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Viernes, 19 de marzo de 2010

ES MI MUNDO

Closet con Garbo

Una exposición en Milán descubre el secreto guardarropas de Greta Garbo. La diva que se mostraba sorda y muda ante los gritos de la moda tenía infinitos modelos y zapatos. Algunos de ellos salen a la venta, sólo para clientas exclusivas.

 Por Victoria Lescano

A diferencia de otras estrellas que ostentaron su gusto por la moda, desde el uso y abuso de joyas de Fulco di Verdura a cláusulas contractuales millonarias para vestirse y hacer que los atuendos combinasen con los tapizados de su autos o con sus petacas –remitirse al anecdotario de Gloria Swanson, Natasha Rambova, Rodolfo Valentino y la Crawford–, Garbo usó la vestimenta como armadura y velo.

El cuello de su trench coat siempre bien ceñido por un lazo y el habitual uso de un sombrero oficiaron en su manual de estilo como camouflage. Así arribó en 1920 desde Suecia –donde en su juventud había trabajado como modelo viva en una casa de sombreros– y los americanos que por entonces elogiaban la silueta petit de Mary Pickford y de Norma Shearer se tomaron un tiempo en entender el garbo detrás de esta ambigua figura. Luego, ya estaba convertida en un icono de la cultura gay, un referente inalcanzable para el resto de las mortales.

Es vox populi que G. G. solía decir: “Cuando estoy fuera del set no quiero pensar en ropa”. Y que a los trenchs a prueba de agua, atuendo fetiche, los lucía tanto para caminar bajo la lluvia como para ocultar sus pantalones holgados cada vez que iba a Chasen, un restaurante de Los Angeles cuya etiqueta prohibía el uso de esas prendas reservadas para el placard masculino.

La diva que siempre miente

Todos esos desplantes frente a los dictados de la moda aparecen puestos en duda a raíz de la muestra “El misterio del estilo”: un centenar de vestidos que incluyen creaciones con etiquetas de costume designers se exhiben por primera vez en el Museo de Diseño Triennale de Milán. La muestra se fragmenta en varios subtítulos. En “La elegancia de cada día” asoman camisas, pantalones, vestidos en tonos pastel con estampas florales, sus abrigos de paño de todos los colores, sus colecciones de maletas Vuitton, algunos originales Pucci, otros Givenchy y hasta un bañador rojo. Llama la atención el apartado consagrado a su colección de zapatos, tanto como la recopilación de célebres retratos tomados por Cecil Beaton y por Clarence Sinclair Hull. Entre unos y otros brillan por su ausencia los atavíos glam de Mata Hari. ¿El motivo? El coleccionista privado que las conserva se negó a prestarlas.

Los vestuaristas de Garbo

“Garbo no es afecta a los peinados de moda, por eso le hago combinaciones simples pero que en ella lucen extraordinarias. Comprobé que muchos de sus sombreros se volvieron tan clásicos como los autos Ford”, argumentó Adrian Adolph Greenburg en 1935, consultado por Photoplay sobre el método secreto para lookear a Garbo. Se refería sin duda al modelo slouch que usó en Conquest, al pill box de As You Desire Me (George Fitzmaurice, 1932) con frente ovalado y lados rectos, al “Eugénie” que ocultó un ojo de la diva en el film Romance (Clarence Brown, 1930) y al no menos célebre sombrerito de agente rusa chic que lució en Ninotchka (Ernst Lubistch, 1939). Pero cuando en 1941 el director George Cukor lo convocó para vestirla en Two Faced Woman, sus bocetos fueron descartados por “demasiado extraordinarios para vestir a una mujer común”, y Adrian rompió su contrato. Para colmo el peinador de Hollywood Sydney Guilaroff terminó el personaje con una permanente de ondas. Los críticos ladraron: “Es vergonzoso, Garbo parece una mujer que va al supermercado”, “Verla es mucho peor que encontrarte a tu madre borracha”. Cuentan que, años más tarde, cuando Garbo supo de la muerte del diseñador perdió la compostura y corrió a buscar los guantes blancos bordados con sus iniciales, que el vestuarista le regaló como souvenir de La dama de las camelias.

Luego de la era Adrian vino un intento de reinvención con los diseños de Valentina, una elegante y austera diseñadora rusa afincada en Nueva York. Los diseños de siluetas monocromáticas en puras sedas fusionados con recursos de la ropa oriental fueron interpretados por analistas chismosos como un velo tras el cual se desarrollaba el trío formado por la diseñadora, su marido George Schlee y Garbo. Lo cierto es que se produce aquí un intercambio de roles. Valentina comenzó a vestirse a imagen y semejanza de Greta y en ocasiones se autoproclamó “la versión gótica de Garbo”.

El zapatero prodigioso

En esa búsqueda por ahondar en el estilo de la Garbo fue fundamental la colaboración de la firma Salvatore Ferragamo, el zapatero italiano que además de inventar plataformas con cortezas de árboles, papeles de caramelos y redes de pescador, fue el dueño de una célebre zapatería llamada The Hollywood Boot Shop, que frecuentaron Douglas Fairbanks, Pola Negri, Marilyn Monroe y también Garbo.

Además del afán retrospectivo, la muestra esponsoreada por la firma de calzado fue un golpe maestro del marketing, que coincidió con el anuncio del lanzamiento de ediciones limitadas en tiendas Ferragamo de todo el mundo de cuatro modelos vintage usados por Greta (hay sucursal Ferragamo en el Palacio Duhau de Buenos Aires).

En su autobiografía Shoemaker of Dreams, Ferragamo escribió que Garbo irrumpió en su tienda con sandalias acordonadas y le suplicó: “No tengo ningún par de zapatos y quiero caminar”. Narró además que Garbo prefería los tacones bajos o medios que realzaran su elegancia, y que él acostumbraba realizarlos en una variedad de materiales y colores acordes a la paleta de su armario. Hay testigos dispuestos a decir que la han visto salir de su tienda con cajas que contenían más de 70 pares de zapatos.

La historiadora Patty Fox, autora de Hollywood Legends of Fashion Icons, indagó en la compulsión de Garbo por los zapatos a medida y entre las causas esgrimió que la chismosa crítica Hedda Hopper, luego de verla en mocasines, había dictaminado que “seguramente usaba zapatos tan masculinos porque escondía grandes pies”.

Independientemente de la talla de sus extremidades, Garbo vuelve a ponerse de moda con cuatro iconos del calzado: del modelo Attica, un zapato cerrado diseñado en 1942 con la parte superior de gamuza marrón, una cinta marrón de cuero de potro y cuña de corcho, a Cistia, una sandalia redondeada con lazo en el tobillo y piel negra, Ravello –ballerina con lazo en cuero beige y forma cónica original de 1957– y la zapatilla de noche Darana: realizada en terciopelo negro, ostenta un escote en V, lentejuelas plateadas y abalorios de cristal.

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