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Viernes, 2 de abril de 2010

TV

Enfermera inteligente

“El hecho de que quieras ayudar a la gente te coloca a miles de millas del ciento por ciento de la población; así que si te dan ganas de llorar, andá al baño... y en lo posible, renunciá.”

El Hospital de Todos los Santos de Nueva York es el escenario y Jackie Peyton no es una santa. Casi común y corriente. Hace bien su tarea y es inteligente. O sea, nada común y corriente. La denuncia de un sistema médico que deja tanto que desear, que mereció una película de Michael Moore, mezclada con las vicisitudes de una agente excepcional de ese mismo sistema, dan un resultado óptimo.

Y el mérito se lo debemos a la explosiva pareja lésbica de Liz Brixius y Linda Wallen. Tormentosas en su devenir personal, geniales en su producción. Antes de ser novias hicieron colaboración mutua en Cybill, la comedia ochentosa de Cybill Shepard. Asociadas vital y profesionalmente, se lanzaron con E.R. Hicieron los deberes, lograron que el Tío Sam les diera un sitial y en la primera de cambio mostraron la hilacha. En 2007 comenzaron con su plato fuerte, Nurse Jackie: mujer testosterónica que muchos quisiésemos al menos tener de amiga. Como lo son ella y Momo, el enfermero gay y musulmán (un plato fuerte) que conjura en sí la ternura, el sarcasmo, la vulnerabilidad y la eficiencia perfectas para hacerle de ladero a Jackie. La otra gran amiga es la doctora O’Hara, una británica espléndida, versión femenina de Momo.

Jackie es Edie Falco, la increíble mujer policía de la prisión Oz, la serie de HBO que la lanzó a la fama, y que luego se luciese en su semiestelar en Los Sopranos. Algunos petit-four: mantiene una bigamia con el papá de sus hijas y de quien está profundamente enamorada, y con Eddie, el farmacéutico, de quien está profundamente enamorada, y que le provee Vicodin a discreción. Ambos desconocen la existencia del otro mientras ella puede contestar ambos celulares (uno para cada amor), simultáneamente y en el mismo gesto, uno en cada oreja a la voz de “No puedo hablar, después te llamo, te quiero”.

Un serie que supo esquivar la moralina yanqui del bueno-bueno-bueno versus el malo-malo-malo, un guión que pone a trabajar a gente en condiciones un poco (apenas) más sofisticadas que los hospitales de Macri, pero que no abandona su condición de ficción.

Se estrena un episodio cada domingo a las 21 y luego, a las 24, se repite el de la semana anterior.

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