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Viernes, 25 de septiembre de 2009

ENTREVISTA

La vida te da sorpresas

Autor e intérprete, escritor y actor —este año se lo vio en El artista, la película de la dupla Mariano Cohn y Gastón Duprat—, Sergio Pángaro es una caja de sorpresas que quiebra las caderas para escaparles a las definiciones, pero no deja pregunta sin responder. Retrato de un trabajador sensible, con una infancia digna de la biografía de lo que es un artista.

 Por Naty Menstrual

¿Cómo empezaste con la música?

—De muy chico. Mi madre tuvo que dejarnos en un colegio pupilos, era un colegio religioso donde teníamos música. Uno de los instrumentos que había para tocar era la mandolina. Así que terminé tocándola, y fijate cómo me lo habré tomado en serio que el profesor, que era un cura, durante un viaje me dejo a mí, que era muy chico, a cargo de la clase. Esos fueron mis primeros pasos.

¿Y la primera vez que subiste a un escenario?

—Eso fue en Mar del Plata. Iba con un aparato raro haciendo unas presentaciones en bares de amigos.

¿Qué aparato?

—El aparato se llama portaestudio y era un grabadorcito multipista de cuatro canales marca Fostex. Mar del Plata, año 1988. El espectáculo se llamaba Bolero de pasión, era un musical donde cantaba y declamaba un extraño argumento que enlazaba las canciones que tenía grabadas en el aparato. Me había llevado una valija con mis trajes, un seguidor y un maniquí. Bailaba con el maniquí y me cambiaba en escena. Recuerdo que la gente se quedaba perpleja (por momentos el show se ponía violento, gritos, etc.), un par de personas se me acercaron para decirme que les gustaba y eso me asombró, algunos me invitaron a hacerlo en diferentes lugares y otras personas, a producirlo un poco mejor.

Antes, con Baccarat, te presentabas en el escenario con dos chicas. Ahora estás rodeado de diez muchachos. ¿A qué responde esta decisión de tu nuevo show? ¿Una necesidad íntima, particular?

—No. Lo que pasa es que con las chicas hay un tipo de relación en el escenario que a mí me ubica en un lugar, es decir, como en un complemento de algo... Igual te digo que no es la primera vez. En una época alternábamos Baccarat —con las chicas— con San Martín Vampire Show en el que éramos un trío y yo estaba al frente. Y bueno, de alguna manera era esta situación.

Bueno, pero ahora tenés diez hombres todos juntos. Qué lindo estar ahí...

—Lo que pasa es que el arreglador y orquestador está trabajando con una sonoridad tanguera, y mínimo los arreglos eran para diez instrumentos; son voces que él escribe, que si no son diez no suena el sonido que él está buscando.

O sea que no sólo fue una decisión tuya sino un requerimiento musical...

—Exacto, sí, sí...

Yo lo que vi en vos fue algo muy fuerte, indudablemente de showman, vi mucha teatralidad, no sos simplemente un cantante que se mueve un poco, pone cara sexy y guiña un ojo...

—Así es. Sí, eso era en el otro espectáculo donde estaba muy marcado por la presencia de las chicas. Ese histrionismo y esa situación escénica, acá, la verdad, no es que me lo prohíba, pero no me sale tanto. No me nace, digamos, hacerme muy el canchero. Estuve viendo los videos y la verdad es que estoy parado como una estaca, excepto en la canción “Americano”, que es como un swing.

Ah, y la imagen la cuidás muchísimo, esa marca tuya, ese estilo...

—Bueno, los trajes que tengo tienen que ver con la época.

¡Me pinchás todos los globos que te voy tirando! ¿Por qué, mi amor? Te digo que sos un showman, me decís “no”. Te hablo del vestuario cuidado, me decís “y sí, los trajes que tengo”...

—Bueno, tenés que ver el espectáculo.

¿En qué se diferencia con otros?

—Los temas de Baccarat, por ejemplo, eran todos míos, están compuestos por mí, tienen como un capricho personal que quiero manifestar de alguna manera. Estas canzonettas son como una cosa que trascendió la prueba del tiempo; estas canzonettas son joyas, es como traer una escultura de Miguel Angel; si estás en desacuerdo con esa música, el problema es tuyo.

