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Domingo, 1 de agosto de 2010

EN ARGENTINA FALTA PARA EL E-BOOK

Acá todavía no

¿Y qué pasa en Argentina? Si bien existen sitios de Internet en castellano que ofrecen libros digitales, la oferta todavía no está institucionalizada. Hace pocos días, se lanzó en España Libranda, el primer intento unificado de vender textos digitalizados, liderado por los tres grandes grupos editoriales –Alfaguara, Planeta y Random House Mondadori– y acompañado por varios otros como Roca, Anagrama y Ediciones B. Pero todavía los resultados son inciertos y la complejidad de volver los archivos de texto compatibles con las diferentes marcas de tabletas de e-book (Kindle, Sony Reader, iPad), se hizo evidente. Esa tensión entre legalidad y tecnología que pareciera atravesar todos los aspectos de la cultura actual llega al libro electrónico en castellano.

“Libranda surge de las lecciones que dio el proceso en EE.UU. –dice Pablo Avelluto, director editorial de Random House en Argentina–. Y la primera pregunta es qué sucede con las librerías físicas que existen y en las que se vende casi el 100 por ciento de los libros en la Argentina. Igual que ha pasado con las disquerías, la caída de sus ventas significaría el cierre de muchas.”

Para Ignacio Iraola, director editorial de Planeta en Argentina, “la idea es sumar al librero a la cadena del libro virtual, es decir que los contenidos se vendan también en las librerías o en sus sitios web. Porque a lo que se tiende es a una convivencia del libro papel y el digital”.

“Por primera vez en décadas se pueden discutir todos los supuestos de la industria del libro –dice Avelluto–. Recién ahora empezamos a pensar en salir de un sistema de comercialización que no se discutía desde los años ‘30, cuando se decidió que los libros que no se vendían se podían devolver, como sucede con los diarios y revistas. Desde entonces, no hubo mayores cambios, ni siquiera en la propiedad intelectual y pago de derechos.”

¿Pero cuáles son los motivos por los que el libro electrónico ya es una industria aceptada y aceitada en el mundo anglo y en el hispanoamericano aún no? Fundamentalmente por dos motivos. “Primero, porque el mercado norteamericano lo creó Amazon: una librería sin local a la calle, que desarrolló un dispositivo, el Kindle, que sólo permite comprar libros en Amazon, a un precio ridículamente bajo para el lector. Hoy, Amazon es la librería con mayor oferta de títulos, con el dispositivo más vendido, que a su vez fijó el precio de 10 dólares por libro virtual, un precio muy por debajo de lo que le paga a la editorial. Pero el dinero que Amazon pierde vendiendo barato lo recupera con creces mediante la venta del Kindle. Esa venta a pérdida, conocida como dumping, está prohibida, por ejemplo, en Argentina.”

Tras años de Kindle, el iPad ha salido a sacudir al mercado: Apple no fija un precio, sino que cobra un porcentaje del precio que fije el editor. Pero para Avelluto el futuro se va vislumbrar más claramente con el lanzamiento de Google Editions, que sumará otra opción: que uno acceda al archivo, pero no a descargarlo, sino que lo lea directamente de Internet. “El ingreso de Google, que después de fotografiar todo el planeta se propone digitalizar todos los libros del mundo, va a alterar las cosas de un modo difícil imaginar.”

El segundo motivo es que el mercado anglo está atravesado por un precio más homogéneo. “¿Qué pasa cuando el mismo libro cuesta 22 euros (110 pesos) en España y 60 pesos en Argentina? ¿Cómo evitar que alguien lo compre desde allá? El copyright surgió en un momento en que las fronteras lingüísticas y comerciales eran físicas. Con la virtualidad, todo eso debe ser repensado”, dice Avelluto.

Mientras tanto, los cambios avanzan: “Donde más y mejor se están viendo los avances es en la literatura infantil; donde ya había dibujos ahora se pueden sumar cuestiones táctiles, movimiento, animación. Las formas narrativas tal como las conocemos están cambiando”.

Sin embargo, hoy por hoy, para Iraola, el problema mayor de las editoriales es otro: “Es más pernicioso el libro trucho que el e-book, del que debe haber 500 dispositivos en todo el país”, dice. “En cambio, de cada título importante que lanzamos, hay un 10 o 15 por ciento de piratería, sin legislación que les ponga límite. Hay puestos e incluso listados que circulan por mail con libros que se pueden encargar y recibir: Eco, Borges, Bioy, no sólo los best-sellers internacionales. Y la diferencia con el mp3 o el dvd trucho, que lo puede copiar un chico sin un peso para escuchar una banda o bajar una película que acá no se consigue, es que para montar la industria del libro trucho se necesita dinero: imprenta, papel, depósito, distribución”.

Así que, para el e-book en Argentina y en Hispanoamérica, no será cuestión de copiar lo que se hizo en Estados Unidos, sino de encontrar un modelo propio de distribución, acorde a las necesidades, legislaciones y realidades de este universo editorial.

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El libro parece ser a la mente lo que la rueda fue al cuerpo. Sólo el tiempo dirá si la aparición del libro electrónico será al libro lo que la cubierta inflable de caucho fue a la rueda de madera.
 
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