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Viernes, 5 de octubre de 2012

LA COPI NOSTRA

Se publica en castellano una pieza desconocida de Copi, Tango-Charter, escrita en italiano y en colaboración con Riccardo Reim; presenta su perfil latino, menos afrancesado, pero siempre puto.

 Por Walter Romero

“¡Cómo no me voy a acordar de la Argentina! Cualquiera se acuerda del infierno, es de lo que uno más se acuerda.” He aquí un Copi que piensa la Argentina como un satélite deforme de la cultura italiana. Su teatro, ligado desde siempre a esa excentricidad de los bordes que hizo de París la última república no bananera de las letras, nos ofrece ahora un incierto copito más felliniano y funambulesco: un Copi que, como “el difunto Mattia Pascal” que imaginó (el humorista) Luigi Pirandello en los albores del siglo pasado, ha sabido inventarse una vida alterna, una vita nuova.

COPIOSO COPI

Tango-Charter –ilustrada también a dos manos por Copi y por el escritor italiano, hombre de teatro y especialista en literatura francesa y en temas queer, Riccardo Reim–, instala, acaso, la posibilidad de abrir un breve capítulo perdido de una producción que crece y resignifica buena parte de la literatura –y del teatro– argentino contemporáneos.

Al menos, en una versión que escribe, en nuestras letras, un apéndice más de su versión extramuros, lo que implica pensar, al menos para este caso, para esta rara avis que es siempre Copi, no en un cosmopolitismo blanco (a la manera del recién fallecido Héctor Bianciotti), sino un cosmopolitismo rainbow: teatro de la mélange y de la diáspora, teatro inefable de la “internacional argentina”, que nos debía aún esta tana sorpresa.

Sin endiosamientos, ni museificaciones, Tango-Charter es un chiste largo (o demasiado corto) para ser representado sin el frenesí que requiere, como si la farsa tendiera obligadamente a un punto constante de aceleración, a una fuga hacia adelante.

Tango-Charter es el flipbook que se nos escapa de los dedos para darnos, en una secuencia de viñetas enlazadas con la lógica de un Carroll, el vértigo de lo real.

No podríamos pensar a Copi (y esto ya lo dijeron Aira y Rosenzvaig), sin reflexionar acerca del velocímetro de sus tiradas, de sus réplicas tartajeadas y jadeantes, de sus exclamaciones profusas, de sus didascalias crispadas, de sus esticomitías de dibujo animado, de sus hipotiposis donde el lenguaje se centrifuga.

Copi es, acaso, el lector irreverente de los griegos que, leídos por los franceses, creían que el gran arte teatral no estaba tanto en la cháchara o el chachachá de la doctrina de las tres unidades sino en el encadenamiento de las escenas. Y aquí aparecen falsamente desarticuladas de este número de varieté; una carcajada que se vuelve mueca puede hacer que un viaje de placer se vuelva secuestro y extorsión, en esta Argentina que, más que nunca, es definida –para bien y para mal– como el culo del mundo.

Tango-Charter es un sketch irreverente entre dos almas en sintonía, que ahora, releído –desde esta realidad, desde este continuo renacer de Copi– reactualiza la desfachatez y la crítica en torno de la argentinidad y qué es, en verdad, ese difícil constructo de lugares comunes del libro de oro de nuestra idiosincrasia, llámense éstos tango, mate, fútbol, dictadura, machismo, mishiadura y muchos otros etcéteras que pareciera que esta versión más latina de Copi acomete con una (falsa) liviandad que, en verdad, tiene un efecto corrosivo y de gran teatralidad. No es ajena esta pieza a los ya míticos finales de Copi que parecen reactualizar, con fuerza de hecatombe, los deus ex machina griegos.

En definitiva, lo que parece explorar esta pieza es eso que llamamos la “tanada”, mezcla rara de Musetta y de Mimí, y que no es otra cosa que la recuperación compleja –y bizarra– de las filiaciones peninsulares que el alma argentina deja aflorar en este viaje-charter de dos (supuestos) italianos en trance hacia las exóticas pampas argentinas –patria del tango– en medio de la realización del sospechado –y luctuoso– Mundial ’78. Sin dejar de percibir que en el texto, en este caso reescribiendo de alguna manera a Genet, Tango-Charter es, en la pluma sostenida por Copi & Reim, un juego de roles donde aparecen géneros, nombres, nacionalidad, territorios y sexualidades, en que sólo el tango –que fue procaz y prostibulario en sus orígenes– puede hacerlo, todo se entrevera para “nunca definirse” y así reinventar el equívoco, el imbroglio a la Goldoni, el sinsentido ítalo-argentino, el despelote de la gran Commedia dell’Arte criolla.

