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Viernes, 6 de abril de 2012

Un libro para guardar cosas pequeñas pequeñas

Se publica en castellano el libro que el artista y activista social Keith Haring dibujó para una niñita amiga suya en 1988. Ni para colorear, ni para leer, ni para mirar, El libro de las pequeñas cosas de Nina es un libro para recordar.

Los siete años parecen ser la edad en la que niñas y niños corren el riesgo de convertirse en personajes literarios de sus propios cuentos. Es la edad de las primeras lecturas, de la atención esquiva y el interés genuino, pero al mismo tiempo caprichoso; tal vez ese combo resulte gran tentación para autores que, si bien no se dedican al género infantil, de pronto encuentran el rostro de un posible lector propio y listo para la iniciación. El puro amor, el deseo de congraciarse con un hijo que no es propio, la proyección de la infancia perdida, o ninguna de estas razones, todas ellas se encuentran en el origen de los mejores libros para chicos. Le pasó a la Alicia de Lewis Carroll, al hijo de la mujer de Louis Stevenson, a una amiguita de Virginia Woolf y también a Nina Clementi, hija del pintor italiano Francesco Clementi. Cuando Nina cumplió 7 años en 1988, su amigo adulto Keith Haring le hizo un regalo extraordinario. Un libro con los dibujos que todos conocemos, con el estilo que ha acompañado pancartas, carteles y numerosos trabajos a favor de la diversidad, pero esta vez dedicados a la infancia, no exento del gesto libertario, donde ella pudiera poner sus cosas, una forma de la lectura. Este ejemplar de amigo, artesanal, en 1994 se comercializó en facsímil en los Estados Unidos. Hoy ya está traducido al italiano, francés y portugués. Ahora aparece por estas tierras en castellano. Aquí van algunas páginas de muestra que pueden “completarse a medida que se van leyendo”. Nina ha cumplido 30 años, vive en California y es chef. Ahora todos podemos guardar cosas donde antes guardó ella.

Todo es Keith Haring

Este año se cumplen 22 años de la muerte de este artista plástico y activista social cuyo trabajo refleja el espíritu de la cultura neoyorquina de la década de 1980 con todo lo gay y lo candoroso que rondaba por ahí entonces. Legó una gran variedad de iconos que hoy son célebres en pinturas, esculturas, collages, dibujos en el Metro de Nueva York y en productos comerciales. Vemos mucho más Haring aquí y allá que el que creemos ver. Haring está casi en todas partes. Siempre estuvo interesado en lograr una gran difusión para sus obras, de ahí que durante sus inicios prefiriera exponer en la calle, en las tiendas o en las salas de fiestas, pues quería que su arte fuera verdaderamente público. Hoy en día, muchos de sus murales permanecen intactos y un gran número de sus obras forman parte de exposiciones y de las colecciones de los principales museos de todo el mundo.

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