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Domingo, 8 de diciembre de 2013

ENSAYO SOBRE LA CEGUERA

Cuenta la leyenda que Stevie Wonder quedó ciego por culpa de un error en la temperatura de la incubadora que debió haberlo protegido cuando salió prematuramente al mundo. Pero ese niño para el que los colores fueron una abstracción siempre supo defender sus derechos. Desde el momento en que apenas cumplió 21 años, se liberó de sus obligaciones contractuales como joven prodigio para el sello Motown y comenzó una carrera que supo redefinir la música negra y ponerlo a la altura de los Beatles. Luego de una carrera llena de éxitos así como de silencios, Wonder tocará por primera vez en la Argentina justo cuando promete volver a editar discos después de casi una década.

 Por Sergio Marchi

Los caminos que la música toma para darse a conocer son impredecibles. Existen mercados, estrategias de marketing, rotación radial, puntos de venta específicos y otras delicias de la mercadotecnia. Que suelen servir para los productos concebidos para satisfacción del consumidor; las obras maestras, en cambio, deciden su propia ruta. Y, a veces, ni eso.

Puede sonar apócrifo, pero es verdad: el rock argentino está muy, pero muy influido por Stevie Wonder. Litto Nebbia, Luis Alberto Spinetta, Fito Páez, Charly García y Pedro Aznar, entre otros, manifestaron admiración por la obra de este artista. Hubo uno de sus discos que fue considerado por los rockeros locales como su cúspide: La vida secreta de las plantas, una obra menor en su discografía, y muy criticada por los que supuestamente saben. Fue la banda de sonido de un documental basado en un libro homónimo escrito por Christopher Bird y Peter Tompkins, dirigido por Michael Baum, que tuvo la dichosa ocurrencia de contratar un ciego para ponerle sonido a una película. El director le describía a Stevie lo que sucedía en pantalla con el mayor detalle posible, mientras un ingeniero de sonido cronometraba la secuencia descripta; sobre eso, Wonder componía uno de los más vívidos acompañamientos musicales que haya tenido documental alguno. Y entre esos pasajes instrumentales, insertaba canciones espectaculares como “Send one your love”, “As a flower”, “Black orchid” y “Same old story again”.

Corría 1979 y en Argentina comenzaba la época de la “plata dulce”, por lo que montones de productos importados estuvieron a disposición del público, encandilando a todo tipo de consumidores. Hubo un aluvión de discos, y entre ellos, apareció The Secret Life of Plants, que como no tenía la foto de Wonder, y exhibía una portada verde, con vegetales y un sector en Braille (amén de ser doble), aterrizó en el sector de ofertas casi de inmediato. Se hizo notar porque los músicos lo eligieron disco del año en la revista Pelo. Eran tiempos en que el jazz-rock picaba fuerte. Y lo que Stevie Wonder siempre hizo, al menos en su período de oro, fue una adaptación de la bossa nova al soul, o sea: música de fusión. Acordes de jazz, climas tropicales, garra negra, aires gospel, cierta psicodelia condimentada con funk y una claridad melódica insuperable. ¡Menos mal que se trató de un disco menor!

Hoy, Stevie Wonder es un ícono que representa lo mejor de la cultura afroamericana, tanto en lo artístico como en lo social. Sin creer en la idea anticuada de los Panteras Negras, que proponían la “supremacía racial”, Stevie Wonder ha sido un activista por los derechos de los negros, abrazado al legado de Martin Luther King y últimamente apoyando a Barack Obama. Su credo se acerca más a la universalidad pacifista enunciada por John Lennon que al africanismo islámico de Malcolm X. Pero cada vez que hubo que apoyar alguna causa justa, aunque fuera idea ajena, como cuando Michael Jackson impulsó el proyecto “We are the world”, Stevie Wonder no le quitó el cuerpo a la responsabilidad pero sí a la hipocresía moral. Algo que sigue haciendo, como cuando a mediados de año llamó al boicot contra el estado de Florida hasta que no retiren la ley “stand by your ground”, que permitió que el asesino del joven Trayvon Martin saliese libre. Aunque no fueron tantos como sería deseable, se plegaron a su iniciativa colegas como Rod Stewart, Madonna, The Rolling Stones y Kanye West, entre otros.

