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Viernes, 12 de marzo de 2010

PD II

Con la brasa en el horno

cartas a [email protected]

Estimados

¿Como es posible que reproduzcan un tipo de texto de este tipo?* Decir que hay “un tono ambiguo entre la curiosidad y (...) finalmente la violación” en el texto es validar un acto de este tipo. ¿Un joven de 20 años penetrando a un niño de 9? ¿Da lugar a ambigüedades? El texto es una ficción, podrían escudarse. Un relato subjetivo, la mera experiencia de Villoro. Pero es un suceso posible.Y lo peor es que lo reproducen en una publicación dirigida a la diversidad. Me pregunto: ¿No refuerzan ustedes las representaciones que sitúan a los diversxs en prácticas oprobiosas? Es una apología de la pederastia. De la vulneración de los derechos humanos de los niñxs. Entre un infante y un mancebo de 20 años no puede haber “entendimiento”. Revean su posición. Supriman el texto. O pidan disculpas.

Saludos.

Pablo Pérez

* El lector hace referencia a la cita de un fragmento de la novela La brasa en la mano de Oscar Hermes Villordo que apareció en la edición de SOY del 26 de febrero de 2010.

Respuesta

¿Será necesario que este suplemento aclare que no avala, ni promueve ni celebra el abuso sexual infantil? Consideramos que no. Por evidente pero también porque tal declaración no debería conformar ni dejar tranquilo a nadie. Recuérdese aquí las sucesivas declaraciones de la Iglesia en relación con el tema y contrástese, sólo para empezar, con los niños del coro dirigido por el hermano del Papa. El abuso sexual suele ser perpetrado por personas buenas, del entorno, los encargados de cuidar. Nunca por novelas, libros, vasijas, murales, objetos de arte.

¿Cómo es posible que SOY reproduzca este texto? Porque se trata de un texto literario que además tuvo una importancia política particular en el modo de narrar la homosexualidad en este país. Ahora, La brasa en la mano se reedita en Chaco y fue best seller en 1983, cuando se publicó por primera vez. Claro que de haber sido poco exitoso o censurado también se habría reproducido en estas páginas. ¿Habrá que negarse a publicar textos que describan sin filtro moral todas aquellas cosas que no aprobamos en la vida real? ¿Cuántos libros quedarán a salvo en la biblioteca? Oscar Wilde, Gustave Flaubert, Vladimir Nabokov, el marqués de Sade tuvieron que dar explicaciones ante la Justicia por sus invenciones. Con las palabras que fueron a parar a la hoguera se puede hacer una nueva Babel. En todos los casos, la posteridad se arrepiente y se sonroja ante esta pulsión por ajusticiar al mensajero. ¿Y resulta peor por tratarse de una publicación de diversidad sexual? Ni peor ni mejor. Sobreactuar la buena letra para que las sospechas de la ignorancia y la homofobia no caigan encima no colaborará mucho para avanzar por sobre la ignorancia y la homofobia.

Un dato más: Oscar Hermes Villordo se ocupó de sugerir más de una vez que él mismo había sido aquel niño de 9 años. Y si a él, por una cuestión política, literaria o íntima, le gustaba decir que había sido así, no hay nadie, por más que quiera o no le guste, que pueda torcer o callar su testimonio.

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