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Viernes, 15 de julio de 2011

En efectivo

 Por Liliana Viola

Abrieron una cuenta común y pidieron a los invitados que depositaran en efectivo su regalo. Chocante atentado contra el libre albedrío regalero y la ilusión de intervenir para bien que siempre tenemos los de palo o los de piedra. Contundente parate al desafío de elegir algo tan especial que desactive la base burguesa del acto de regalar. Este mecanismo bancarizado para lo que se supone que es un acto amoroso que adoptaron tanto parejas pudientes como humildes, leído con anteojos de sol lacanianos propondría hacer efectivo lo que por fin se efectiviza, depositar lo que se disolvía en el aire y hacía tan difícil respirar. ¿Indemnización por un tiempo arrebatado tal vez?

Las bodas a las que fui este último año superan en número, y por lejos, a las que fui invitada el resto de mi vida. Igualitarios como tanto se machacó, ni uno solo dejó de cumplir con el rito de solicitar regalo cash. Algunos hasta sugirieron importe mínimo. Pero más allá del estupor ante un gesto más radical que el de aquellas pragmáticas listas en casas de electrodomésticos que sorprendieron a nuestras abuelas, y más allá de las asociaciones semánticas de diván, ocurre que quienes se casaron este año ya estaban “casados” hace rato. No conozco, aunque tal vez existan, dos locos como los del tango de Ferrer y Piazzolla que loco él y loco él, o locas las dos rodando por Callao hayan decidido casarse sin conocerse y sin otro móvil que celebrar un paso más hacia la dignidad de todxs.

Lo cierto es que las parejas que se casaron este año habían comprado hace rato, y por fuera de la ley, las sábanas, los ceniceros, el juego de copas y las licuadoras. El acto de pedir plata, entre otros, expone una realidad, una historia y una diferencia. Para quienes se espantan de que los rituales de “los nuevos” matrimonios se parezcan tanto a los de “los viejos”, vaya este depósito bancario, además de otras intimidades y sutilezas que aparecen en los artículos del suplemento de hoy.

A todxs mis amigxs recién casadxs, tarde o temprano, busco el momento y les pregunto qué hicieron con la plata que recaudaron. Prácticamente todos me responden: “¿Y qué te parece que hicimos? Pagamos la fiesta”.

A un año de la ley, ahorro esperando que me llegue otra invitación. Faltan todavía más fiestas, de casamiento, de identidad de género, de abolición de códigos contravencionales. Ahorro contenta, casi convencida de que todo vuelve.

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