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Domingo, 24 de agosto de 2003

TEATRO 1

Puro Tele Teatro

A razón de un capítulo por semana, Bizarra, una saga argentina, la nueva obra-fiesta de Rafael Spregelburd, trasplanta a la escena del Rojas la lógica seriada, cambalachesca y demencial de una telenovela de TV. Son diez episodios, cincuenta actores mal pagos en escena, un álbum de figuritas, un calendario erótico de gomería y una estética en la que Todo por dos pesos se abraza con el Manifiesto Comunista para explicarles a los niños qué es la lucha de clases.

Por Cecilia Sosa
Hija bastarda de la telenovela y el folletín del siglo pasado, Bizarra, una saga argentina, el nuevo experimento teatral de Rafael Spregelburd, nació con todo el propósito de convertirse en objeto de culto. Lo raro es que la sola exhibición del primer capítulo bastó para generar un público cautivo. Difícil de producir, difícil de seguir, el formato no registra antecedentes cercanos ni lejanos: una telenovela teatral en diez episodios, con cerca de cincuenta actores de alto nivel (cuyos cachets no superan las tres cifras), que continuará hasta noviembre a razón de un capítulo estreno por semana. Y al terminar, diez días de Bizarrra reloaded para capturar y convertir a los más reticentes. El proyecto amenaza con desarmar al selecto mundillo teatral porteño en una explosión de fans digna de un recital technopop. Para algunos, una pesadilla; para otros, la oportunidad de mostrar que el teatro también puede ser una fiesta.
Todo en Bizarra se apoya en fórmulas-cliché robadas al culebrón más clásico: desde el conflicto inicial –una hermana pobre y otra rica separadas al nacer para eludir el sino trágico marcado en el eclipse del nacimiento– hasta la música, esos jingles pegadizos del compositor Nicolás Varchausky y amigos. Pero hay algo más. Con el mismo formato melodramático y dicotómico de la telenovela, Bizarra devora a sus predecesoras y en una dialéctica empecinada y paródica ofrece un producto cargado de guiños y complicidades que apuntan en direcciones múltiples y contradictorias: Gran Hermano, Cha-cha-cha, Gasalla y Resistiré, pero también Berlín Alexanderplatz de Fassbinder y –por qué no– El manifiesto comunista.
¿Qué procedimiento escénico permite llegar a un resultado semejante? “Llevada al teatro, una escena romántica de televisión no puede sino generar un efecto cómico. Lo que buscamos fue llegar a las raíces de esa estructura para exacerbarla y descubrir sus facetas más perversas”, sugiere Spregelburd. Así, la saga de Bizarra funciona por contagio, burlándose del soporte que al mismo tiempo enaltece y, por sobre todo, destilando política.
Es ese marco mestizo el que permite que los actores puedan devenir reses –raza Holando Argentina, específicamente– que lloran la muerte de la carne o que un psiquiatra sueco logre, a través de técnicas de hipnosis y una traductora, despertar a una paciente del olvido para ayudarla a descubrirse como la cantante ¡rubia! de ABBA y, a la vez, como madre abandónica de dos criaturas nacidas una noche de eclipse hace exactamente 21 años.
Contra el fondo de esta extraña mélange de sexo, drogas, teletubis y lucha de clases se recorta una fábula de personajes que parecen delineados por una ajustada síntesis entre el Migré más clásico y un antropólogo urbano con tendencias marxistoides: un policía encubierto y enamoradizo; un empleado de un frigorífico sindicalizado y con odio de clase, una artista plástica apasionada por las achuras; una encantadora manzanera en busca de voluntades para una nueva “marcha del sí”; un granadero recién llegado de Comodoro Rivadavia que está decidido a dar la vida por la Patagonia; una madrastra que utiliza el cumpleaños de su hija para mostrar los dudosos encantos de su nuevo descubrimiento artístico; un hermano gay dealer. Y la lucha continúa.
