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Viernes, 19 de agosto de 2011

LUX VA A FIESTA DE SAUNA

BUENOS AIRES TIENE ESE NO SE QUE

Después de haber salido eyectadx de los mágicos pero secos paisajes de Casablanca, nuestrx cronista vuelve a sumergirse en las mieles porteñas entre eventos y traqueteos que prometen abundantes bondades en el más local de los inventos: el colectivo.

Esta vez no se trató de ninguno de los saunas de Buenos Aires a los que voy a relajarme entre vapores y tragos libres, tampoco del sauna del gimnasio donde a veces concurro sólo por relojear bellezas en la ducha colectiva. Se trata de Sauna, una revista de arte dirigida por seis bombones de cuerpo y mente atléticos. La fiesta, en This is not a gallery, tenía por motivo el número 12 de la revista, este número más gay que nunca, con muchas notas interesantes, entre ellas un cuentito de Dani Umpi, una entrevista a Bruce La Bruce, una entrevista de mi vecino (que parece haber dejado los cueros y se viste como el padre Farinello) a los directores, retratados en toallita por Gustavo di Mario en una infartante producción fotográfica. Los anfitriones me recibieron cordialmente en sanguchito o, mejor dicho, en hamburguesa de seis pisos, como aquellas que suelo engullir cuando estoy melancólicx en un Burguer de Corrientes. Un chuik a cada uno y me sumergí en la muchedumbre, primero a por el vino y luego a saludar.

Había tanta gente que era imposible llegar al galpón donde proyectaban LA Zombie, de Bruce LaBruce, sin ser manoseadx. Llegué excitadísimx, tanto que no me importaron las escenas gore y seguí ardiendo en combustión rápida: el zombie, encarnado por el actor porno François Sagat, tenía un miembro terminado en gancho con el que penetraba por heridas de bala y/o cuchillo a hermosos chicos agonizantes que, gracias a su larguísima eyaculación sangrienta, revivían.

Al salir del galpón, cachondx como estaba, caí sobre un gringo muy sexy cuya silla de ruedas bloqueaba la salida. Por efecto de mis glúteos vibrantes, sin tener tiempo de presentarme, salí disparadx adonde estaba mi amiga Josefa. “¿Quién ese muchacho?”, le pregunté. “Es un amigo de los chicos de Sauna, el amigo de Bruce LaBruce que les hizo el contacto para la entrevista y, además —exageró—, dueño de los sitios de contactos Manhunt y Gaydar.” Más que una silla de ruedas, su asiento parecía el trono de un rey, al que una fila de jovencitxs en busca de una oportunidad laboral hacían una reverencia y entregaban una tarjeta personal. “¡Qué antigüedad! Ni que estuviéramos en Japón!”, le dije a otrx amigx a quien llegué tiradx de las narices por el hilo de humo de marihuana. El lugar estaba lleno de artistxs plásticxs, fotógrafxs, actricxs, guionistxs y directorxs de cine, en su mayoría de la comunidad Gltttbi. La masa era cada vez más compacta y salí del lugar expulsadx. Estaba perdidísimx en plena zona de Palermo Hollywood, donde nunca me ubico. Por milagro vi pasar un colectivo 39 que ante mi seña desesperada se detuvo; el colectivero era un chongo tatuado pelado hermosísimo, muy parecido al zombie de la película. “¿Vas para el centro?”, le pregunté. “Voy a Chacarita —me contestó—, pero subí que te llevo.” Me senté en el primer asiento y, mientras intercambiábamos miraditas por el espejo retrovisor, mi trasero sobre las calles empedradas rebotaba de alegría.

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