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Domingo, 26 de octubre de 2008

SOCIEDAD › PERONISMO Y LITERATURA EN GERMáN ROZENMACHER Y RODOLFO WALSH

De Cabecita Negra a Operación Masacre

 Por Roberto Retamoso*

En 1962 se publica la primera edición de Cabecita Negra de Germán Rozenmacher, y en 1964 la tercera edición de Operación Masacre de Rodolfo Walsh, que contiene el célebre prólogo donde cuenta la génesis no sólo escrituraria sino también existencial de su investigación acerca de los fusilamientos de José León Suárez en 1956. De manera que en ese lapso acotado de tiempo se publican dos textos fundamentales para comprender los modos en que la literatura argentina inscribe al peronismo ya no como mera exterioridad, sino como un fenómeno o evento al que se lo narra desde el mismo espacio cultural y político donde acontece y adviene.

Se trata, como es obvio, de textos que poseen distintas características discursivas y genéricas. Cabecita Negra es un libro de cuentos, compuesto como ficción realista acerca de la Argentina de aquel entonces. Operación Masacre es un libro de no ficción, escrito como el relato de una investigación pero también como alegato, denuncia y en el caso del prólogo, como autobiografía. Son, por así decirlo, distintas formas de narrar el peronismo de aquellos años, pero que tienen en común una misma perspectiva narrativa: la de una escritura que se sitúa en el campo de lo popular, leyendo al peronismo como la manifestación cultural y política de los sectores subalternos.

Ambas formas suponen, como es lógico, estrategias narrativas específicas. Los cuentos de Rozenmacher, en tal sentido, se basan en situaciones y personajes ficticios construidos a partir de una poética realista. Ello debe entenderse, literalmente, como una poética que aspira a construir historias que puedan interpretarse como réplicas o reflejos de sucesos y personas existentes en el mundo real. El relato de Walsh, por su parte, no pretende construir personajes y sucesos ficticios, puesto que narra personas y hechos -como indican los títulos de las dos primeras partes del texto- que existen o han existido en el mundo real. Pero lo hace componiendo el relato como si se tratase de un relato literario: de ahí las consabidas definiciones del género de no ficción como relato de hechos reales narrados con las técnicas y procedimientos propios de la novela moderna.

Desde esa perspectiva, si Cabecita negra y Operación Masacre inscriben al peronismo en la literatura argentina, lo hacen por lo menos en dos sentidos. En un sentido sincrónico se leen como una réplica a la cultura liberal del momento, articulada en gran medida por el espacio de la revista Sur. Pero además, y desde un punto de vista diacrónico, los relatos de Rozenmacher y Walsh se leen como un diálogo con la tradición literaria nacional, en un proceso no exceso de miradas críticas y ajustes de cuentas.

Al respecto, se ha señalado que el cuento "Cabecita Negra" puede entenderse como una parodia de "Casa Tomada" de Julio Cortázar. De igual modo, se han reconocido los vínculos que Operación masacre supone respecto de cierta tradición denuncialista en la literatura argentina, y que se encarna en obras como Juan Moreira de Eduardo Gutiérrez.

Sin embargo, en ese tomar distancias respecto del espacio cultural del liberalismo argentino ambas escrituras no dejan de revelar los vínculos profundos que las ligan con dicho espacio. Porque así como "Cabecita Negra" hace de un relato emblemático del espacio cultural de Sur su otro inevitable, el prólogo de Operación Masacre no deja de revelar las deudas que su escritura mantiene respecto de la escritura de Borges y su predilección por el relato policial.

De tal modo, las escrituras de Rozenmacher y Walsh podrían adscribirse a toda una tradición nacional de carácter popular, que históricamente se manifiesta como separación pero también como intercambio con las escrituras del liberalismo, y que en muchos casos adopta las formas de una escritura realista. Así, la inscripción del peronismo en la narrativa argentina de la época parece reclamar una estética y una poética que privilegien la representación de la realidad, por encima de cualquier disquisición de tipo fantástico o metafísico. Estamos, claramente, ante una elección política del lenguaje poético: de una elección y no de una imposición determinada por su objeto, como podría suponerlo la doctrina ortodoxa del realismo narrativo.

*Licenciado en Letras, profesor de la UNR.

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