Es como ir a escuchar a un cantante de boleros, por ejemplo Estela Raval...

—Sí, exacto; si no te gusta, es que no te gusta el bolero, no es que el problema es el tema en sí. Estas canzonettas, para mí, son genialidades desde la música hasta la letra, son del 1700 hasta 1950, ahí el problema en todo caso es quién las interpreta y yo me siento muy tranquilo en ese aspecto, me siento como acunado por las olas del océano, no es que tengo dudas.

Ah, bueno, te salió la sirena...

—¿Viste? Es como una cosa diferente.

Si yo tuviera que definir tu sexualidad, no me parece sencillo. Por lo menos no me parece claro como la gente en general pretende que sea. Una cosa u otra. Lo normal, lo establecido. Tenés un perfil que desorienta. ¿Pensás que la gente necesita sí o sí una respuesta clara para conformar su morbo?

—La gente puede necesitar definiciones, pero creo que es para hablar de algo, como hablar del clima. Cuando uno se enamora, que es lo importante, no sirven de nada las definiciones.

Que te califiquen como puto o no puto o bisexual por tu estética o tus modos, ¿te jode, fue o es difícil convivir con eso?

—A veces me desorienta porque mis referentes son masculinos, pero se ve que la imagen ambigua del cantante pop de los ’80, con la que crecí, es parte de mi esencia.

Tu mamá, por situaciones de la vida, tuvo que dejarlos pupilos para poder trabajar... Tu padre, en cambio, se fue. ¿Cómo te marca eso y sobre todo la ausencia y abandono paternos?

—Creo que lo superé bastante bien; lo extrañé al principio, pero siempre estuve más cerca de mi madre.

Me encantó lo que me contabas... La dulce historia del niño de la mandolina...

—Fue un instrumento que me acompañó durante aquellos años y me dio el privilegio de entretener a la gente; ahí descubrí que eso podía ser una tarea tan útil como limpiar el piso o cuidar de los animales.

¿Cómo te definirías sexualmente en la cama y en la calle? ¿Creés que uno puede ser potencialmente marica sin hacerse coger?

—No me doy cuenta mucho, pero creo que si alguien me gusta se nota.

Tenés una relación directa con el universo marica. ¿Cómo te llevaste con eso durante tu vida?

—Comparto con mis amigos, sean maricas o no, la inclinación por el desprejuicio. Digo inclinación porque eso es algo que se conquista, en ese terreno siempre tenemos trabajo por hacer.

¿Cuáles son tus objetos de deseo?

—Los instrumentos musicales, los muebles, la ropa y las personas; en ese orden.

¿Cuáles son tus armas más secretas o no tan secretas de seducción? ¿Considerás que sos un seductor permanente?

—Lo que funcionaba en un momento ya no funciona, así que ése es un campo de experimentación con resultados inciertos.

¿El tema gay cambió para bien, para mal, estamos mejor o diferente? ¿Creés que hay una verdadera apertura o sólo una careta y aparente?

—La CHA hizo mucho en materia de política en épocas que no eran nada fáciles. Sobre esas conquistas se montaron muchos que no son conscientes de eso y heredaron un poder que emplean de la peor manera burguesa, discriminando y segregando por motivos banales.

¿A la hora de revolcarte preferís hombre, mujer o un poco de todo, como diría Rafaella Carrá: “Fiesta, qué fantástica, fantástica esta fiesta”?

—No me divierto mucho en las fiestas si estoy pensando en el sexo.

Si no hubieras sido Pángaro, ¿en qué cuerpo, mente y corazón hubieras elegido nacer?

—En rey.

De no haber cantado o actuado o escrito, ¿qué hubieras querido hacer?

—Nada.

¿Me das un beso en la boca? ¿Con lengua apasionada o dulce piquito?

—Piquito.

Gracias, nene...

—A vos, hermosa.

Sergio Pangaro Sorpresa, el 29 de septiembre a las 21, en el Ciclo Molotov, Centro Cultural Ricardo Rojas, Corrientes 2038. Gratis.

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Imagen: Sebastián Freire
 
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