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Viernes, 9 de julio de 2010

SUDAFRICA 2010

(Nos hicieron) Plastilina

Crónica del último partido de la Selección Argentina visto por un equipo de fútbol gay que ya piensa en cambios estratégicos para limpiarse el barro de la derrota.

 Por Facundo R. Soto

Todavía tenía el perfume que habían dejado las chicas en la casa de “8” cuando recibí un mensaje de texto que decía: “A ‘6’ le entregaron el plasma, nos invita a su casa a mirar el partido”. Nadie sabía exactamente dónde vivía. El sábado nos reunimos a las nueve en Liniers, donde “6” nos pasó a buscar con el remís de su cuñado.

Al lado de su casa había otra, también sin terminar, con ladrillos huecos y una bandera de Paraguay en la puerta. Una lamparita suelta colgaba del techo. Las sillas estaban rotas. El piso era de cemento. En la mesa había flores de plástico adentro de una lata de cerveza. Sobre la pared colgaba un poster de Boca. El olor de Rikelme, su perro, estaba impregnado por todas partes. “10”, “El Doc”, al entrar a la casa dijo lo mismo que decía cuando pisaba el campo de juego:

–En la cancha somos todos iguales, no hay polleras.

Yo entendí que éramos todos compañeros, más allá de dónde vivamos.

Dejamos los paquetes de lentejas sobre la mesa, los vinos, las Fantas y Sprites, las latas de tomate, y nos pusimos a trabajar. “6” preparó el mate. “12” dijo que no iba a comer. A mí me tocó poner a hervir el agua, al “Furia” cortar el pan, “6” iba a comprar un par de cebollas que faltaban.

“10” se quejó de “12” porque lo sacó del sillón donde estaba. Prefirió sentarse sobre los resortes antes que en la banqueta roja o en el piso. Me acerqué con un cañoncito de dulce de leche y le pregunté a “12” qué le pasaba. Fuimos afuera. Mientras encendía un mentolado, me dijo:

–No sé, no tengo hambre, gracias.

–Está por empezar el partido. Les podemos romper el orto a estos alemanes.

–Sí, quiero ver el partido, y con ustedes. No quiero irme solo a un bar, pero...

–¿Y entonces?

–No me hallo acá, Facu, no me hallo.

Se escuchaba a los chicos adentro: se reían, hacían comentarios, cantaban. Le anuncié a “12” que iba a entrar.

–Hace lo que quieras, voy a tomar aire y a pensar. Veo qué hago.

Al entrar, vi a “10” en la mesa. Estaba desenvolviendo paquetes de plastilinas celestes, blancas, negras y amarillas. Se puso a amasarlas, pero no las mezclaba. Cuando empezó el partido tenía varios jugadores con los pies en el mantel. Después estiró la plastilina roja y la cortó en distintos pedazos, a los que les dio forma de penes. Se los puso a los jugadores argentinos. Los alemanes ya tenían pijas chiquitas, blancas y caídas.

Nuestro DT pidió permiso para afeitarse. El baño quedaba afuera. El espejo colgaba de una soga. Las gallinas se enredaron entre sus piernas, las pateó y ellas chillaron. Los jugadores entonaban el Himno y los chicos hablaban a los gritos. Cuando empezó el partido, “6” se acordó de que tenía Hi Definition y desenchufó el cable para conectarlo a no sé dónde. Nos perdimos las primeras jugadas. El partido se veía como si estuviéramos jugando en la Play Station, pero al poco tiempo las imágenes llegaban retrasadas, descomponiéndose en cuadritos pequeños.

–¡Esto es desesperante! –gritó “El Furia”.

Los chicos seguían haciendo comentarios y era imposible escuchar al relator.

Cuando volvió el DT, afeitado, dijo que si ganaba Argentina nos quedábamos a ver Paraguay y España.

–No entiendo cómo El Diego pone a este Di María...–dijo “El Entrerriano”, pateando una bolsa de cascotes.

–Tantos alemanes, ¿de dónde salieron? –pregunté al ver a tres de ellos marcando a uno de nosotros.

–Juegan al achique, por eso nos aprietan. No le doy un buen pronóstico a la Argentina –sentenció “5”.

Alguien pidió que le pase la botella. Miré la etiqueta y le dije:

–¿Te sirvo Paso de los Trolos?

–El único que vale la pena en este partido es Carlitos, que juega con Messi, la toca... un genio, el chabón –dijo “El Furia”.

–Pará, che, no seas injusto. No estamos jugando mal. Ellos son mejores...

–¡Este árbitro del orto! ¡Deja pasar todas! Tienen que arrancarle el brazo a uno y serrucharle la cabeza a otro para que cobre falta.

Apareció un primer plano de Otamendi.

–Mirá, mirá. Tiene un tatú con la hojita de la marihuana en la nuca –gritó “4”, mientras la imagen ya no estaba en la pantalla.

“El Furia” se levantó de la silla y les gritó a los jugadores con el dedo índice en alto.

–Pipa, si lo hacés, te chupo la pipa –dijo “El Doc”.

–Esta laucha de Di María... no hace un carajo –volvió a decir “El Entrerriano” mientras golpeaba la mesa.

–¡Müller hijo de puta! –dijo “5”.

Vino el primer gol de Alemania.

–Si Burdisso se corría un paso, era posición adelantada –sentenció “5”.

–Hijos de puta –dijo “10” mientras les pegaba a los muñecos alemanes con una poronga de plastilina hasta tirarlos al piso, también a algunos argentinos. A continuación les enterró la pija de plastilina en el culo.

–¡Este es el verdadero poder de He Man! –gritó.

Después de un preciso pase de Tevez a Messi, “12” se me acercó y me dijo:

–Mi futuro depende del partido. Si empatamos, me quedo; si no, me voy.

En el segundo tiempo, después de que nos anularon el gol, la tele quedó en rayas, producto de los saltos y de las sillas que se cayeron. Cuando “6” restauró la conexión, vimos a Messi comiéndose un gol y después escupir al pasto, justo cuando “10” se llevaba un pedacito de pan con tuco del plato de “12”, que estaba sin tocar. Nuestro compañero tampoco estaba en su lugar. “Quizá se fue a fumar”, pensé.

–Che, pero acá no hay cambio estratégico –dijo “5”.

–Sí, tal cual. Si el equipo no funciona como lo habías planeado, tenés que rearmarlo –dijo alguien.

–Otra vez se tiran contra El Diego –intervino “4”.

–No, es una realidad. No hay cambios –dijo “10”, mientras Podolski levantaba la pelota con una fineza increíble.

–A éste hay que hacerle fist fucking –dijo 5, “El Hétero”, y todos nos reímos.

Tevez se peleaba con el referí. El arquero de Alemania quedó boca abajo.

–¡Qué culito tiene este arquero!

–Sí, juegan re bien estos rubiecitos. Y tienen un orto bárbaro –agregó “10”.

A pesar de habernos comido cuatro, recién al irnos me di cuenta de que faltaba un muñeco de plastilina; y que “12” se había ido, y sin saludar. Eso me hizo pensar que “12” había renunciado al equipo. Parece que ése no es su lugar. “Estamos buscando el nuestro, todo el tiempo”, pensé. Espero que “12” lo encuentre pronto. Si alguien está interesado en ocupar su puesto, por favor que se ponga en contacto con nosotros.

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