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Domingo, 15 de septiembre de 2013

MúSICA > SENTIME DOMINGA Y SU PRIMER DISCO, OPERADA

Pop telúrico

Entre Santiago del Estero –sus leyendas, sus personajes, sus pueblos, sus desdichas y alegrías– y el pulso urbano de Buenos Aires, Sentime Dominga, la banda liderada por Juan Tauil, se estrena con el disco Operada, una colección de canciones entre el folklore y el pop que mezclan a la Salamanca, Serge Gainsbourg y las travestis del norte argentino.

 Por Micaela Ortelli

Sentime Dominga no es lo que se dice una banda, aunque Operada, el disco que acaba de salir bajo ese alias, acuse un proyecto musical consolidado y más que aceitado. Todo lo empezó Juan Tauil, santiagueño esbelto, de larga melena con flequillo que apenas deja ver sus ojos negros, barba crecida (no siempre), chupines tan finos como sus piernas, botas en punta, musculosas y chalecos suelen completar sus atuendos de último dandi. Juan trabajó en Canal 13 y, entre otros freelanceos, colabora en el suplemento Soy; sin embargo, Sentime Dominga fue creciendo y descubriéndose de a poco, por fuera de los contactos del periodismo, sin otro bombo que el legüero, que Juan aprendió a tocar en una clase con Camilo Carabajal, el hijo de Cuti.

La primera en subirse al sulky fue Valeria Cini, guitarrista deslumbrante, más que virtuosa: experta, sensible, perfecta (empezó a estudiar a los seis, antes de aprender a leer y escribir). También es una gran pianista y cantante. Muchas canciones de Operada están cantadas a dúo, y aunque hay varias voces invitadas, ella es la principal corista (tiene una voz preciosa: dulce y poderosa). Valeria se ocupó de todos los arreglos del disco, cuerdas y vientos; aunque eso vino mucho después, cuando las canciones empezaron a “pedir más”. Al principio –alrededor de 2009–, Juan y ella tocaban acústico por los barrios, en bares y centros culturales de amigos.

Hasta los 22 años, lo más intenso que le podía pasar a Andrea “Itu” Itulain era atajar un penal. Pero un día descubrió que tenía sensibilidad con el bajo. Hoy trabaja de camarera en un restaurante folklórico, pero lo que le gusta de verdad es tocar. Igual que a Veroki Barrera, otra ex deportista (era esquiadora) que se reveló como percusionista. Y ahora de los ensayos de Sentime Dominga también participa, en guitarra eléctrica, Martín Santagada, que conoció al grupo en un Festival Destravarte. Martín, con vestido de lycra negro a lunares, tocaba esa noche con Los Neuróticos, que hacían música “tipo Motörhead”; Juan le prestó para combinar una boa de plumas naranja que fabrica una amiga travesti de Santiago del Estero que tiene un gallinero.

Todo Operada habla de alguna u otra forma de Santiago del Estero. Juan, que no dice su edad –no por coquetería sino porque “sus tiempos son distintos, como los de todos”–, se crió en Fernández, una ciudad cercana a la Capital. Un páramo donde sólo hay escuelas públicas, y aunque la hija del intendente y el hijo del verdulero respiren el mismo aire caliente, todo está dispuesto para que no se mezclen. Juan era un niño bien, hijo de comerciantes prósperos, nieto de una abuela que lo llevaba a misa todos los días, pero amigo de todos. Se relacionaba tan bien con Demetria, la empleada doméstica, que le contaba escalofriantes leyendas santiagueñas (la Salamanca o la Telesita) como con la porteña caída en Fernández, a la que le llegaban casetes grabados de la Rock & Pop. O con la chica del videoclub, que le hizo conocer a David Lynch y le cambió la vida. Fue un alumno excelente, le encantaba leer, iba al club de química (tenía sus amigas nerds y sus amigos drogones) y era fanático de B-52’s.

La historia es siempre la misma y siempre personal: el chico o la chica del interior que se va a la Capital a estudiar y la ciudad arrasa con todo lo que no estaba asentado y deja sólo los cimientos. Así, como un tsunami, describe Juan todos los procesos de cambio por los que pasó y cada tanto vuelve a pasar. En Buenos Aires estudió relaciones internacionales, hizo el máster en periodismo de Clarín y jamás pensó en tocar música o cantar. Probó con sus amigas y compatriotas Ana y María Kusmuk, de Dovoie Sestri (hacen música gitana y tradicional rusa), y resultó ser un espléndido barítono. A ese grupo también lo integra; ahí toca su “cuerda árabe”, dice. Mientras que en Sentime Dominga –el nombre está sacado de un parlamento de Esperando la Carroza: “Sentime Dominga, ¿vos estás amamantando?”– aflora su sangre santiagueña y su potencia de narrador.

De eso se trata: de contar historias. Historias que escuchó, que vio, que vivió. Personas, animales y plantas: seres desconocidos, olvidados, sin voz. En Operada –es el concepto que unifica las canciones: están operadas, alteradas, atravesadas por la historia, como las personas– aparecen flora, fauna y apellidos norteños (“Somos” es verdaderamente enciclopédica). Aparecen el travesti toba –y esa sí era una figura enterrada, la de la población trans en los pueblos originarios–, Andalagá, territorio golpeado y combativo, Fernández: “Te veo llegar y mi corazón late con más fuerza. Vuelo cerca tuyo y me olvido de quién soy”, canta Juan, que encontró esta forma de volver a su tierra: cantándole y contándola. Contando su propia extrañeza (y tristeza), en una carta a su madre que nunca escribió: “Como un río crezco cada día. Y sé que un día volveré a decir hola”.

Los arreglos musicales son muy variados; decir que Sentime Dominga es folklore es quedarse corto; “pop telúrico”, le dice otro amigo periodista, Sebastián Hacher. Lo cierto es que Juan escribe y Valeria “encuentra” la música de esas letras; y si las canciones “piden más”, Juan le pide a Valeria el sonido de una flor o una catarata y ella lo entiende. Hay varias adaptaciones en el disco: “Candy Everybody Wants”, de Natalie Merchant, “Ford Mustang”, de Serge Gainsbourg, por ejemplo; una de las mejores: “Ain’t It a Shame”, de B52’s (traducido “¿No es una pena?”), el delicioso tema apertura. Quizá por eso todo suena tan profundo y turgente, con tanto cuerpo: son canciones con pasado, con historia y con mucho trabajo. Y prácticamente todas tienen algo cinematográfico (ni hablar de “Bonnie & Clyde”, claro), de película de Tarantino: ruta, polvo, sol. En Operada hay mucha información, placentera de escuchar, pero sobre todo, valiosa y necesaria. Eso lo hace un disco importante, bienvenido sea.

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Imagen: Catalina Bartolome
 
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