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Viernes, 12 de noviembre de 2010

TEATRO

Los chicos de Gombrowicz

Una adaptación de Ferdydurke, la primera novela de Witold Gombrowicz, pone en escena a una decena de muy buenos actores adolescentes y a toda la furia contra las formas.

 Por Ariel Alvarez

Detrás de la forma (la inmadurez, una experiencia fuera de lugar) es el título de esta versión teatral de Ferdydurke, la primera novela de Witold Gombrowicz (el novelista y dramaturgo polaco que vivió en la Argentina entre los años ’40 y ’60). Dirigida por Alfredo Martín, quien también es responsable de la adaptación, esta obra propone un viaje temporal y vertiginoso que usa como vehículo la rebeldía.

La acción transcurre con el público situado a ambos lados del escenario, y así confrontado asiste a una puesta por demás interesante. Joseph Kowalsky, un escritor de más de treinta años, es visitado por el profesor Pimko, quien, como una especie de fantasma de Dickens, lo arrastra de una oreja a la época del colegio secundario. Allí es testigo y protagonista de la lucha de sus compañeros por tratar de ser adultos, un lugar desde donde enfrentar el poder de sus profesores. Luego va a vivir con Los Juventones, una familia por demás “liberal” que le muestra los placeres de la juventud. Por último con Polilla, un amigo de la secundaria, llega al campo de su tía, donde lo espera un destino de señorito entre los peones. Kowalsky se resiste a ser algo sólo porque los demás lo son y se enfrenta a las máscaras que el hombre se coloca para poder ser en este mundo.

Quince actores (muy buenos, por cierto) despliegan en escena un ritmo a la vez impetuoso y equilibrado que combina distintas intensidades. La mitad de ellos son adolescentes y encargados de encarnar la furia. Los once actos en los que se divide la obra son marcados por el entrar y salir de los protagonistas: por el costado, de entre el público irrumpen ruidosamente y ellos mismos son los encargados de mover unos módulos blancos que transforman la escena. En un salón de clases, donde tiene lugar la confrontación de los alumnos entre los que quieren seguir siendo puros y niños y los que quieren crecer; en la casa de Los Juventones, donde se devela la hipocresía de una supuesta “libertad”; en la estancia de la tía, donde Polilla, el amigo de Kowalsky, siente una peculiar admiración por Quique, uno de los peones. Esa fascinación por el pueblo, esos deseos de fraternizar con el pobre y el sometido son los que provocan el ataque de los patrones, que temen y responden con violencia a ese intento de revertir las normas de poder establecidas. Polilla y el joven peón protagonizan situaciones de verdadero homoerotismo púber que le dan otros significados a ese “fraternizar” entre diferentes clases sociales.

Los temas que trata Gombrowicz en Ferdydurke están presentes en la adaptación que Alfredo Martín puso sobre las tablas: los problemas de la inmadurez y la juventud, la tendencia hacia la forma, la crítica a la impuesta identidad colectiva, los papeles de las clases en la sociedad y sus reflexiones más o menos evidentes acerca de la homosexualidad.

Detrás de la forma es una obra por demás original y recomendable que nos muestra justamente eso: lo que está por detrás, por lo bajo pero furioso por querer salir, por rebelarse a lo injusto que es no poder ser en un mundo donde, como dice uno de los diálogos (ingenuo, pero implacable a la vez): “Si todos fueran buenos, todos serían felices”.

Detrás de la forma, viernes a las 22.30
en Andamio 90, Paraná 660

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