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Jueves, 14 de septiembre de 2006

PSICOLOGíA › UN ADELANTO DEL LIBRO "DECADENTISMO Y MELANCOLÍA"

Fragmento de interrupción

 Por Juan Ritvo *

La actitud ensayística puede renovar el fervor, la intensidad, la violencia, el pensar, anidados en viejos conceptos que la cultura ha almacenado, con cuidado, en esos nichos que Nietzsche, cómicamente, llamó columbarios. Cuando hoy decimos melancolía, por ejemplo, y para mí no es un ejemplo cualquiera, decimos, de inmediato tristitia y, más sabiamente, invocando la genealogía psiquiátrica, enfermedad maníaco﷓depresiva. Podemos pasar a Freud e invocar ese texto extraordinario que es Duelo y melancolía. Bien. Seguiremos lejos, muy lejos de lo que la tradición melancólica transmite.

¿Cuándo advertiremos que no se trata de contenidos, ni siquiera de estructuras, tenga el sentido que tenga esa palabra de que disponemos con excesiva facilidad, sino de conducción de voces, de modulaciones, de una memoria acústica aguda y dolorosa para captar el declive de los ritmos, la aparición de las manchas en los bordes de las letras, el silencio, la pausa, la interrupción del tumulto?.

No necesitamos ni a Baudelaire ni al Dios judío para entender estos versos de "La vuelta de Fierro": "Viene uno como dormido/ cuando vuelve del desierto...", porque al volver uno despierta, aunque no pulse la mítica guitarra, para descubrir que estamos habitados por el orden del ritmo; y son el ritmo y sus pausas los que nos advierten de lo que fluye sin ritmo ni pausa. La melancolía no es la tristeza ni su contrario, ni siquiera el ardor frenético, heroico, sino el paso brusco y sin mediación a los extremos que se propagan, como el fuego, en todas las direcciones, se detienen como tierra endurecida, bajo la cual fluye la lava y, súbitamente, se extinguen, de un modo fulminante.

Y allí empezamos a entender cierta forma de aprehender el cuerpo, como bolsa por la cual todo fluye, torbellinos, atascamientos, grietas; humores que van y vienen al ritmo del brusco paso a los extremos, desde el frenesí hasta la estatua de sal.

En este punctum (la punzada, el golpe que nos atrapa, de que hablaba Barthes) es preciso recordar a Burton, el anatomista de la melancolía; le pido al lector que escuche el ritmo de estas frases (leer en el libro), que comienzan, en el fragmento elegido, por la cita emblemática de Montaigne en la versión de John Florio; frases tesaurizadas al modo del barroco inglés de comienzos del siglo XVII, por un autor que "vaga" de aquí para allá y mestiza sus fuentes; él no compone orgánicamente un tema, yuxtapone fragmentos, reúne voces, afanoso de acumular citas, enumeraciones, rarezas, voces turbias como voces del puerto o voces de la ciudad, transidas por el humor del ensayo y desbordadas por un éxtasis innombrado e innombrable:... (Fragmento de Burton).

*Psicoanalista. Licenciado en Filosofía. Docente en Psicología y en Humanidades en la UNR.

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