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Domingo, 14 de agosto de 2005

Páez por Rep

¿Por qué tu muestra se llama Nunca salí?
–Porque yo iba a hacer un libro que se iba a llamar Nunca salí de mi casa.
¿Eso tiene que ver con tu trayectoria, tus largos silencios?
–Sí, aparte yo salgo poco. Vos fijate que la muestra que estoy haciendo es a la vuelta de mi casa. No me había dado cuenta...
¿Nunca trabajaste con fechas de entrega? El tiempo de cierre conspira contra todo...
–El asunto para mí siempre fue el tiempo. Tenés que hacerte amigo del tiempo... La compulsión del encargue a mí me mata...
Ahí está el quilombo de la gráfica, y de la plástica también, ¿no?
–Es lo mismo...
En la plástica vos podés tirar todo para adelante...
–El asunto es la presencia humana en lo que hacés, cuando está presente el ser humano en lo que hace no hay arte menor y no hay arte mayor. Cuando te borraste para cumplir, sonaste. Cumplís y es profesional, pero no es artístico. No sé qué es artístico, tampoco sé qué es profesional. Pero el profesional sabe cómo lo va a cobrar, cuánto va a tardar y cómo lo va a hacer.
¿Por qué nunca hiciste historietas?
–Cuando comencé de chiquito copiaba historietas, me hice con eso. Copiaba Luis Salinas...
Pero, ¿por qué de profesional no hiciste historietas?
–Porque me ganaba el mango en ilustraciones en editoriales. ¿Sabés cuál era mi método? Me encamotaba con el laburo, entonces lo retenía hasta que me salía como yo quería; y eso es duro porque jodés a todos. Pero te queda el día que hiciste, un tiempo real, no es un tiempo impostado donde vos trabajás para el otro y te borrás: porque eso se siente y eso es lo que lo hace menor.
Después de las historietas, ¿qué dibujantes mirabas?
–Bueno, todos. Uno ya tiene la mirada del amigo al amigo, del colega al colega, ya es como hablar. Para mí hay tipos que están más vivos que los vivos. El estilo es una cosa imperceptible. Una cosa es que te propongas copiar deliberadamente y otra es que sin querer... todo te influencia, uno está medio en carne viva visualmente.
¿Habías hecho un trabajo grande, largo, antes del Quijote?
–El Martín Fierro fue posterior. Boris Spivacow me llamó, porque fundó Centro Editor. Pero no me gusta mucho lo que hice ahí, en El Quijote sí. Ahora voy a hacer los tres juntos, El Quijote, Martín Fierro y La Divina Comedia. Todo nuevo. Estoy en eso, ya tengo bocetos, además lo pienso actualizar. En La Divina Comedia el infierno son los cartoneros...
Me dijiste que cuando leías El Quijote te reías. Entonces, ¿por qué lo ilustraste de manera sombría?
–Porque tengo ese estilo.
Pero si vos que sos tan jodón, ¿cómo puede ser que seas tan sombrío en la gráfica?
–No sé, yo no puedo trabajar si no tengo una base social y me duelen las cosas. Por eso es que con La Divina Comedia tengo todo resuelto.
Cuando hiciste El Quijote, ¿qué veías en la calle?
–Estaba lleno de Quijotes... El Che Guevara... En un momento dado fue con Fidel... Hay sospechas de Quijotes que después no llegan a serlo...
En tu taller tenés una cantidad enorme de juguetes...
–Me encantan los juguetes. Es de las pocas cosas que envidio: los juguetes de los otros. Incluso, les he afanado a niños. Me acuerdo que una vez en un cumpleaños de mi sobrino, mi cuñado le traía juguetes del extranjero. Yo le decía que se los trajera para poder afanárselos.
¿Muchos de los que tenés son afanados?
–Algunos, no todos. Un día, en un cumpleaños, estaban todos tirados: yo me quería morir. Me había sacado el saco, lo había puesto en una silla y me cazó mi hermana metiéndolos en un bolsillo, como un chorro. Le dije “Callate pelotuda, no les vas a decir nada a todos estos hijos de puta...” Iban a armar un escándalo: si me llegaban a ver todavía están llorando. Y me gustan los juguetes rotos, también. Los pibes rompen los juguetes bien. Los juguetes están hechos para romper. El coleccionista quiere que funcionen, pero yo junto.
¿Cómo ilustrás?
–Por ejemplo, agarro El Quijote, y ahí usan espadas. ¿Cómo es la espada? Curva, recta... Una vez que me dicen que es recta ya no pienso en espadas, pienso en rectas. Me voy a una cosa de formas, ya voy transformando en el hecho plástico todo lo que es anécdota y no lo plástico en palabras. Si hacés eso, perdés... Después está la cosa personal, el tiempo... Es un enemigo que mata huyendo. Ahora acabo de cumplir setenta y cinco años y no lo puedo creer.

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