DE NIÑO PRODIGIO A GENIO

En su historia hubo tres apellidos: Judkins, Morris y Wonder. El primero era el de su padre, al que su madre abandonó llevándose consigo a sus hijos. “Nunca me trataron diferente por ser ciego”, recordó Stevie Wonder sus días de niñez. Pero en verdad era distinto; quizá la palabra “genio” esté muy devaluada como para hacerle justicia, pero es lo que era un niño que ya tocaba el piano a los siete, cantaba, conocía los secretos de la armónica y para los once ya era un baterista tremendo. Al mudarse a Detroit la familia, fue inevitable que gente del sello local, nada menos que Motown Records, detectase sus talentos. Lo contrataron de inmediato y en su show presentación lo unieron a un joven baterista llamado Marvin Gaye. El productor Clarence Paul fue el que sugirió el tercer apellido (Wonder) diciendo que no podrían seguir vendiéndolo como la octava maravilla del mundo para siempre. A los 13 años, Stevie Wonder obtenía su primer número uno, con “Fingertips (part 2)”, la primera canción en vivo de la historia en llegar a lo más alto en las listas de ventas.

Durante los años ‘60, Little Stevie Wonder obtuvo una enorme cantidad de éxitos propios (“For once in my life”, “My cherie amour”, “Signed, sealed, delivered, I’m yours!”), pero el mejor período de su carrera transcurriría en la década siguiente, cuando Stevie Wonder deja de ser Little, se hace mayor de edad y opta por desafiar a Motown dejando vencer su contrato y llevándose el millón de dólares que le correspondía cuando cumpliese 21 años. Utilizó el dinero para grabar los discos como él quería y se los ofreció a Motown, exigiendo total libertad artística para firmar un contrato de 120 páginas que sentó precedente. Where I’m Comin’ from hizo pensar que su independencia no había sido afortunada, pero Music of My Mind despejó todas las dudas. Allí arrancó su mejor etapa.

Talking Book (1972) fue una de las obras maestras de Stevie Wonder, que tocó casi todos los instrumentos y experimentó decorando superficies pop con sintetizadores de todo calibre. Hubo uno que se transformó en su arma secreta: el clavinet Hohner, un clavicordio eléctrico muy utilizado en el funk y la música disco. En él desplegó ese formidable riff de “Superstition”, que Stevie compuso para Jeff Beck y que finalmente editó antes que él; un nuevo número uno, al igual que “You are the sunshine of my life”, una bossa nova que compuso como si fuera Jobim y que fue cantada, entre otros, por Frank Sinatra y Ella Fitzgerald. Innervisions consolidó ese nuevo universo creativo donde la bossa nova convergía con el funk: “Too high” era una excelente apertura a un disco menos expansivo que el anterior, algo lógico ya que las visiones interiores son más silenciosas que los libros parlantes.

1973 aparentaba ser el mejor año imaginable hasta que poco después de la edición del álbum, el auto en el que Stevie viajaba (no al volante, por supuesto) chocó contra un camión que clavó los frenos. Ese impacto no fue nada comparado con la lluvia de troncos que el rodado dejó caer, y que golpearon el cráneo del artista. Wonder estuvo cuatro días en coma y no reaccionó hasta que uno de los miembros de su staff le cantó “Higher Ground” al oído, y Stevie comenzó a seguir el ritmo con un dedo. Todos supieron que iba a recuperarse. Y lo hizo con Fullfillingness; First Finale (1974) y Songs in the Key of Life, un disco doble que además trajo un simple con cuatro temas más. El álbum reformuló el sonido negro para las generaciones venideras con aires africanos, funk lisérgico y baladas espaciales: un antes y un después para la música negra. Después, sí, el trabajo de jardinero con la musicalización de La vida secreta de las plantas; una banda sonora de soul botánico para explicar el funcionamiento de los vegetales.

Desde los ‘80 y hasta la actualidad, Stevie Wonder quitó el pie del acelerador. Sus discos fueron más esporádicos, menos innovadores y no desentonó con la música contemporánea. “I just called to say I love you” saturó las radios y vendió cifras millonarias, lo que sirvió para propagar su nombre en todo tipo de audiencias y enfadar a los que aplaudieron su trabajo anterior. Hotter Than July (1981) prometía una modernización que quedó en la nada, como se pudo apreciar en “In Square Circle”, donde repetía fórmulas de Motown clásico en “Part time lover”. Characters (1987) pareció una buena secuela y Jungle Fever, otro soundtrack para la película homónima de Spike Lee, llenó el silencio hasta Conversation Piece (1995), un trabajo tan esperado como carente de novedad. A Time to Love (2005) es su último registro, hasta que aparezcan, en 2014, dos discos nuevos con David Foster como productor.

