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Viernes, 24 de junio de 2011

La Cortese y lo valiente

“Si no tiene un sentimiento retírese”, propone Rita Cortese en su nuevo espectáculo mientras en conversación con Soy pide retirarse de las definiciones tradicionales de heterosexual u homosexual a medida que ensaya su particular concepto de sexualidad vacía.

 Por Flor Monfort

Una tarde oscura y pegajosa es el día del encuentro con Rita Cortese. La hora y media compartida con ella, en su casa, avanzó con la espesura que la humedad y las nubes decidieron sobre el cielo de San Telmo. Actriz de teatro, conocida gracias a la televisión, dio un vuelco en su carrera cuando se decidió por la música, sin dejar la actuación y nunca abandonando las tablas, su primer amor. Cortese inspira muchas cosas, como se puede sospechar al verla en acción; un respeto casi solemne, una cercanía con calculada distancia, reparos, silencios, desbordes. La voz se expande en el departamento como si tuviera un rallador en la garganta y los minutos disipan la rispidez del principio.

Ofrece un té y cuenta que este año tuvo varias ofertas para trabajar en televisión pero las tiras obligan al actor a una especie de dictadura del tiempo que ella no está dispuesta a someterse, a esta altura de su carrera. El recuerdo impone algunas de las novelas en las que se la vio: Lalola, Montecristo, RRDT y El sodero de mi vida, entre otras. Por esta última ganó su primer Martín Fierro, pero no se lo ve en ninguna repisa de la biblioteca de su living. Esos personajes, sumados a su presencia en películas como Herencia, Un muro de silencio y Monobloc, le dieron una visibilidad notable que ella decidió rematar con una carrera como intérprete, de tango y de bolero. Es recordada la temporada que hizo con Claribel Medina al frente del espectáculo Ojalá te enamores y su disco de tangos El amor, ese loco berretín. Sobre su irrupción en ese universo tan de hombres, Cortese no siente haber sido discriminada sino más bien abrazada por el tango, que dice entender en su más profunda esencia. “La diferencia entre el bolero y el tango es que el bolero resuelve, te dice ‘voy a cortar simplemente mis venas’ y el tango es desesperado. Entonces a mí me gusta el tango por lo desesperado y me gusta el bolero porque yo lo desespero. No es un bolero amable el mío, en uno digo una frase de Ungaretti que es ‘hay amor, tan solo hemos perdido el mar’ entonces ya ves que mi versión del bolero es bastante desesperada”, explica. El espectáculo que ahora la tiene en escena se llama Si no tiene un sentimiento retírese; la frase no es un verso del repertorio ni el título de uno de los temas: la dice Harvey Keitel en La lección de piano, harto de los devenires emocionales de la mujer que ama. Nos arrimamos entonces a un tema que nos interesa, el amor, las relaciones, pero por el momento, Cortese sabe hacer “olé”.

“Efectivamente hay machismo en todos lados: los rockeros, y esa frase tan típica de ‘me hice músico para levantarme minas’ es insoportable. Los hombres me causan gracia. Tienen la necesidad de demostrar tantas cosas, no hay que olvidar que están criados por mujeres que los hacen machistas. Hablábamos el otro día con Joaquín Furriel de Guapo del 900, ahí tenés una formación absolutamente machista que sigue vigente. Y ellos están muy perdidos en esta situación, les cuesta mucho reconocer su parte femenina. Yo creo que al hombre le gusta mucho el hombre, les gusta juntarse a ver quién la tiene más grande. Que los varones grandes que irremediablemente para sentirse valorados están con una pendeja me parece fantástico, a mí también me gustan los chicos jóvenes, me parecen divinos, pero ellos tienen ese plus de contar ‘estoy con una pendeja’. En ese sentido digo que me causan gracia. Porque a partir de que tenemos una Presidenta del nivel que tenemos, que me parece brillante, ya está, ella nos representa. Porque otro pecado capital es ser linda: vos podés ser intelectual, militante, buena actriz, pero ya si sos linda, llegaste por eso”, dice, y nos arrimamos a un tema que nos interesa aún más, viniendo del suplemento Soy.

Linda será difícil, pero mucho más difícil es ser lesbiana.

–Bueno, ya si sos lesbiana es un escándalo, sos más castigada, seguro. Pero desde el matrimonio igualitario me parece que está todo más tranquilo en ese sentido. Igualmente, “torta” o “puto” me parece que son iguales, tienen el mismo valor.

¿No cree que la lesbiana es menos tolerada?

–O ella se ha invisibilizado más. Mirá, yo estoy orgullosa de la ley de matrimonio, soy madrina de una pareja de amigos que se casaron y estoy feliz de pertenecer a un país que tiene esta ley. He vivido situaciones de amigos que se han muerto, uno de ellos de hiv hace muchos años, y su pareja que lo ha cuidado hasta el final fue apartado completamente, ni heredó ni pudo estar en el velorio.

