satira

Cuando calienta el gol

Por Rudy

¿Cómo le va, lector? ¿Qué tal toda esta semana? ¿Estuvo muy preocupado, pensando, por ejemplo, qué le va a regalar a su papá o qué le van a regalar sus hijos? Mire, por ejemplo, el rey Juan Carlos, para este Día del Padre, le regala un reino a su hijo... Quizás alguien debiera avisarle que ahora es el Día del Padre y que son los hijos los que deberían regalarle algo a él, y no al revés, ¿no?

¿Y Mauricio? ¿Qué le va a regalar a su papá? A ver... a ver... una.. ¡no, eso no!, Un... nah. Ya sé, seguramente va a llenar la ciudad con carteles que digan: “Papá, como dice Duran Barba, ¡sos un tipo espectacular!”. Y después, que Franco entienda lo que quiera.

Sí, porque mañana, ¿sabe lector? además del partido, es el Día del Padre. Y además, es el Día del Libro. Y además, hay gente que cumple años ese día. Y además, hay gente que trabaja, que hace deportes, que lee, que conoce al amor de su vida, que se separa, que nace, que decide irse de viaje, que se hace creyente, agnóstico, ateo, cura, colchonero, rey de bastos, caradura o polizón, como dijo Discépolo hace tanto tiempo.

Pero lector, ¿a quién vamos a engañar? ¡Mañana juega la selección su primer partido en este Mundial! Vamos a estar todos, pero todos todos todos, pendientes de la pelota. Como lo estamos cada cuatro años, pase lo que pase, caiga quien caiga y, como se suele decir, “hasta las últimas consecuencias”.

Y todo lo demás, tendrá que esperar.

Todos nos reuniremos frente al televisor..., el país será un gran televisor, uno de 40 millones de pulgadas, y al –tal vez ridículo– grito de “¡El que no salta es un bosnio!” alentaremos calurosamente, ardorosamente, transpiradamente, estrepitosamente, a nuestros once caballeros, gladiadores, espadachines, que jugarán con nuestra camiseta.

Y será, quizá para calmar los ánimos, el momento de compartir el mate, la factura, las tortas fritas, los sándwiches de miga de jamón y roquefort, las empanadas de carne cortadas a cuchillo, el pastel de papa, la pizza que quedó del sábado a la noche, el asado que quedó del domingo al mediodía, la torta de manzana que hizo la abuela, el chiskeik que arrimó la vecina de al lado, las palmeritas con crudo y mostaza que son “el crédito” de la prima Susana, quien asegura que cada vez que Argentina ganó ella estaba comiendo palmeritas, y mil bocadillos más, si usted es de los que cree que la manera de calmar la ansiedad, o al menos de disfrutarla un poco, es comiendo.

Lector, usted quizá no me crea, pero para muchos la cábala es ésa: comer, hasta que la panza, por sí misma, tenga capacidad de gritar todos nuestros goles, los corners y los laterales.

Porque si somos muy buenos jugando al fútbol, para “alentar comiendo” somos maravillosos.

¿O será el momento de las posiciones?

  • Vos, Luisito, ponete lejos del televisor, acordate de que tenés una abuela croata, y eso queda cerca de Bosnia..., no sea cosa de que nos des mala suerte.

  • Nona, por favor, no se rasque los pies, que puede contagiar a nuestros jugadores...

  • María, ¿no te habrá quedado un cachito de esa torta que hiciste el día de la final del ’86? ¡Podrida o no podrida, ese día fuimos campeones mundiales!

  • Joaquín, ya sé que ahora tenés 24 años, pero ¿no te pondrías pañales, como ese día que descalificamos a los tanos en Italia ’90?

  • Miren, hay que ponerse todos igual, igual que en la final del ’86... Bueno, igual no, cada uno tiene 28 años más que en esos tiempos.

  • Juan, ¿por qué no se acuesta con Lucrecia? ¡Ya sé que hace 10 años que están separados y no la puede ni ver... pero acuérdese de ese día en que gracias a ustedes el Goyco atajó un montón de penales!

  • No, Carmen, ¿cómo se te ocurre pedirme que te ayude a poner la mesa? ¡¿No te acordás que hace cuatro años hice eso el día del partido contra Alemania?!

Y así podrían seguir. Y seguir. Y seguir. Las cábalas, las corazonadas, las ideas.

Y uno consultará a su almohada, otro a su gurú. Otro a su asesor espiritual, a su consorcio, a su abogado, a su psicoanalista, al panadero de la esquina, a su amante, a su ex, al fantasma de su tatarabuelo, al conductor de tevé que le dice cómo hay que ser en la vida, o a quien sea. Para sacarnos “la angustia previa” y “ saber” qué hay que hacer para que nuestra selección gane.

Como si dependiera de uno.

Porque de esto se trata, lector. La sensación es que no son los jugadores sino uno el que está ahí en la cancha y tiene que resolver el destino futbolístico de la patria... Juan el peluquero, Leticia la fisioterapeuta, Lautaro el diseñador gráfico, Maximiliano el repositor de lácteos en el súper, Benicia la psicóloga, Paula la profe de geografía... Lucas el lactante..., todos jugando.

Y no. Ellos juegan, y nosotros los alentamos, los criticamos, los elogiamos, y un montón de amos más. Cada uno a su manera.

Y nosotros, lector, con todas las ganas de que nuestra selección gane mañana, desde estas páginas. Esta hinchada alienta con lo que mejor sabe, con chistes.

Hasta la semana que viene.

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Sábado, 14 de junio de 2014
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