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Domingo, 3 de agosto de 2014

SÍ, QUIERO

MUSICA Muy cerca de Estados Unidos y muy poco para hacer. Así es como resumen a Monterrey, su ciudad, los integrantes de Quiero Club, hijos pródigos de la generación myspace, que están celebrando sus diez años de vida independiente con una gira latinoamericana. Suerte de B’52 mexicanos, sus tres discos editados preparan una inquieta ensalada pop, estéticamente elocuente y sonoramente contestataria, que tendrá por fin su merecido debut porteño.

 Por Andrea Guzmán

Monterrey es como un rancho. Así es como Priscila González, guitarra y voz de Quiero Club, resume la ciudad en la que, con apenas veinte años, se reunió con la pandilla que ya festeja diez de andanzas y que abrió paso al nuevo empedrado de la geografía pop latinoamericana. “Es un lugar muy industrializado pero donde todos nos conocíamos. Se hace una mezcla entre que hay mucha influencia gringa porque la ciudad está muy cerca de Estados Unidos y que hay muy poco que hacer”, asegura. Dicen que de las ciudades aledañas surgen las propuestas más extrañas y únicas: un hula hula que se menea en las caderas de las chicas todo el tiempo que dura una canción, muerte y viscosidad colorida, incomodidad política, mezcla de idiomas, flúo y más flúo. Todo combinado en una ensalada pop inquieta, estéticamente elocuente y sonoramente contestataria para el principio de los 2000, teñida de vivencias mexicanísimas y de incertezas sociales y existenciales. Todo reunido por cinco hijos de la generación myspace, que a través de las incipientes redes sociales de entonces pasaron del rancho y la experimentación artesanal directamente a ser editados en lugares tan remotos como Japón y Australia, y que en menos de un año giraron por todo México e influyeron a una generación de nueva música independiente latinoamericana. Este viernes tocarán en Buenos Aires como parte de una gira latinoamericana con la que festejan una década, tres discos y un par de temporadas de convivencia pentamarital. “Tenemos un enamoramiento muy hormonal. Es como si nos hubiésemos conocido, nos hubiéramos comido y luego vomitado”, dice el bajista Luis “Fara” Domínguez.

DIAS PERFECTOS

A principios de los 2000, Happy Fi era un colectivo multipropósito de regiomontanos con inquietudes artísticas dispersas, encargados de armar movida y autoproducir y distribuir la música que ellos mismos querrían escuchar en las cadenas radiales. Gustavo “Catsup” Hernández, uno de los líderes del colectivo y guitarrista entusiasta en varios de los proyectos, tenía un programa de radio nocturno. Una noche puso un tema de los melosos The Moldy Peaches y Priscila, que escuchaba en su casa y recién aprendía a tocar la guitarra, sacó los acordes y llamó al programa. “Entonces empezamos a cantarla a dúo, yo desde el teléfono y él desde la cabina”, recuerda ella. Fue el gen de Quiero Club. Se juntaron con Boscop Benavente, baterista miembro de la familia Happy Fi y comenzaron a tocar en vivo para amigos del colectivo. Las presentaciones, que incluían coreografías, letras en spanglish y un ruido todavía inseguro pero decididamente pop, maravillaron a Marcela Viejo, que estaba en el público y que de inmediato quiso unirse al proyecto. Y así, de forma natural, el grupo quedó totalmente cuajado con Fara, un bajista de background rockero seducido por las posibilidades únicas de los sonidos indies.

“No hay futuro y sé que es duro ver que no queda más”, canta Marcela en “Let da music”, uno de los singles de WOF (2006). Es el primer álbum de la banda y deja manifiesta la proposición de hacer del caos un evento bailable. “Tus insultos pasados de moda, tus muecas innecesarias, la manera en que sumes la panza, me provoca un ataque de náuseas”, continúa. Si algo tienen en común las canciones del grupo, que han viajado por muy diferentes ciudades, contextos sociales y estados emocionales a través de tres discos, es su mezcla de música optimista e hiperactiva con letras ácidas y melancólicas. Y la forma desfachatada en que en un mismo track pueden convivir los sonidos más melosos y azucarados con sintetizadores inquietantes o voces femeninas salidas de la mismísima ultratumba mexicana. ¿Por qué? Porque así es como sucede en la vida misma. “No hay manera de no quejarse, pero tampoco hay forma de vivir haciéndolo. Tienes que decir lo que te molesta y también tener un discurso musical interesante. Creo que se parece mucho al culto mexicano de la muerte. Acá se festeja de una forma colorida y extravagante. La muerte es así, porque la vida también lo es. No puedes abusar de un solo lado o estado emocional”, dice Priscila. “No he vuelto a amanecer ni un día sin saber que nada es importante/ Yo aún despierto cada día, no me interesa tu fugaz filosofía”, canta en el track que irónicamente se titula “Días perfectos”, parte de El techo es el suelo (2013), tercer y –hasta ahora– último disco del grupo.

NUEVA AMERICA

Requiere cierto tesón dedicarse a la música independiente. Entre las innumerables maneras de padecer, encontrarse de gira con su primer disco, manejando una combi rota y habilitada solo con casetera puede generar una serie de tensiones irrevocables en cualquier grupo humano. Algo que saben muy bien los Quiero Club. Justo en ese momento llegó a ellos el casete de Corazones, cuarto álbum de la legendaria banda chilena Los Prisioneros. Lo escucharon devotamente, por tantas ciudades y con tal amor que al terminar la gira contactaron a Jorge González, el líder de la banda, para que hiciera un remix de alguna de sus canciones. González, en cambio, quiso grabar un tema nuevo, viajó a Monterrey y así apareció “Minutos de aire”, una perfecta canción de pop atribulado. Alguna vez el cantante de Los Prisioneros definió su propio rancho: “No es un país, Chile es un fundo”. El single con su colaboración corona el segundo álbum de Quiero Club, una perversión de géneros que busca derribar los enrejados e inaugurar un enorme continente llamado Nueva América (2008).

“No somos una banda política, al menos no literalmente, pero nos llama la atención la apatía que existe en México. Al final del día ese malestar lo ves en el video, nos provoca núusea, nos enferma.” Fara se refiere a “Cuentos”, single del tercer disco (nominado al Grammy Latino), cuyo video dirigido por el cineasta Sebastián Hoffman los muestra vomitando colores flúo. Para esto desistieron de cualquier efecto especial y optaron por meterse los dedos en la garganta y derramarlo todo y en serio sobre el momento decisivo de la banda y el país. Dos años de convivencia intensa en Ciudad de México para terminar el último disco, la narcoviolencia intensa que azotaba su ciudad natal, Monterrey, y su repudio por la situación política del país que erigía a Peña Nieto como presidente. Suma la despedida en términos amorosos de Catsup, a quien el ahora cuarteto nunca quiso reemplazar. “Todo esto empezó como un juego, nos lo hemos ido tomando más en serio. Nos hemos percatado del impacto que tiene la música o las letras en las personas. Yo escribo lo que siento, pero te das cuenta del valor que tiene y la forma en que otras personas pueden conectarse con ese sentimiento”, dice Priscila.

Muchos cambios para los mexicanos, que con todo fuera y renovados, prometen una gran fiesta de cumpleaños a la altura de su trayectoria, el sabor a chicle rosa que los identifica y el potencial sanador del buen pop.

Quiero Club toca este viernes a las 21, en Niceto, Niceto Vega 5510. Entrada: desde $150.

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