No ha pasado la primera media hora de función y ya cunde el entusiasmo entre el público ante el retorno a escena de ciertos personajes. Cuando la pantalla gigante anticipa las escenas de Tras los helechos –el capítulo que se verá durante toda esta semana–, el fervor se convierte en ovación. El público pide más. “Y eso que la obra no es más que una explicación de la lucha de clases para niños”, dice Spregelburd. ¿Teatro para las masas? ¿Voluntad secreta de educar al soberano? ¿La revancha de El niñoproletario? “Más que una obra”, tranquiliza el director, “yo espero que sea una fiesta”.
El paneo del video presentación de los casi cincuenta personajes que pasarán por la tira parece un sketch concentrado donde se funde la estética de Estrellita Mía con la de Todo por dos pesos. En la lista de invitados que esperan turno para aparecer figuran la dramaturga Andrea Garrote, la auténtica Mona Zucker y Mirtha Busnelli haciendo de sí misma. Pero el desfile de estrellas no culmina en el escenario: el merchandising del Rojas incluye también un álbum de figuritas (que la semana pasada se conseguía gratis) y un calendario erótico copiado de las gomerías de Warnes que saldrá en septiembre.
“Bizarra fue un proyecto completamente inviable acuñado en diciembre de 2001, cuando el país se resquebrajaba y todo proyecto parecía imposible”, recuerda Spregelburd. Tal vez por eso le bastó una audición para obtener el subsidio de la Fundación Antorchas y la decisión de producirla del Centro Cultural Rojas. Según el director, la clave que explica tanto hechizo es que “los argentinos estamos acostumbrados a leer la historia como una telenovela, casi como un folletín político, donde se suceden alianzas, rupturas y nuevos casamientos. Pero algo hizo clic y permitió desocultar algunas preguntas de siempre: cómo se reparte la riqueza y por qué, por ejemplo”. (Spregelburd aclara que casi no mira televisión –y menos telenovelas–, y que Bizarra no aportará respuestas.)
Para los que se perdieron el capítulo debut, Nace una estrella, digamos que las dos hermanas, Velita (Laura López Moyano) y Candela (Elisa Carricajo), enfrentan su cumpleaños número 21 y un nuevo eclipse que regresa cual péndulo a abrir una grieta en aquel destino preanunciado. Marche un proyecto iluminista para la anágrafa y un nuevo dios Baco para la muerta en vida. Un nuevo cielo se abre en pleno frigorífico de Lugano y una nueva pócima adictiva pervierte el aire del petit hotel de la Recoleta.
¿Qué espectadores inconcebibles aceptarán seguir el rastro de todos los capítulos?, se pregunta el investigador teatral Jorge Dubatti, que también tiene un clon en escena. Todo está listo para convertir a Bizarra en un espacio paralelo cargado de rituales, donde los ricos son malos pero los pobres más malos todavía. Algunos de los capítulos que vienen no tienen todavía ensayo ni guión, pero sí títulos que ilusionan: El patacón, El largo brazo de la ley, Hay gente para la que 350 pesos no es nada, ¡Ay! Si el Corán fuera más claro, Puerto Pollensa y las puertas del infierno, La democracia es el peor de los sistemas que se conocen, El amor es una trampa para ratones y Dame unos besos al final de todo. Algunos formarán parte del próximo Festival Internacional de Teatro; el décimo y último recompensará a su público más fiel con alguna aparición especial en escena. “¡Somos Latinoamérica profunda! ¡Somos escabeche! Somos la esperanza de Europa y también su horror oracular, su futur proche”, proclama Spregelburd. A reservar butacas porque se acaban. “Si termina mal, me muero”, se lee en el espacio vacío de la figurita que cierra el álbum.

Bizarra, una saga argentina, de Rafael Spregelburd. Los lunes a las 21 y de
martes a viernes a las 19 en el Centro Cultural Rojas, Corrientes 2038.
Entrada: $ 3. Consultar por abonos.

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