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Domingo, 17 de noviembre de 2013

EL MAÑANA NUNCA MUERE

HISTORIETA Veinticuatro años después de que fueran publicadas en la revista Fierro, se exponen en la galería Nora Fisch las series de Roberto Jacoby y Sebastián Gordín 19.90 Presentimientos Científicos, Atahualpa y un Panqui, Ficciones Verdaderas (Eco-police) y Pintura invisible. Muchas de estas historietas son inéditas –estaban archivadas en una caja– y representan, todavía hoy, la tensión del giro neoliberal de los años noventa.

 Por Sofía Dourron

En 1990 la Argentina jugaba la final del mundial con una Alemania apenas reunificada y perdía 1 a 0, rompiéndoles el corazón a casi todos los argentinos, Irak invadía Kuwait y estallaba la Guerra del Golfo, Menem recibía perturbadores elogios de Bush padre en la Casa Rosada, se alzaban por cuarta vez los carapintadas, la inflación aumentaba vertiginosamente, se iniciaba el camino sin retorno hacia la desilusión cambiaria y Roberto Jacoby y Sebastián Gordín hacían predicciones futurológicas, por primera y única vez, en las páginas de la revista Fierro, una leyenda de la historieta argentina.

Un año antes Jacoby, que venía de una década de escribir letras para Virus, y Gordín, quien ya había colaborado con la revista Salchichón Primavera y era un ferviente fan del comic, convinieron en realizar una serie de historietas. Trabajaron juntos durante 1989 y de allí surgieron: 19.90 Presentimientos Científicos, Atahualpa y un Panqui, Ficciones Verdaderas (Eco-police) y Pintura invisible, hoy expuestas en la galería Nora Fisch. Muchas de ellas hacen su debut en sociedad tras casi veinticuatro años de estar archivadas en una caja. Las obras, en su momento pensadas para un medio gráfico masivo y de signo progresista, fueron testimonio orgánico de un estado de situación, el fin de la Guerra Fría y el giro menemista en la Argentina. Entre la autorreferencialidad del medio artístico y el análisis sociológico, estas historietas dan cuenta también del modo particular en que el comic configura el lenguaje a partir del dibujo y de los íntimos vínculos entre este medio y las artes visuales.

Fierro a Fierro, Historietas para sobrevivientes, como rezaba su título original, fue en sus primeros años un reducto de tenacidad contracultural en forma de historieta. En aquel entonces, la mítica revista fundada por Juan Sasturain asumía para sí el peso de la tradición oesterheldiana y proponía un futuro incendiario, cargado de voracidad gráfica y crítica elaborada, avanzando al mismo tiempo sobre las heridas recientes del país, eso sí, todo en clave aventurera. Coetánea de las norteamericanas Raw y Weirdo, en sus páginas nunca faltaban los aportes internacionales, ni tampoco los de jóvenes e ignotos talentos locales. Por esos días la revista recibía colaboraciones de los jovencísimos Max Cachimba y Pablo De Santis.

El nro. 73 de la revista llegó una vez abiertas las compuertas de la importación cultural que llenarían los kioscos de superhéroes extranjeros, un preludio a la década del uno a uno. Por esos años Fierro cambia de manos pero mantiene su espíritu plural y en sus páginas aparecen colaboraciones diversas, entre ellas los aportes del escritor Ricardo Piglia, y claro está, la de Jacoby y Gordín: una sola página, blanco y negro, titulada Frutos del High-tech, en realidad un low-tech meridional. Se trata de una serie de pequeñas escenas hechas a tinta que anuncian un futuro donde los microondas y los freezers reinan en las cocinas, ninguna comida lleva más de siete minutos para cocinarse y esto, por consiguiente, cambia de una vez y para siempre la percepción del tiempo como la conocíamos. Paradoja en extremo familiar en cualquier hogar promedio del siglo XXI.

La obra pertenece a la serie 19.90 Presentimientos Científicos, cuatro episodios de una página cada uno, que componen un relato sobre los asombrosos avances de la ciencia y las atrocidades que el capitalismo salvaje le depararía a la humanidad durante la década del 90. Diez años de drogas devenidas commodities, dominación europea, mercados bestiales y humanidad enloquecida, una premonición a la cual le fallaron un poco los cálculos de latitud, pero que se podría calificar, en términos sociológicos, como una profecía autocumplida o, cuando menos, como una acertada predicción astrológica al mejor estilo Horangel.

Las historietas de Jacoby y Gordín abundan en guiños al lector: los anteojos del patológico Robert Crumb, las expoliaciones de la Duquesa de Alba al Museo del Prado, un escuadrón de ecologistas violentos y hasta las aventuras de un joven artista conceptual a merced de su pequeña galerista en forma de manchita negra. La conjugación entreverada de este heteróclito popurrí de referencias complejiza, incluso en la actualidad, las relaciones entre los diferentes campos de la cultura y sus segmentaciones más conservadoras. Un hercúleo contrapunto intelectual para la pintura anémica y el comic de salón que colman los espíritus reaccionarios.

Y así como Blade Runner sigue siendo citada en papers académicos sobre estudios poscoloniales alrededor del mundo más de treinta años después, también los vaticinios de caos y confusión de Jacoby y Gordín revolotean todavía en nuestro subconsciente como un globo de cumpleaños que nunca se termina de desinflar. Un dato a tener en cuenta: 2019 es el año en el que los replicantes de Blade Runner vuelven a la Tierra, tal vez con ellos llegue también la Eco-police de Ficciones verdaderas para luchar contra las corporaciones y restaurar el orden mundial.


Roberto Jacoby + Sebastián Gordín
Historietas 1989-90
Galería Nora Fisch
Güemes 2967 PB
De martes a viernes de 15 a 20,
hasta el 13 de diciembre

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