A la desesperación vuelve la charla, la de este amigo que perdió a su amor de una enfermedad terrible y no pudo acompañarlo por el rechazo de la familia (hechos que siguen ocurriendo, a pesar de la esperanza que Cortese deposita en la ley de matrimonio igualitario); la del personaje de Keitel en La lección de piano, que la convenció para titular el show porque en ese momento ella estaba viviendo una separación y en esas idas y vueltas que ocurren al principio del final sintió una identificación que define como “profunda”; la de su línea como actriz, que describe cercana a la perversión y al peligro: “A mí no me interesa el sentimentalismo, no me importa lo que yo siento, me importa lo que el público siente. Me gusta la perversión, yo creo que el teatro y los actores tienen que ser obscenos, mostrar un secreto: si no hay peligro, no sirve el teatro. Si uno pudiera repetir en el teatro lo mismo que pasa en el fútbol, esa espectacularidad donde el público está ahí, pendiente, en lugar de darle todo cocinado”, dice, evocando a sus primeros maestros: Gandolfo, Quinteros, Villanueva, los que la ayudaron a armar esa estética que tan bien se lleva con su porte y su manera de darle al público desde los personajes más diversos. Y la desesperación de romper con el mandato familiar, una casa donde las discusiones encendidas eran moneda diaria pero la única peronista era una tía loca, corajuda e inspiradora para Cortese. “Desde el año ‘73, o tal vez un poco antes, era un momento donde había que ser peronista, no había más opciones. De ninguna manera iba a ser radical como mis padres, porque el radical, lo digo con todo respeto, es el representante de la clase media de hoy, que a mí no me importa. El radical es como el deber ser: la barbita prolijita, son todos buenos, no tienen malos pensamientos. Son lo contrario a mi espectáculo: si no tiene un sentimiento, retírese. Si no tenés una desesperación, una pasión, aunque sea de odio... Los sentimientos bajos tienen mala fama, cuando son inherentes a nosotros. A mí me encanta la gente mala, no la gente que daña al pedo, pero me divierte la maldad. Yo no soy complaciente”, dice, y le creemos. Apoya los productos buenos de ficción televisiva, pero entiende que los tiempos de la televisión son tiranos, acepta que es capaz de relojear el show de Tinelli, pero se lamenta de que el esfuerzo de las “chicas que bailan” sea ensuciado por tanto personaje colagenado.

En una nota usted hablaba de los sacrificios de su profesión. Supongo que tiene que ver con vivir a contrapelo, sobre todo cuando se hace teatro, pero en su vida, concretamente, ¿cuáles fueron esos sacrificios?

–Sobre todo en el teatro vas a contrapelo de la familia, de los amores y de los encuentros. Y hacer televisión también. ¡Bah! Hacer televisión va en contra de la naturaleza del actor porque tenés que estar lista a las 8 de la mañana, entonces te tenés que levantar a las 5 y media. Terminás a las 6 de la tarde, llegás a tu casa a las 7, y ¿en qué condiciones? Yo soy una kamikaze y no voy a permitir que esas cosas me sobrepasen, pero deben haber tenido un costo. No me doy cuenta cuál. Porque si tuve que ir a trabajar sin dormir, lo he hecho, pero hay quien no lo puede hacer. Ahora estoy eligiendo mucho lo que quiero hacer, dije que no a dos telenovelas porque no tengo ganas de levantarme a las 5 y media de la mañana a los 62 años para decir boludeces.

También dice que le gusta mucho la gente joven. ¿Qué tiene para decirles a los jóvenes lectores de este suplemento?

–Que no se traicionen nunca, que sean libres, que averigüemos quiénes somos y que seamos consecuentes con eso que somos, más allá de la sexualidad, estoy hablando de la vida. Que respetemos nuestra naturaleza y que abramos las cabezas. Que estudien mucho, que lean poesía.

¿No piensa que hay que decir “soy lesbiana”, “soy gay”?

–Yo creo que no. ¿La gente dice “soy heterosexual”? ¿Por qué vas a decir que sos lesbiana o gay?

Bueno, sí, la gente dice que es heterosexual en cada gesto, pero más allá de eso, lo heterosexual es la norma, en cambio lo homosexual necesita de una visibilización, de un reconocimiento, sobre todo de derechos, de ahí la necesidad de que figuras públicas se asuman como homosexuales. Los que pelearon por el matrimonio igualitario tuvieron que decirlo.

–Sí, y hubo una cantidad de gente no homosexual que apoyó esa lucha. Yo creo que las luchas se dan naturalmente. Pero a ver, ¿qué es ser?

¿Qué es?

–Justamente, me lo pregunto. En ese sentido yo creo que uno tiene que vivir y dar cuenta de lo que uno es pero con la vida, no con declaraciones que pareciera que fuesen... No me gustan las cosas endogámicas, los grupos endogámicos, los boliches gay me parecen aburridísimos, los heterosexuales también. A mí me gusta la diversidad.

¿Usted cómo se definiría?

–Yo soy una mujer amorosamente libre. Mi sexualidad está vacía, la pueden completar un hombre o una mujer. A todo el mundo le ha gustado otra persona de un mismo sexo, o se ha conmovido.

Es cierto. A todo el mundo le ha gustado una persona del mismo sexo. Lo dice Cortese porque ya entramos en confianza, las tazas de té están vacías y queda un fondo de miel en cada una. No es dada a la tecnología la actriz y cantante y por eso le pide a esta cronista que abra su computadora para mandarse las fotos que ilustrarán esta nota. ¿Quién no quiere entrar en la computadora del entrevistado? Ahora parece una nena, entre sus libros y sus fotos, en su sillón de lectura y confesando que casi es un milagro que pueda mandar un mail. En la computadora hay fotos, claro, no sólo las que queremos mandar a la redacción: hay una hermosa de Carolina Peleritti. Nos preguntamos qué será de su vida, pero no se lo preguntamos a ella por más que la confianza entre nosotras ya es importante. Bueno, será cuestión de llamarla para una nota.

Si no tiene un sentimiento, retírese.
Sábados a las 21.30
Café Rivas: Estados Unidos 302 esq. Balcarce.

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Imagen: Pablo Pamucio
 
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