satira

Treinta son mejores

Por Rudy

¿Cómo está, lector? ¿Bien, verdad? Empezó diciembre, y es un mes difícil. Porque termina el año, porque empieza uno nuevo, porque vienen “las fiestas” y ¡hay que pasarlas! Rara esa frase. ¿Vio que la gente no se pregunta “¿con quién festejás?” sino “¿con quién pasás las fiestas?” como si fuera algo difícil de digerir?

Bueno, no es del todo así, o en todo caso no es igual para todos. Justamente eso es parte del problema. Que en cada final se nota lo que hay, y lo que falta, lo que está, y lo que no, lo que quisiéramos que estuviera, y así. Pero, lector, la idea de quienes hacemos este suplemento no es amargarlo ni amargarmos. Para nada. Si de algo se trata el humor es de poder encontrarle, a lo amargo, ese lugarcito dulce, o agridulce, que lo hace transitable. Reírnos de lo que no tenemos, de lo que queremos pero no podemos.

De cómo nos defraudó el que dijo que si lo seguíamos no nos iba a defraudar. De cómo el que dijo que era aburrido ojalá hubiera sido un poco aburrido, en vez de tenernos dos años a los saltos. Bueno, quizá necesitó tenernos a nosotros bailando todo el tiempo para no aburrirse... (esa hipótesis todavía no la vi escrita en ningún ensayo politológico).

Reírnos de cómo nuestros pesos –tal vez por obra de alguna varita mágica– se vieron transformados en dólares, y luego, por ahí porque se hicieron más de las doce de la noche y no nos dimos cuenta y nos quedamos en el baile de palacio, otra vez en pesos. Y nuestro auto importado se hizo calabaza. Y el zapatito se hizo alpargata.

No es tan simple entender cómo aquel que dijo que “no podía ver un pajarito enjaulado” dejaba salir tremendos buitres, cruzas de águila y rottweiler, que pocos años antes habían destrozado el país.

El humor es también entender cómo piensan otros, que piensan diferente que uno, y cómo es posible que piensen eso que piensan, que tan absurdo nos resulta a nosotros.

Cómo se puede hablar de la “doctrina de la casualidad permanente”, decirle a la gente que “a los tibios los vomita Dios” y que “siempre habrá pobres entre ustedes”, mientras la Ferrari sigue siendo mía, mía y mía. O que vamos a llegar a Japón en una hora y media a través de la estratósfera, quizás al grito de “dele arranque, jefe”.

Algunas frases como “Lamentablemente gracias a Dios no hubo víctimas”, “estamos condenados al éxito”, “el que puso dólares recibirá dólares” “estamos mal pero vamos bien” o aquella definición de un senador sobre el triste destino que les dan los beneficiarios a la Asignación Universal por Hijo podrían ser buenas piezas de stand up, así, sin cambio alguno.

El público se reiría con ganas. Pero los humoristas, creo, tenemos nuestra ética. Y no queremos hacer ejercicio ilegal de otras profesiones. A veces, en cambio, los políticos hacen ejercicio ilegal de la nuestra.

Pero además, lector, ¡tenemos motivos reales, concretos y valiosos para festejar. ¡La democracia cumple 30 años! ¡Sí, lector, treinta años seguidos!

Desde 1930 que no pasaba algo así... y en verdad, no había pasado nunca. Porque si bien entre 1860 y 1930 no hubo lo que se llama “golpes”, tampoco hubo lo que se llama “democracia”. Las mujeres no votaban (hasta 1951) y los varones, hasta 1912, casi tampoco. Había que anotarse. Y medio era como en los boliches: ¡si al patovica de la puerta no le gustabas, no entrabas! Llamar a eso democracia... hmmm.

Pero ahora votamos todos, todas y todes. Podemos elegir presidente, presidenta y presidento. Pero además, tenemos otras leyes, otros derechos, que antes no teníamos.

n Ley de divorcio: Antes, el vínculo matrimonial era indisoluble. ¡Y mirá que trataban de disolverlo con agua, aceite, grasa, manteca, hierro, manganeso y ¡nada! NO importa si lo/la querías, o si no lo/la podías ver no en figurita. ¡Te casaste, sonaste! Ahora..., por suerte no.

n Ley del matrimonio igualitario: Antes un varón sólo podía casarse con una mujer, y viceversa. Ahora podés casarte con quien quieras. La única condición es que él, ella, ello también quiera y pueda casarse con vos. Si no, no. Algunos dicen que es injusto para animales, plantas y minerales. Y bueno... Digamos que vamos hacia una sociedad más igualitaria y menos matrimonial.

n Asignación Universal por Hijo: Hace 12 años había “resignación universal: por hijo, hija, nieto, ahijado, cuñado o vecino”. Ahora, un nuevo avance que no será todo, pero sirve, y mucho.

n ¡Chau Servicio militar obligatorio!: Los jóvenes argentinos que pasan un año de su vida corriendo, limpiando y barriendo (colimba) si tenían suerte, no tienen más esa obligación. Y todos podemos seguir sirviendo a la patria, desde el lugar que cada uno tenga.

n No más Obediencia debida: las órdenes atroces y aberrantes no hace falta obedecerlas, ni darlas, ni nada.

n Ley de medios: El fin no justifica más los medios, y podemos tener dos, tres, muchos “sentidos comunes”.

n Integración latinoamericana: Si miramos el mapa detenidamente, veremos que la Argentina está ubicada no en Europa, como muchos suponen, ni en las Indias, como creyó Colón, sino al Sur del continente americano. Nuestros abuelos que vinieron de otros sitios trajeron su cultura, sus ilusiones y sus ganas, y eso está buenísimo. Somos un crisol de razas (y alguna vez, lamentablemente, de razzias), con gente de todos los colores, credos, etnias, tamaños y sabores, pero el mapa sigue siendo el que era.

¡Festejemos, lector, festejemos los treinta años de democracia! Podrá decir que soy un optimista escéptico, sí, pero no soy el único, como diría Lennon.

Hasta la semana que viene.

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Sábado, 7 de diciembre de 2013
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