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Viernes, 19 de marzo de 2010

LUX VA A LONDRES

¡Ay, San Patricio mío!

Movidx por el espíritu patriótico Lux acepta una misión secreta en Londres. Si bien no logra que los británicos entren en razones, ayudadx por hermanos latinoamericanos, les da una buena salsa.

No sé de dónde salieron los fondos para integrar el tradicional parade de Saint Patrick que todos los años atraviesa Londres, pero en cuanto recibí la noticia ya había preparado mi pasaporte y mis certificados de vacunación antigripal. Me convocaban para integrar la carroza “Patricias Argentinas” y, secretamente, se esperaba de nosotrxs que estableciéramos un statement en relación con las Malvinas. Nacionalista y sentimental como soy, abrazo cuanta causa patriótica se me cruce por delante (o por detrás), y si esos cruces tienen como horizonte mi amadísima Londres, que ya ha sido objeto de estas correrías mías por el mundo, mucho más aún.

La misión bicentenaria-reivindicativa tenía altas probabilidades de fracasar, lo que quedó en evidencia ya en Ezeiza, donde había tres grupos de jugadores de rugby dispuestos a embarcar rumbo a Sudáfrica en vuelo de Malaysia Airlines. No me interesaron tanto dos de esos equipos (los de edad escolar), pero el chonguerío que integraba el tercer team había decidido viajar en pantaloncitos cortos y yo, sensible como soy a esas patas acostumbradas al roce, no pude resistirme a la tentación de fingirme integrante de ese vuelo para mejor disfrutar de ocasionales e “involuntarios” contactos casuales con esos muslos prietos y expuestos a la lascivia de mis ojos y las (eficacísimas) yemas de mis dedos. Entretenidx en esas celebraciones deportivas, casi pierdo el vuelo.

Llegamos el viernes previo al parade dominical y lo primero que hice, después de cargar la tarjetita oyster para el subterráneo, que nunca olvido de llevar conmigo, fue llamar a la famosa fotógrafa y travesti paraguaya Luna Baiba (en la foto, con amigxs), que reina desde hace años en las pistas y las fotogalerías londinenses, para ponerla al tanto de nuestra pequeña conspiración, que podía cambiar el mundo. Hicimos cita para cenar el sábado a la noche en el sur, cerca de London Bridge, donde iba a suceder una fiesta latina de salsa, merengue, rumba y reggaetón en los sótanos del Guy’s Hospital. Como se festejaba, al mismo tiempo, el Día de la Madre y el comienzo de la primavera (que marca la festividad de San Patricio), la fiesta de la comunidad gay latina había adoptado el nombre de “Madre-Primavera”. Hacia la medianoche, los británicos amantes de la salsa como baile de salón que habían sido atraídos al lugar ya se retiraban, humilladxs por el fuego de una turba ardiente de dominicanxs, venezolanxs y caribeñxs que a cada paso que daban hacían temblar los oscuros y huecos subsuelos londinenses (y también los míos). La DJ era una peruana encantadora que mezclaba con pericia amatoria los ritmos más subidos de tono con los más tranquilos.

Al poco yo había ya perdido mi poca cordura y los “saborrr”, “rico”, y “chévere” con los que acompañaba mis sacudimientos de cadera y mis presentaciones (“My name is Lux”) me habían ganado la simpatía de lxs bailarinxs, con quienes desperté en dulce y húmedo montón, mi cuerpo un poco adolorido, al mediodía del domingo siguiente por Stockwell, ya muy tarde para llegar al parade, que había comenzado sin mí.

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