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Domingo, 15 de junio de 2014

EL HIJO OLVIDADO

HALLAZGOS En una entrevista realizada a fines de los años ’70, Roberto Fontanarrosa decía que no pensaba agregar un tercer personaje a sus clásicos Inodoro Pereyra y Boogie, el Aceitoso. Pero la verdad es que sí, había otro, incluso anterior: Ultra, definido como “una mezcla de James Bond con Lewis Carroll” y que siempre fue difícil de encontrar y seguir en su derrotero por la revista Tinta y después por la Universidad Nacional de Rosario. Rescatado inicialmente en Todo Boogie, a 35 años de su primera edición, Ultra vuelve a aparecer en el flamante Boogie, El Libro de Oro.

 Por Martín Pérez

“A veces me han pedido que cree otro personaje, pero eso significa un compromiso muy grande, casi como tener un hijo.” Así era como Roberto Fontanarrosa le resumía a Elvio Gandolfo, en una vieja entrevista, sus razones para dedicarse sólo a sus dos hijos dilectos, Inodoro Pereyra y Boogie, el Aceitoso, que aparecieron por primera vez en la revista cordobesa Hortensia, en 1972. “Planear un personaje, estudiarlo, moldearlo, es muy lindo y entusiasma realmente, como entusiasman todas las cosas que se comienzan. Pero después hay que seguirlo, continuarlo, mantenerlo, pensarlo. Yo ya tengo dos personajes y sé lo que eso significa”, explicaba el rosarino, que para la época en que se realizó aquel reportaje –1979– ya estaba empezando a publicar Boogie en la Humor, mientras que el Inodoro había encontrado su lugar en Clarín tres años antes.

Lo curioso es que Fontanarrosa explicaba las razones para no sumar otro personaje en un artículo que justamente acompañaba la aparición de pruebas irrefutables de que había existido otro en su vida. Su nombre era Ultra, y ya por entonces se lo presentaba como un antepasado de Boogie. Pero también, se aclaraba en la apertura del reportaje, era mucho más que simplemente eso. “Una aventura surreal y al mismo tiempo sólida, donde no resulta exagerado hablar de poesía y vigor lírico”, adelantaban en ese tercer número de la revista de historietas rosarina Tinta. Y agregaban: “Una cruza de James Bond con Lewis Carroll, con toneladas del más puro e inclasificable Fontanarrosa”.

Junto con el artículo de Gandolfo, aquel tercer número de la publicación hecha a pulmón por el dibujante Sergio Kern incluía las deslumbrantes primeras catorce de una aventura que completaba setenta páginas que, aseguraban, se irían publicando en la revista. Pero aquel prometedor tercer número fue el último de Tinta, y durante casi dos décadas no se supo más de Ultra. Hasta que, finalmente, la editorial de la Universidad Nacional de Rosario publicó en 1997 y en un solo tomo –más o menos tan poco difundido como aquel número de Tinta– la obra completa del que sigue siendo el personaje más desconocido del autor de Boogie e Inodoro, ya que nunca se lo publicó como corresponde.

Agregado casi de incógnito en el Todo Boogie de De La Flor editado en 1999, la velada reedición de aquel volumen magno que es en realidad el flamante Boogie, El Libro de Oro –que forma parte del rescate de la obra de Fontanarrosa a cargo de Planeta– vuelve a poner en circulación a este hijo olvidado del historietista rosarino más famoso, treinta y cinco años después de que asomó por primera vez sus rubios rasgos en las páginas de una olvidada publicación que se presentaba como “La revista de los dibujantes solitarios”.

Según recuerda hoy Gandolfo, Ultra llegó a las manos de su hermano Sergio luego de que en los primeros números de Tinta salieran algunas historietas breves que Fontanarrosa supo dibujar en su infancia. “Recuerdo especialmente una sátira feroz del neorrealismo italiano, llamada Tadea y sus hijos –cuenta–. Así que después, en tren de buena onda, nos tiró Ultra, que nos dio vuelta.” Aunque esas primeras catorce páginas vieron la luz por primera vez en 1979, en realidad Fontanarrosa las había dibujado casi una década antes. “A Ultra lo hice después de que cerrara la revista Boom, cosa que sucedió en 1970”, precisaba en aquel reportaje publicado en Tinta. “Yo trabajaba en publicidad. Había iniciado o bien incursionado en el humorismo en el año 1968, precisamente en la revista Boom. Recién volví a trabajar regularmente como humorista a partir del ’72 en la revista Hortensia.”

