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Domingo, 5 de octubre de 2003

En la sangre

Cuando las enfermedades corren por las venas de la trama

POR C.Z.
Simplemente, sangre. O no tan simplemente. La telenovela Resistiré viene trabajando desde el comienzo con una enfermedad de la sangre que aqueja a su encantador villano central, Mauricio Dobal (Fabián Vena, apellido involuntariamente relacionado con la sangre), llevándolo a montar un negocio del mal cuyo trasfondo es la búsqueda de una cura a su enfermedad, definida por uno de sus guionistas, Marcelo Camaño, como “una especie de anemia hemolítica”. Mientras tanto, en Soy gitano, Isabel (Romina Gaetani) se enamoraba de Amador Heredia (el desenfrenado Osvaldo Laport) sin saber que era su tío. El incesto es castigado –porque sí– con una enfermedad de la sangre que terminó en un trasplante de médula. En este culebrón, la sangre vino a ser metáfora de la pasión extrema en la que se incendian diariamente estos gitanos. En Resistiré, la cuestión está lejos de terminar.
El interesante ciclo de la dupla Gustavo Bellati y Mario Segade ha abordado temas de la enfermedad y la salud, y nunca ha perdido la línea estética propuesta, aunque tampoco dudaron en poner escenas de alto impacto: podría decirse un morbo atemperado, sofisticado.
Para analizar estas novedosas tendencias de la tele –recurrencia al morbo, atracción irresistible por la marginalidad–, Marcelo Camaño (antes de Resistiré ha sido guionista tanto de telenovelas como de realities y programas documentales) hace una diferenciación entre programas de ficción y no ficción. “En no ficción se recurre a lo marginal porque es la zona más competitiva en cuanto a los conflictos. Es lo que actualmente más rinde. Los temas son mucho más crudos y es más fácil exponer los conflictos de cara al público. Y es más fácil convencer al pobre de que cuente su historia que meterse con los ricos, que en definitiva es hablar del poder. Además hay que tener en cuenta que la televisión argentina llegó a un nivel de industrialización muy importante. El lugar de los programas periodísticos está tomado por informes que ocupan a editores, guionistas, productores. Esto no pasa en otros países de América latina, donde el programa periodístico sigue siendo la mesa con el helecho.”
En cuanto a la ficción, Camaño aclara: “No estoy tan de acuerdo con los que dicen que el morbo es una moda. No fue así con Disputas y el sexo. El sexo y la pantalla caliente ya existían mucho antes de Disputas. Lo que ocurre es que se lo muestra con un espíritu mucho más zafado que Zona de riesgo, La marca del deseo o Vínculos”. En lo que hace específicamente a la tira Resistiré, sostiene que no fue el devenir de la trama ni de las modas televisivas: de entrada estuvo definido que los avatares de Mauricio, Julia y Diego iban a tener que ver con la sangre.
“Que estemos trabajando con el tráfico de sangre y plasma fue por buscar un tipo de tráfico que no se hubiera hecho antes y que no fuera muy conocido. Tenemos la ventaja con respecto a otros ciclos de contar con villanos que tienen motivos para serlo. Cuando se arrancó, ya sabíamos cuál iba a ser la enfermedad. A partir de su enfermedad fue que Dobal organizó su vida y su imperio. Montó una organización mediante la cual busca una cura para su enfermedad. Todo es verosímil y se lo trabaja con el hematólogo Carlos Barragán. A veces tenemos que frenarlo. Él querría hablar mucho más de la enfermedad, hacer un thriller científico.”
Hace unos meses, y merced a cierta confusión, se planteó una polémica en Mendoza que involucró a la telenovela. Resultó una crítica por parte de un grupo de médicos que dijeron que Resistiré podía ser una mala influencia en un país donde ya de por sí cuesta instalar en el público la necesidad del trasplante de órganos. En verdad, la confusión radica en que no se planteó el tráfico de órganos en Resistiré sino que en un capítulo se mostraba que se podía extraer de los riñones sangre más pura. Es más, con la locura cínica que caracteriza a Mauricio Dobal, la ironía no tardó en llegar: Dobal aborrece del tráfico de órganos, le parece algo detestable y opina que a esos traficantes se les debería sacar hasta la última gota de sangre. Lo suyo es más refinado y, además, por pura necesidad personal. La sangre, en definitiva, siempre fue un problema, aunque la televisión actual poco y nada toque el tema del sida (se lo hizo, de un modo excesivamente melodramático y confuso en el último capítulo de Hospital público, pero la enfermedad del siglo ha perdido protagonismo). La baja de donantes de sangre es otro problema de la salud pública mundial y se empieza a debatir en la Argentina. Esperemos que no le echen la culpa a Mauricio Dobal.

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