COLORES INVISIBLES

La muerte de su madre, Lula, parece haber sido el disparador que hizo que Stevie Wonder volviera a los escenarios, a los estudios y al servicio activo en el show business, tras muchos años sabáticos entre discos. Como una de sus figuras más populares y más queridas, ha sabido ser generoso y brindar apoyo a sus mentores y también a sus continuadores. En su primer álbum, llamado The Soul Jazz of Stevie Wonder (1962), utilizó un término que parecía reservado para Ray Charles, y por eso mismo, en el segundo le rindió tributo: Tribute to Uncle Ray, era algo simpático para un niño de doce años, aunque hoy sea imposible escuchar su voz de infante maltratando páginas doradas de Ray Charles.

Motown se encargó de darle el tratamiento de rigor, poniendo músicos, compositores y arregladores a su disposición. Pronto quedó en evidencia que Stevie Wonder necesitaría cada vez menos esa ortopedia artística; logró humillar al mismísimo Smokey Robinson, con quien nunca tuvo una buena relación, cuando le cedió su tema “Tears of a clown”, que se transformó en una de sus canciones más aclamadas. Robinson era el Nº 2 en Motown (el primero siempre fue su dueño, Berry Gordy), uno de los compositores “de la casa” y se sintió amenazado por el talento de Wonder, que también componía canciones para otros artistas. “Nunca me interesó que la gente se fijara en mí; tan sólo me importa ser parte de un proceso creativo –indicó hace poco tiempo, cuando insinuó tener en la mente un retiro prematuro–. Comencé muy chico, por lo tanto me parece lógico que me retire antes que los que inician su carrera de más grandes.”

Michael Jackson, Lenny Kravitz, Whitney Houston, Alicia Keys y Pharrell Williams son, entre otros, artistas que en un punto u otro han sido influidos por la música de Stevie Wonder. Pero también sería injusto circunscribir su influjo a la música negra: “Para mí no existen los colores. No te olvides de que soy ciego –le respondió a un periodista que trajo a colación el tema racial–. Los colores son una abstracción. Para mí el verde es menos aburrido que el marrón; me gusta cómo suena el amarillo y el rojo me parece un color intenso.” El origen de la ceguera tiene que ver con su nacimiento prematuro, que hizo perentorio un período de espera en una incubadora en la que permaneció a una temperatura mayor de la necesaria, lo que dañó sus retinas. Nunca hizo de su condición una cuestión importante, pero siempre estuvo involucrado con cualquier posibilidad que le brindara la ciencia para poder ver. “Mi sueño es conducir un auto –expresó muerto de risa–. Sé que algún día lo voy a hacer. Ya piloteé un avión; el piloto estaba al lado y yo tanteaba las palancas. Movía una y de pronto sentía una extraña vibración: ¡oops! Señal de que no era la palanca correcta.”

Ese espíritu risueño que le aplica a su discapacidad es lo que ha hecho que su música resuene de modo universal. Por eso fue el primer niño prodigio que pudo crecer y desarrollar una carrera sustentable y brillante en el mundo de la música, donde su clásico bamboleo sonriente es su marca gestual. También hizo posible que revolucionara el sonido negro con sintetizadores y sonares de otras latitudes. Esa gracia lo acompañó también cuando consiguió que el cumpleaños de Martin Luther King sea declarado feriado nacional en Estados Unidos (compuso “Happy Birthday” a tal efecto). Y el optimismo también le posibilitó apoyar a Barack Obama desde el comienzo, no sólo por ser negro sino porque “ese hombre combina las cualidades de John F. Kennedy y Martin Luther King, y con esa combinación es imposible perder”.

Se podrá decir que Stevie Wonder es ciego, pero no carente de visión.

Stevie Wonder toca el jueves 12 en el estadio de Vélez, Av. Juan B. Justo 9199, a las 21. Entradas desde $ 200. Como telonera estará María Eva Albistur, con su banda Santa Fe.

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