En realidad, en ese mismo reportaje, Fontanarrosa revelaba que incluso ese Ultra que había tenido guardado durante tanto tiempo no había sido su primera historieta de largo aliento. “Antes había hecho El muñeco maldito, una parodia sobre la famoso serie de televisión de Narciso Ibáñez Menta, pero estaba hecha en tinta azul estilográfica, bastante vocacionalmente.” Entre las historias breves que Fontanarrosa entregó para publicar en Tinta antes que Ultra estaba Jueves, un breve relato policial realista, y para la época que dibujó esa historia –explicaba– se presentó en Editorial Columba. “Dijeron que me iban a dar un guión para que yo graficara, que me iban a llamar. No me llamaron nunca.”

Antecesor entonces tanto de Boogie como de Inodoro, Ultra es la obra de un dibujante que estaba encontrando su estilo, pero al que aún no se le habían abierto las puertas del que sería su camino. Y entonces tenía piedra libre para experimentar. En aquellas catorce iniciales páginas publicadas en Tinta –que durante mucho tiempo fueron las únicas que se conocieron de Ultra– aparecen chistes que luego se repetirían en Boogie, pero también se puede disfrutar de un delirio narrativo que heredarían las primeras aventuras largas de Inodoro Pereyra. “Era una forma de trabajar que tenía, que era bastante frecuente –le explicó Fontanarrosa a Gandolfo–. Tomar el germen de una idea, o tomar un tema, y meterme en él sin saber cómo iba a salir. A veces salía, y bien. En otras ocasiones debía tirar todo porque no encontraba el remate.”

Pero la auténtica perla de Ultra, lo que la convierte en una obra única dentro de la carrera de Fontanarrosa, es una desencajada libertad onírica, que le permite desde incluir un pájaro que canta la “Milonga triste” de Manzi desde el hombro del malo de la historia, hasta la aparición de una niña fantasmal y surrealista, que terminará enhebrando la trama. Cuando, siempre en la misma entrevista, Gandolfo le pregunta por estas particularidades, Fontanarrosa responde que supone que influyó el hecho de que fue un trabajo realizado en total libertad, tanto de temática como de espacio. “Pero también posiblemente responda a una época tanto mía como de lo que me rodeaba –agrega–. Era la época del cine de James Bond, y eso influyó en la temática. Pero quizás había influencias del cine de Lester, de los Beatles. Digo ‘quizá’, porque de eso hace mucho y ya no recuerdo. Pero lo cierto es que yo también me hago a veces ese planteo, de recuperar en parte del grado de ‘locura’ que tenía en Ultra y que a veces surge o ha surgido en Inodoro Pereyra. Ocurre que ahora hay otras exigencias. Yo ya no puedo comenzar un trabajo con la duda de si va a servir o no. No puedo arriesgarme a perder ese tiempo. Tal vez sea en parte la pérdida de ingenuidad. Pero creo ser consciente de ello y me parece como un débito que tengo que saldar.”

Tres décadas y media después de aquellas confesiones, con Fontanarrosa convertido en un prócer del humor vernáculo, está claro que su búsqueda de esa libertad terminó resolviéndose en el ámbito literario, donde la parte paródica de Ultra –como bien lo señala Juan Sasturain en un artículo compilado en el fundamental El domicilio de la aventura– terminó siendo antecesora de Best Seller, el agente secreto que protagoniza un par de sus novelas. Apareciendo casi de improviso al final de Boogie, El Libro de Oro –se lamenta la ausencia del texto introductorio de Judith Gociol, que aparecía en Todo Boogie–, Ultra apenas si es presentado desde un subtítulo entre signos de interrogación como un primo de Boogie, una genealogía que Reynaldo Sietecase utilizó en el prólogo del largamente agotado volumen editado por la Universidad Nacional de Rosario. Tal vez ya sea hora de que este otro hijo del Negro Fontanarrosa recupere su libro propio. Hasta que eso suceda, habrá que seguirle pidiendo a Boogie que nos lo presente.


Apenas dos páginas del delirio de Ultra, incluyendo el pájaro que canta “Milonga triste”.

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