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Viernes, 20 de agosto de 2010

TV

Flavio quiere, Marcelo también

Entre el festejo por la ley de matrimonio y la pantomima de embarazo –con la paternidad reconocida de Marcelo Tinelli– de Flavio Mendoza, la televisión parece haberse vuelto un poco más friendly.

 Por Claudio Zeiger

Hace rato que la tele se ha vuelto más que friendly hacia el ambiente gay, sobre todo hacia sus prototipos más reconocibles, parte indiscutida del mundo del espectáculo. Y con la frutilla del postre del matrimnoio igualitario, es gratificante ver a los otrora adalides de la misoginia y la homofobia televisiva saltando en la plaza al ritmo de los votos en el senado, festejando codo a codo con las ¡Maricas! de Pepito. Siempre es bienvenida la diversidad, siempre hay que celebrar los pasos que van hacia adelante.

En este contexto tan favorable para la comunidad, los esfuerzos de Flavio Mendoza por convertirse en la Primera Dama de Ideas del Sur son un plato picante, llama la atención y hay que seguirlo al coreógrafo y bailarín, pícaro y entrador. Se ve que tiene calle para moverse en los más diversos escenarios sociales y mediáticos. Se mueve como pez en el agua entre los machotes y las modelos de Animales sueltos, el siempre “transgresor” programa de Alejandro Fantino; hace pocos días lo mandaron a la cancha de Boca, donde los muchachos lo reconocían por dos rasgos: por su pelo platino y por su cola dura, “tocada” por la varita mágica de Tinelli. Flavio se le plantó a Ricky Fort y con uñas afiladas lo hizo retroceder hacia su guarida. Actúa, al parecer, el personaje de la mariquita divertida y extrovertida como en su momento Ronnie Arias, ahora devenido cronista social en La Liga. Juega a ser un poco hueco y distraído pero no es hueco, ni tan distraído.

Poco después de su separación, Tinelli habilitó el imaginario que había estado largo tiempo encapsulado. Pasó a tener una vida secreta a la que muchos quieren asomarse. En cierto modo, se convirtió en lo que había evitado ser: un famoso. Soltero codiciado, se sexualizó. Y ese desborde de sex appeal, innegable carisma y porte de hombre maduro que está bueno, abarcó en su imparable ola, la bisexualidad. Todos sabemos que corren leyendas urbanas sobre ciertas relaciones. Captación del público gay. ¿Por qué no?

Son leyendas, fantasías que sobre todo deben seguir siéndolas. Y si Fort puede andar alegremente por la vida haciendo castings de hipotéticas novias, Tinelli tomó la posta. Por estos días, se lo disputan varias chicas que hacen el rol de arribistas simpáticas, un poco provincianas, un poco gomas para el rey de los gomas. Chicas de barrio, al fin y al cabo, con ilusiones en la gran ciudad. En el mundo televisivo, sacarse la sortija- Tinelli es lo mejor que te puede pasar. Y con gran olfato y un desprejuicio impensado no tantos años atrás, se armó ahora la novela del mariquita que quería ser Primera Dama y hasta tener un vástago, como se vio en estos días,que inclusive tuvo lectura de evatest en público.

Hay algo de choripán y días felices ahí. ¿Por qué yo no? se pregunta el personaje de Flavio detrás de la máscara de payasito. ¿Por qué yo no puedo besarlo y quererlo y tenerlo conmigo en estos días de matrimonio igualitario? La Primera Dama de Ideas del Sur es un sintagma lleno de resonancias en estos tiempos del bicentenario, casi un título de Osvaldo Soriano. De todas formas, hay que pagar ciertos precios inevitables en el ambiente en el que se mueve nuestro aspirante a Primera Dama. No debe pasar ciertos límites y no se los dejarán pasar. Así como los bailarines son mudos (¿les está prohibido hablar?), también hay que tener la cola bien dura porque nadie puede escapar al gélido mandato de la silicona, real o no: hay que parecer duro.

Y no es por pinchar el globo, pero no parece que seriamente el personaje aspirante a Primera Dama pueda pasar del rol de amante circunstancial, aventura, curiosidad, buen compañero del lado más amigable de la bisexualidad.

Mientras tanto, pase lo que pase, Tinelli mandó un mensaje fuerte: no necesito de ningún advenedizo para hacer rating. Y yo hago lo que quiero. También con la sexualidad. Me hago el tío bueno, me dicen (¿piropos? ¿obscenidades?) al oído, la Cocki, el Coco, el payasito, quien sea: Yo sigo siendo el rey. Flavio, gran intuitivo, laburante de la noche y del strass, sabe que no hay que dejar pasar la oportunidad, olfatea un buen cuarto de hora que quizás se prolongue en el reloj.

El matrimonio igualitario le hizo bien a la televisión argentina. Encontró una causa en donde se pueden lavar pecados fachos y absolver la memoria de buena parte del mundo del espectáculo. Flavio lo entiende y va por todo, aunque la primera dama al final vaya a ser alguna tilinga a la que deberá resignarse a mirar con lágrimas en los ojos y la eterna sonrisa del show debe seguir.

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