, es maestro de dramaturgia hace más de veinticinco años. Hoy se podría afirmar que prácticamente no debe haber dramaturgo que no haya pasado por su taller. Casi todos los directores estrenados y exitosos –Daniel Veronese, Rafael Spregelburd, por citar dos ejemplos contundentes de las nuevas generaciones– alguna vez tomaron sus clases. Y alrededor de éstas hay también un pequeño mito. Kartun habla durante dos horas en continuado, en lo que podría llamarse pequeñas piezas teatrales didácticas (aunque nada que ver con Brecht) donde cada idea que quiere transmitir es contada a través de una imagen, o un ejemplo de la naturaleza, o una anécdota de su propia vida. Las clases de Mauricio Kartun son hermosos hechos escénicos porque él es de las personas que disfrutan de transmitir el conocimiento y que éste se propague como una plaga –de esto mismo habla él en el documental, la transmisión de la plaga de la dramaturgia– pero además porque se nota que disfruta mucho de estar ahí, desplegando su carisma y retórica, para un público que no puede sino quedar atrapado en sus palabras.

Aquí está, sin duda la médula de este documental: lograr darle un espacio y un tiempo cinematográfico al dramaturgo para desplegar ese poder de oratoria. Esté donde esté posada la imagen, la voz de Kartun suena clara, articulada, vehemente. Siempre describiendo las escenas o desplegando una reflexión paralela e inesperada.

UN BOSQUE QUE ES UN ESTADO

Entonces, mientras esa voz suena, vemos a Kartun pasearse en bermudas por un bosque –que después descubrimos que es también playa– donde hacha ramas, arrastra troncos, toma mate y lee a T. S. Elliot. Ese es su “sagrado estado de inutilidad” en el que emergen los procesos creativos. Es interesante verlo tan fuera de contexto, y sin embargo haciendo lo que hace tan bien: poner en palabras necesidades y situaciones bastante inenarrables como la búsqueda de la inspiración, el deseo de un lugar donde “sentir” o “contemplar una imagen interior” que luego acabará metida adentro de una obra de teatro. Además de plácidas, esas escenas de lluvias torrenciales sobre esa casa de veraneo, del dramaturgo caminando por la arena, de anotaciones en un cuadernito con lapicera de pluma mientras contempla la nada misma, vienen a escenificar parte de esa misma creación que Kartun explica una y otra vez. Como si por detrás del documental pulsaran las preguntas de todos y de siempre: ¿Qué es escribir? ¿Cómo se hace? ¿De dónde vienen las palabras? ¿Cómo hacer para escucharlas?

Luego, el ritmo se acelera y lo veremos en divertidos ensayos con Osqui Guzmán, Lorena Vega, Stella Galazzi y Manuel Vicente, trajinando en bambalinas durante una función, recorriendo los talleres del Teatro General San Martín (en busca del mentado guantecito rosado) e incluso dando sus famosas clases en su estudio en Villa Crespo. La intimidad con la cocina de la escritura ya se ha abierto para llevarnos hacia la marcha imparable de los acontecimientos: falta poco para ver Salomé en escena en la Sala Cunill Cabanellas en el Teatro San Martín.

En todo este proceso, el documental revela algunos aspectos desconocidos del dramaturgo que se van desplegando paralelos: toda su relación con la jardinería (“No hay cosa más tonta para contar que lo que se hace en el jardín”, dice. “¿Qué estás haciendo?.. y, trayendo en carretilla un camión de arena para cambiarle la pendiente al terreno... ¿Y para qué hacés eso? Y, para cambiarle la pendiente al terreno...”) pero que le permite reflexionar sobre las formas, lo arbitrario y lo deliberado; y el otro, su obsesión con las fotografías antiguas. Kartun es un avezado explorador de ferias de usados donde junta fotografías de época del Carnaval. Y su casa es un verdadero archivo de niños de cachetes coloreados y trajecitos españoles. Ambos elementos –lo natural, lo antiguo– después traspasan la barrera de ese tiempo ocioso y se mezclan con su poética de autor.

El modo en que la naturaleza crea formas y el modo en que una imagen del pasado puede conmovernos en su ternura, ridiculez o solemnidad, son sutiles claves que el documental entrega, ampliando lo que se conoce acerca del pensamiento de Kartun. Un dramaturgo inspirado que con las palabras hace cosas que pueden encontrar su forma perfecta en la pantalla, en una clase, en una máxima humorística que sobrevuela copitas de vino, o claro, en una nueva obra de teatro, de esas que siempre están por llegar.

Kartun, el año de Salomé se puede ver todos los jueves de julio a las 19 en la Sala Tuñón del Centro Cultural de la Cooperación, Corrientes 1543. O a partir de agosto en el Artecinema, Salta 1620.

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