Por caso, Pablo, el proletario conserje del “hotel” en el que “cae” esta pareja de turistas tanos, bien puede: glorificar las bondades de su mayúsculo miembro o el mito de quién es el argentino que la tiene más grande o más larga, reconocer que el ménage-à-trois parece más una versión vernácula que francesa o dejar en claro que, en el país del no me acuerdo, los machos argentinos se “llenan la boca” con su virilidad, pero –en un imprevisible minuto– pueden “comerse un maridito”, sobre todo si hay guita de por medio.

Ningún estudio o bibliografía sobre la obra teatral de Copi incluye esta perdida pieza, casi inhallable, que el investigador argentino Eduardo Muslip logró exhumar, desde su estadía en Arizona, logrando armarse de un texto que, casi como una ironía, atravesó el océano desde el estante de la biblioteca italiana de un geriátrico de artistas (luci del varietà), para recalar en forma de –extraña, y casi ilegible– fotocopia en los arrabales del Plata.

Una vez más el internacionalismo instala una geopolítica compleja, de coordenadas o vectores dispara(ta)dos, donde todo tiende a la confusión: el tango y la rumba se cruzan e imbrican, el “mambo” es de pura estirpe gardeliana y la figura matriz de Carmen Miranda, como falsa bahiana o como prototipo de estrella vendida al americanismo del país del Norte, sobrevuela una alteridad o un nacionalismo que shockea y que el texto impone todo el tiempo de-sar-ti-cu-lar, haciendo mutar a la “reina de las bananas en la cabeza” en la mítica Marcia Moretto, la célebre e infausta bailarina argentina que supo inspirar el “Marcia baila” del dúo Rita Mitsouko (Marcia danse un peu chinois/La chaleur dans les mouvements d’epaules/A plat comme un hieroglyphe inca de l’opera/Avec la tête (...) Moretto comme ta bouche/Est immense quand tu souris/Et quand tu ris je ris aussi/ Tu aimes tellement la vie/ Quel est donc ce froid/ Que l’on sent en toi?/(...) C’est le cancer/Que tu as pris sous ton bras/ Maintenant tu es en cendres, cendres/ La mort c’est comme une chose impossible pour toi/ Qui est la vie même, Marcia), y, años más tarde, el hit global en la voz del boricua Ricky Martin.

Se trata de leer el mundo desde el permiso a la arrogancia (borgeana) de la periferia, que este caso puede devenir en prepotencia y secuestro, o bien en un proceso de desenmascaramiento de la mirada “orientalista” de los europeos sobre los indios con “plumas” (¿¿gays??) de estos lares, tierra de sinvergüenzas y crápulas, tierra de fantochadas, tierra de habla canfinflera y repleta de italianismos donde los bordes son corridos, se esfuman, se trastrocan.

Todo es posible en Argentina, país que puede transformarse, en un abrir y cerrar de ojos, en un inmenso “aguantadero”: las leyes se violan, el fútbol y la política se mezclan, las sexualidades se yuxtaponen, la realidad puede volverse narcótica, una visita turística puede volverse “entretenido secuestro” o acaso la última frontera, aquella en la que los visitantes/turistas –como en el 2001– venían a recorrer las asambleas barriales, los cacerolazos, el crítico y ecléctico “glam” de nuestras villas miseria que parece haber sido ya pensado por Copi & Reim en esta alocada pieza en un acto para tres personajes que, a la manera de un cuento, debe verse (o leerse) de corrido.

Copi lo sabía: “El teatro es de una lentitud increíble”.

Walter Romero tradujo del italiano Tango-Charter de Copi & Reim (Santiago Arcos y Mansalva), cuya versión bilingüe se presentará en Roma el próximo enero en el Instituto Italo-latinoamericano de Roma con la participación de Riccardo Reim.

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