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Viernes, 8 de octubre de 2010

UN TALLER PARA SALIR DEL CLOSET EN EL MARCO DEL PROGRAMA UNIVERSIDAD PARA ADULTOS DEL PAMI

Nunca es tarde

Centradas hasta hoy en sus luchas contra la discriminación del Estado y la cultura, nuestras organizaciones activistas no llevan anotada en su agenda, todavía, la discriminación de las personas de la comunidad a causa de la edad. Aquello que la sociología denomina viejismo o edaísmo. Mientras que en España, por ejemplo, el Casal Lambda tiene su Grupo Otoño, a cargo del dirigente histórico Armand de Fluviá, en la Argentina la vejez de los propios, que llega tras años de injuria y de closet, carece de una “oficina de atención al cliente”.

Muchos ancianos necesitarán cuidados para su salud, y vivir con HIV/sida tampoco es exclusividad de los jóvenes. Lambda baraja la posibilidad de crear un voluntariado que recoja las inquietudes y urgencias de los más viejos, e insiste en la importancia de residencias geriátricas donde no se sientan excluidos o deban esconderse: “Probablemente sea la presente generación, que se enfrenta a este hecho, la que creará la imagen de lo que es envejecer siendo gay o lesbiana, y llenar así la falta de referentes”, dice el activista Josep Anton Rius.

Habrá que ayudar a menudo a los viejos a concebir, si se quiere compensar el vacío de la biológica o la viudez, otra forma de familia donde la sangre protectora pueda ser, si no las largas parejas, la amistad y solidaridad entre pares y el reconocimiento intergeneracional.

El sociólogo argentino Fernando Rada-Schultze, que viene analizando en sus trabajos de campo la distancia no reconocida entre activismo argentino y adultos de la tercera edad, cree que aquellos atributos que los jóvenes suelen adjudicar a los viejos, y a menudo los viejos a sí mismos –la debilidad, la inutilidad, la apatía–, tiene su correlato en las dificultades que encuentran las organizaciones para identificarse con las poblaciones de la tercera edad: “Hay una suerte de incompatibilidad entre activismo y vejez. Y no tiene sólo que ver con la invisibilidad en la que se refugiaron los viejos. Muchas veces, los viejos que entran a una organización abandonan pronto el activismo, porque no se sienten contenidos. Y los que aún son militantes casi nunca se reconocen como viejos”.

Los cambios políticos, como el matrimonio igualitario, no son simultáneos con los cambios culturales, advierte Rada-Schultze, y los viejos que sufrieron peores épocas de oprobio temen todavía resignar la máscara, hacerse visibles y orgullosos, porque sienten que la homofobia y la violencia sobreviven a las leyes: “Habrá que insistir en emponderar el envejecimiento, persuadir a los mayores para que se vean a sí como sujetos activos y deseantes, que fortalezcan su segunda familia, el grupo de amigos”.

En el marco del programa Universidad para Adultos/as Mayores Integrados (Upami) de la Obra Social PAMI, Rada-Schultze abrió hace unos meses el taller “Nunca es tarde para salir del closet: sobre el envejecimiento de Gays, Lesbianas, Trans y Bisexuales (GLTB)”, que se dicta los días jueves de 14.30 a 16 en el aula 122 de la Facultad de Psicología de la UBA.

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