rosario

Sábado, 11 de marzo de 2006

CORREO

Aulas

Es evidente que el escolar, educando, o como se quiera denominar, al efector del sistema educativo, padece múltiples formas de maltrato, que a diferencia de los adultos, no dispone de recursos, para reclamar, protestar o renunciar. Uno de los tantos problemas que produce el contexto educativo, es el tema de la densidad poblacional, o capacidad "territorial", para cultivar conocimientos y comportamientos. Es imposible enseñar y aprender, cuando la relación es de 1 docente, cada 30 o 40 alumnos. El "humor" y la "carga" efectiva, de quien está frente al aula, también depende, de la tasa contributiva de la familia. La escuela acrecienta y enriquece sus recursos, cuando promueve la participación activa de padres y familiares. No me refiero al aporte monetario, sino a las múltiples estrategias productivas y cooperativas. La escuela, puede incorporar el "comedor", para paliar la nutrición proteica, pero no abordar en soledad, la desnutrición afectiva y menos, la normativa por falta de función paterna. El respeto, de todos los que componen la comunidad educativa, permite la libre circulación de opiniones y conocimientos, se traducen en "bien﷓estar" y crecimiento institucional, además de mejorar el estado psicofísico de sus miembros. El territorio en el que se imparten clases, "aula" o "lugar" de identidad relacional (Marc Augé), debe tener las condiciones mínimas arquitectónicas, que no boicoteen la salud del que madura y crece. Nadie valora las necesidades lumínicas (intensidad y calidad de la luz natural), acústicas (el aturdimiento boicotea cualquier aprendizaje), ventilatorias o niveles de oxígeno circulante, (influye en la atención); espaciales y comunicantes, que permita el aprendizaje dinámico y el contacto frente a frente, desterrando, el nuca a nuca. Un tema complementario al problema planteado, es el cuantum de conocimientos previos, que porta cada educando, la manera en que se comparten, la calidad y cantidad de información (y deformación) a la que estuvo expuesto, y la capacidad del sistema educativo, para enfrentar, reordenar o ayudar a "inteligir", seleccionar y distinguir, los estímulos del medio, que convienen retener o desechar. Cada niño o adolescente, tiene derecho a educarse en un "hábitat" saludable, en el que permanece encerrado y pasivo, durante 4 a 7 horas diarias, a edades en que resulta difícil, mantener cierto grado de equilibrio, interno y externo. El hacinamiento (psico-físico), produce seres "hacinos", adjetivo, que significa: triste, mezquino, miserable y afligido.

Mirta Guelman de Javkin

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