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Viernes, 28 de septiembre de 2012

EBOOK

Mas de un año sin amor

Después de 14 años se reedita Un año sin amor en formato ebook, el libro que narraba en primera persona las sensaciones e intimidades de vivir con virus en los noventa. Su autor, Pablo Pérez, analiza cómo cambió su relación con el virus, con el amor y con la literatura.

 Por Facundo R. Soto

Al reencontrarte con ese texto tan testimonial después de tanto tiempo, ¿cómo lo ves?

–Me pareció cercano y lejano al mismo tiempo. Cercano por el tema que abordo de la fe, la falta de fe. Tuve una época new age, por llamarlo de alguna manera, con una subida y una bajada. Ahora estoy muy realista, dejé el pensamiento mágico. Estoy en un momento parecido al de antes, como pesimista, aunque mucha gente que lo leyó me dice que es un libro muy vital.

¿Qué es lo que más cambió en tu vida desde entonces?

–Tenía otras esperanzas, el libro está basado en la búsqueda del amor que hoy no me motiva tanto. El móvil es trabajar mejor. Tenía una idea idealizada del amor, que era la solución a todo. Cuando salía a los boliches, cada noche, pensaba que iba a encontrar el amor de mi vida. Salía preparado para empezar una relación. Ahora me pregunto cuántas veces puede ocurrir el amor en la vida...

Pedro Lemebel me contaba hace poco que él conoció el amor, lo que él llama el amor de verdad, hace un año, y por supuesto lo perdió...

–Sí. Tengo la idea de que no sé si encontré el amor, porque esa idea de sufrir por amor, por qué no me llama, es por donde yo encaraba al amor en esa época. Ahora pienso que no entendí el amor y todavía no sé si lo encontré. Estuve enamorado, pasa que estar enamorado no es lo mismo que el amor. Estar enamorado es ese primer momento cuando conocés a alguien, que todo te parece fantástico. Después viene una etapa de amor que tiene como una duración. Estoy como más budista, más desapegado, algo así. Durante muchos años yo deseaba llegar a ese nivel de no deseo, ahora estoy desapegado pero me aburro. Hay una manera de relacionarse, a través de las redes sociales y todo eso, que cambió un poco esta manera de relacionarse entre hombres. Antes ibas a un boliche y no era tan fácil conocer a alguien. Si te enganchabas tratabas de que esa relación durara. Ahora si conocés a alguien tenés una cita, después conocés a otro. Tengo una relación, que es lo más parecida al amor, que cuando nos encontramos está bien y cuando no nos encontramos está bien; a veces pasan dos años que no nos vemos y también está bien. Hay una cosa intensa, podemos estar dos semanas seguidas y una sin vernos, pero sabés que hay una persona que está ahí.

¿Qué pasa con el sexo, ya que hablamos de amor, van juntos, separados, cómo está en la novela?

–Cuando escribí Un año sin amor estaba todo el día caliente. Salía a coger y me echaba cuatro polvos por día; supongo que tendría que ver con la edad, porque ahora no estoy todo el día caliente. Me acuerdo de que cuando lo escribí volvía a mi casa corriendo para ver si había un llamado telefónico en el contestador, todo eso cambió mucho, como si fuera otra época. Un año sin amor ahora se volvió una novela de época, que retrata los años ’90.

¿Pensás que ahora es más fácil el encuentro por Internet, que tiene más que ver con lo sexual que con una relación de compromiso?

–No tengo ni idea, porque no tengo muchos amigos más jóvenes, sino de treinta y cinco, fanáticos de los osos, y a los que tampoco les resulta muy fácil relacionarse.

¿Pensaste que ibas a llegar a este momento cuando estabas escribiendo la novela, después de enterarte de que tenías HIV? ¿O que te ibas a morir?, porque no se sabían muchas cosas, se la llamaba “La peste rosa”...

–Es complicado porque todos los problemas de salud que tenía cuando escribí Un año sin amor no están. Como la fiebre, la tos. Me di cuenta de que tenía muchos problemas de salud que no tenían que ver con el HIV, sino con que me la pasaba en los cines porno, en invierno, besándome con ochenta mil tipos que estaban engripados, entonces me la pasaba engripado.

Marcelo Moura, de Virus, contaba, el otro día, por televisión que el médico de Federico no le daba un beso ni la mano, por miedo a contagiarse... En relación a eso, ¿cambiaron muchas cosas, pero los prejuicios siguen estando de otra manera, ¿o no?

–Ahora los médicos saben que te pueden dar un beso. ¿Qué cambió? Bueno, la expectativa de vida. A nivel de la salud ya se saben los riesgos que tiene y los que no. Se puede tomar un tratamiento por muchos años. La gente tiene información. Después apareció el fenómeno del bareback, que es una postura frente al HIV. Hay gente que practica el sexo al pelo, que lo hace porque no le importa nada. Tienen el leit motiv de que de algo hay que morir. Avisan, y listo. Se mueven en grupo, cogen entre ellos. Cada uno se hace cargo de su salud. Pero después hay otra gente que coge sin forro, que sigue con la línea de que el virus no existe. Es como una forma de tener sexo a pelo pero con otra idea, de que el HIV no existe y que no les va a pasar nada.

¿Y la cuestión adrenalínica, de lo prohibido, la cuestión del ritual, no del suicida de querer contagiarse?

–Los que quieren contagiarse son los bug chase, después están los que dan el virus. Acá hay un grupo de barebackers grande, en el chat lo ves. Pero no tan politizados. En París hay una fundación de lucha contra el sida, a la que fui (cuando estaba me enteré de que estaba infectado): AIDS. Tienen grupos de barebackers, les dan estrategias. Hay un enfrentamiento de los que están a favor del sexo protegido y los que no, y dan talleres para los que no quieren usar forro. Me parece que está bien que haya un grupo de contención, de pertenencia para esa gente que decidió coger sin forro. Es asumir que los que cogen sin forro existen y darles un espacio.

¿Alguna vez te interesó saber cómo te habías infectado?

–Imposible hacer una reconstrucción. Cuando tuve noticias del sida yo había tenido sexo sin forro y tuve muchas situaciones de riesgo. Muchísimas. Empecé a usar forro prolijamente desde que me enteré de que estaba infectado. Hasta que no te toca no tenés tanta conciencia. Ahora me siento cansado, duermo bastante. Yo fui a AIDS y todo el mundo hablaba de la enfermedad que tenía. Mucha gente estaba muy mal, con manchas en la piel, me deprimía y no fui más. En un punto dejé esas prácticas que me hacían un efecto sobre el ánimo y que actuaban sobre la salud. Ideas dark tengo todo el tiempo, desde chico. Tuve un período más metido en terapias alternativas, meditación, pero después de mucho tiempo de no hacer... Las dejé porque tampoco me pareció tan importante.

¿Con cuantos hombres, aproximadamente, cogiste?

–Mil o más.

–¿Nada más? Reinaldo Arenas dijo que muchos más de mil.

–¿Qué, los contó? Bueno, entonces yo dos mil... Y un año sin amor...

Un año sin amor 2.0 se presenta este domingo a las 19 en Casa Brandon, Luis María Drago 236

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