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Lunes, 6 de agosto de 2007

OPINIóN › SIETE DÍAS EN LA CIUDAD

Boom que no paran de sonar

Soja récord, edificios, automóviles, ventas, gran circulación de gente
por todos lados. Datos auspiciosos para cualquier economía. Pero también, como le gusta decir a los gobiernos, los "problemas del crecimiento" que aumentan y no se solucionan. Falta de energía, problemas de tránsito, escaso acceso al crédito hipotecario y una infraestructura deficiente.

 Por Leo Ricciardino

Los problemas de circulación de automotores en Rosario se agravan y multiplican con una velocidad que pocos habían pensado hasta entonces. El déficit de estacionamientos y cocheras, las doble fila, la rápida incorporación de vechículos a las calles de la ciudad; son todos datos que señalan la necesidad de dinamizar políticas públicas en ese sentido. Y todo esto, sin siquiera tener en cuenta un tema que parece hasta ahora soslayado: El de la contaminación ambiental producida por los escapes.

La venta de automóviles nuevos y usados en la región y el país ya tienen caracter de boom. Pero como muchos de los boom a los que asistimos en los últimos años de reactivación, están muy lejos de marcar un desarrollo parejo y sustentable en distintos ámbitos socioeconómicos. La soja es boom, pero se degradan los suelos y no emplean gente. La construcción es boom pero no alcanza a los sectores que necesitan vivienda y hoy no son sujetos de crédito, amén de que la fuerza constructora amenaza con derribar las últimas barreras urbanas que a duras penas subsisten en la ciudad con endebles reglamentaciones. La industria es boom pero no tiene el suficiente respaldo energético para el crecimiento y aún para sostener este ritmo. El verano pasado, la venta de aire acondicionados fue un boom, pero la EPE se desesperaba porque no había suficiente energía cuando todos estaban en marcha. El transporte de cargas es boom, pero no hay gasoil suficiente cuandos se mueve todo junto, en masa. Tantos boom, nos van a poner al borde del estallido.

En Rosario, hace poco más de cinco años, se pensó que un nuevo transporte urbano de pasajeros podría desalentar en gran proporción la llegada de los autos particulares a la zona céntrica. Nada de eso sucedió, por el contrario el TUP ha demostrado que aguanta -a duras penas- como servicio más o menos renovado (y subsidiado) para transportar a los sectores de menores recursos. Es un círculo vicioso: Frecuencias deficientes, poca calidad de los vehículos, escaso confort en las unidades, usuarios amontonados. Nada tentador para dejar el auto en el garage. Por lo tanto, escasa tasa de crecimiento en la venta de boletos, pocas posibilidades de reinversión, necesidad imperiosa de seguir subsidiando la tarifa.

Pero esta situación no es exclusiva de Rosario. En Capital Federal están por "premiar" a los automóviles que ingresen por los peajes con mayor cantidad de personas; y por "castigar" a aquellas unidades que ingresen con el conductor en soledad. Medidas extremas para una situación extrema.

Aquí encima se sumó, hace pocos años, la experiencia de abrir el microcentro a la circulación de autos particulares después de más de dos décadas de veda. Es cierto, eran momentos de gran retracción económica. Pero la situación se revirtió y hoy será difícil convencer a los comerciantes de que nuevamente se aplicaría una veda de ingreso al microcentro.

Habrá sectores más perjudicados que beneficiados, pero alguna decisión habrá que tomar. Hoy por hoy, está más que claro que los problemas de circulación en Rosario no sólo están relacionados con las obras de repavimentación que encaró el municipio después de las inundaciones de marzo, ni con las obras de Aguas Santafesinas que se multiplican en distintas calles, ni con las construcción que reciben el cemento con los grandes camiones que reducen las calzadas de la ciudad. Aún con todos estos factores neutralizados (como, se espera, un día sucederá), las dificultades continuarán. Por lo que habrá que pensar rápido y bien, porque precisamente estas oscilaciones entre retracción y reactivación, entre los boom y la nada; marcan los déficits estructurales y el pensamiento de corto plazo que aún impera por estas latitudes.

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