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Viernes, 6 de enero de 2012

LUX VA A LA 3 JORNADA SOBRE DIVERSIDAD SEXUAL Y DE GENERO EN MAR DEL PLATA

Marea rosa

Una jornada sobre diversidad en la playa es motivo suficiente para que nuestrx cronista salga de pesca y vuelva con el medio mundo lleno.

Con el calor que está haciendo en Buenos Aires me llaman para disertar desde Mar del Plata en una jornada por la diversidad, y yo, la feliz si las hay, si no te diserto al menos te deserto en dos patadas. Manotié la mini, una blusa ajustadita que tengo que no me marca mucho las tetas que no tengo; me calcé los anteojos de lentes sin aumento ni vidrios, o sea, los de hacer como que leo, y encaré para Retiro. ¿Un pasaje de ida? ¡Sí! Respondió mi inconciente adicto. Pero enseguida mi Ello solicitó un ida y vuelta, porque yo, troila como soy, siempre estoy volviendo a la infeliz, mi ciudad. Apenas llegué a Mardel, me hice a la Mar (una chonguita que vive en una carpa de La Perla) y de paso me di un chapuzón con el mismo glamour y salvavidas con los que la Coca Sarli se internaba en las nieves y en los ríos del Tigre.

Jornadas sobre Diversidad Sexual y Género decía el cartel que por razones sabidas, ya leí bastante mojadx. ¡Y yo que me saqué el género hace rato! El de la la pollera, el de los pantalones y todos los géneros que me pusieron en el camino, me dije haciendo tripas: Esto es para Lux, me cuelgo de la palabra sexual y tengo una jornada asegurada. Entré como unx divx por la puerta de adelante y, una vez más, me dejé llevar. Me metí en cuanta charla se me presentó a mi paso de gansa o de ganzúa como dice mi amiga Beba. En la de Masculinidad Trans me quedé un buen rato, porque es un tema del que poco se habla y poco se escucha a los muchachos interesados, que en este caso tenían voz y no sólo voz sino unos cuerpos que mi alma de niña, de mujer, de gay que no le hace asco a los que no quieren nada con uno, de travesti busca chongos, no pudo resistir.

Danzas Típicas del Perú es el cartel que me sacó de ese trance. El taller que no podía perderme era el de Hormonas y siliconas, lo daba una tal Patricia Rasmussen. Doblé el programita en cuatro, lo mismo hice conmigo y me metí en otra sala. Me senté en una silla y, cómodx, escuché la presentación del cuento ganador del Taller Di Verso, un taller sobre diversidad sexual que hace la Secretaría de Cultura de Mar del Plata. La autorx se llamaba Melina Montaño y el cuento, no me lo olvido más porque me tocó hasta las fibras del culo, se llamaba “Camila Caimán”. La historia me atrapó desde el primer momento. Abrí tanto los oídos que otro oyente se tentó y algo metió allí adentro, conclusión, hoy por hoy estoy internada en un centro de otorrinología, como casi de estudio. El cuento de Melina hablaba de una pareja de caimanes que se habían conocido en el ecosistema del Iberá. Habían puesto 29 huevos redondos, blancos y perfectos (les juro que no se me cruzó otra imagen que los huevos con los pichones adentro). El papá caimán se dedicaba a custodiar el hogar sin despegar su vista del nido, por posibles amenazas, como hacen los lagartos, anacondas, coatíes, caranchos, cigüeñas y otros bichos que andan por ahí. El papá caimán, un capo, sabía que en la naturaleza el más indefenso es trofeo de depredadores. O como dice el dicho popular: cocodrilo que se duerme es cartera. La historia seguía, y era re sexy verla a Camila Caimán leerlo, con su piel estirada y la voz risueña, ¡ah! Pero lo que más me llamó la atención y me dejó pensando fue que el sexo del bebé de los caimanes, se determina según la temperatura del lugar. Si hace calor, nacen machos; si hace frío, nacen hembras. Y el calor de ese verano aseguraba una descendencia compuesta por caimanes varones. Sin embargo, cuando el último huevo hizo crac y apareció el caimancito bebé y escuchó el único nombre que quedaba disponible en la lista, algo así como Rigoberto, le pareció horrible, y decidió llamarse Camila. Los padres, capos y equilibrados con el ecosistema de la naturaleza, se miraron y dijeron: Bueno, ahora tenemos que contarles tu nombre a tus hermanos, Camila. Desde ese día me siento un Caimán/.

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