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Viernes, 15 de abril de 2011

Fuera de las jaulas

WARBEAR (así, todo en mayúsculas) es el nombre artístico (o nombre de batalla) de Macarone Francesco Palmieri, master en Antropología Cultural por La Sapienza, quien se ocupa de cuestiones de género y estudios queer, sexualidad y pornografía (su ensayo “21st Century Schizoid Bear: Masculine Transitions Through Net Pornography” fue incluido en la popular antología C’Lickme, disponible en Internet). Como activista queer ha fundado E.U.RO (Epicentro Ursino Romano), cuyo slogan es “Iguales a ninguno”. Artista polifacético, El ano es una cicatriz abierta es el título de una de las más recordadas performances (Berlín, 2009) de WARBEAR.

 Por WARBEAR para Noirpink Modello Pandemonium

Un lugar común que serpentea en el movimiento gay occidental desde los años ’80 hasta hoy se refiere con inexactitud a la homomasculinidad y cómo ésta se representa en la subcultura de los osos. La falsificación histórica quiere que el oso sea un hombre que hace de su “natural masculinidad” (compuesta de pelo, barba y panza) el punto de ruptura respecto del panorama gay dominante. Pero desde una perspectiva de género y queer se revela hasta qué punto la “naturalidad” es una categoría artificial y de poder.

La comunidad úrsida nació en los Estados Unidos hace poco más de treinta años, como afirmación de un deseo de masculinidad nueva que superase el estereotipo leather/SM, por un lado, y la sedimentación, a lo largo de 15 años de movimiento gay, del arquetipo que se deducía de la estética dominante, juvenilista y andrógina.

La no pertenencia se volvió matemática de conjuntos, incorporando a todos aquellos que no daban con el modelo y que vivían al margen de cualquier espacio social (de las discotecas neoyorquinas de los años ’60 a los bares gay, pasando por las fiestas sexuales leather).

La comunidad úrsida nació, así, usando como símbolo el icono del oso como animal norteamericano que unía fuerza y dulzura en una dialéctica de liberación.

Hoy, décadas después, con una historia de riquezas humanas, clubes sociales, fiestas, revistas y encuentros internacionales, la comunidad úrsida está bien lejos de ser aquel espacio integrativo e independiente que representaba. Lejos de la nostalgia de un pasado libre y natural.

La estereotipización del lenguaje ha producido la enésima identidad funcional del mercado gay, donde los confines entre lo que está dentro y fuera, el justo modo de aparecer, vivir y comportarse, se transforma en un instrumento banal de mercadotecnia.

Basta tomar una persona cualquiera de género masculino (biológico o no, existen los “TransOsos”), ponerle una camisa a cuadros, jeans Carhartt y borcegos Caterpillar (chaleco de cuero opcional), dejarle crecer la barba, tatuarle una zarpa de oso en el brazo y hacerlo engordar un poco. He ahí un “Mac Oso”: un bellOso precocido listo para funcionar como combustible de la máquina-mercado del entretenimiento ursino.

Pero no durmamos sueños tranquilos, porque debajo del spleen ruge la revuelta, en el incontrolable placer de la espera, listos para alimentar el deseo sublime de animales que maldicen el reino de los cielos.

(traducción D.L.)

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