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Viernes, 12 de octubre de 2012

SER Y ESTAR. DOMINANTE PROFESIONAL

Luiz

Dejé mi país, Brasil, para instalarme en Buenos Aires; acá encontré mi lugar. Este es mi espacio de dominación: goce y tortura están atados.

Foto y producción

Sebastián Freire


1. Guantes

Lo más común al hablar del fetichismo del cuerpo es referirse a éste como a una segunda piel. Muchos esclavos no pueden imaginar a su amo sin esa segunda piel o sin botas. El cuero tiene un olor muy embriagador y al tacto es muy acariciante. Con eso alcanza para que el esclavo se ponga de rodillas y se sienta ya como un esclavo. Full-cuero es una expresión en inglés para quienes se visten enteramente de cuero, incluida la cabeza y la cara. Es un uniforme de alto erotismo al que puede aplicarse todo lo que se refiere a los guantes: al mismo tiempo que acarician, establecen una distancia entre la piel del amo y la del esclavo, reducen el contacto, pero aumentan el placer sexual.

2. Máscaras

Usada no sólo para preservar la identidad tanto de los maestros como de los esclavos sino, también, como una herramienta de humillación e incluso de “tortura” consentida (con el uso de máscaras de hierro, la privación sensorial y de movimientos es total).

3. Botas

Las botas son prácticamente imprescindibles. Las botas BDSM deben ser gruesas, masculinas, negras. A algunos esclavos les gustan las botas sucias, gastadas, para poder limpiarlas con la lengua (para ser obligados a limpiarlas con la lengua). Pero también un chico con botas bien pulidas y brillantes seguramente gusta como “servicio de arranque” contar con un buen aficionado a la lengua.

4. Sogas (bondage)

El significado de bondage es “maniatar” y, llevado al terreno del sexo, es la práctica que consiste en atar al compañero sexual para incrementar su placer mediante la inmovilización. El que ata también goza más con ello. Se puede llevar a cabo desnudo o vestido, ya que no siempre este juego tiene como finalidad la penetración o el contacto físico. Lo cierto es que es un juego de dominación-sumisión. Las personas que practican el bondage recurren a varias técnicas para inmovilizar a otras. La más común de todas: cuerdas y esposas, pero existen otras variantes como la inmovilización, utilizando un yeso (pero eso ya entre, tal vez, en el terreno de las parafilias). Los más expertos en esta práctica llegan a hacer del bondage todo un arte, con ataduras sofisticadísimas en todo el cuerpo que, al verlas, no se sabe cómo se liberará al atado.


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