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Viernes, 7 de diciembre de 2012

ENTREVISTA

Ningún improvisado

Mosquito Sancineto lanza el IV Festival Destravarte, una celebración de tres días donde la capacidad de trascender la división femenino/masculino canta, baila, expone, discute, desfila y marca la diferencia.

 Por Liliana Viola

Para quien no es muy ducho en el arte de la conversación o de la entrevista, Mosquito es el interlocutor ideal, y no porque hable solo. Es experto en un arte extraño, de prosapia escénica aunque algo vintage, que lleva un título entre peyorativo y temerario: la improvisación. Paisano del rapero, del payador pero sin rima, del político pero sin banca, de la comadre y del stand up, la locuacidad de Mosquito yira por la denuncia, la protesta, el delirio y la velocidad. “La gente me tira una frase, como si te dijera un título, y a partir de ahí empiezo a hablar. Te diría que hago lo que puedo, sobre todo en estos últimos años, que me tiran cada pavada...”

¿Por ejemplo?

–Si tuviera que buscar un quiebre en la historia de los “pies” desde que empecé, te diría que desde el ’88 hasta el ’95 hubo un público espléndido, con gracia, inquieto, con conciencia. Te resumo: sabían leer. Desde el ’96 para acá, te juro que el nivel es asombrosamente bajo. Me tiran todas las noches las mismas frases. Lo de “asombroso” sacalo, estamos recogiendo lo no sembrado durante tantos años... qué sé yo. “La tanga de la abuela” aparece siempre y encima como si fuera la gran transgresión. Segundo en el ranking: “Chupame la pija”. Yo les leo lo que ponen y les pregunto: “¿De verdad quieren que improvise sobre esto?”. Responden a coro: “Nooo”. Pero lo escribieron ustedes, chicos. Te tiro una: “Organizar un festival de artistas trans sin ser ‘estrictamente travesti’”. ¿Podés creer que ésa me la dijeron? No sé qué hay que ser para meterse en algo. Yo voy por la vida pensando en que me voy a divertir y que hago lo que sé y lo que me gusta, que la vida es seria, comprometida, dolorosa, y para festejar quién soy, conmigo y con otros. Cuando empecé con el festival, hace cuatro años, me pareció que había que salir a mostrar desde otro lado, a la prensa le interesa mucho el lado morboso y el lado trágico, no saben cómo tomarlo. Y ahora de pronto, aparece la diferencia, antes no existía ni la posibilidad. Eramos hombres o mujeres, ahora de pronto veo en la tele la serie La viuda de Rafael, la historia de una travesti hecha ficción y protagonizada por una travesti. ¡Es mágico! También el camino de esa actriz, Camila Sosa, que no se quedó ni en la obra de teatro que hizo en su provincia, ni tampoco en la película Mía, sigue. Pienso en los miedos, en la emoción de cada unx y, a pesar de que todavía es un oasis, estamos viviendo algo soñado.

Y de la parte que reclama lo “estrictamente travesti”, ¿podés improvisar algo?

–Escuchame, o mejor dicho, mirame. Yo tengo una identidad muy fuerte con las travestis, que en la adolescencia fue un conflicto. Y esa mezcla, esa convivencia de lo masculino y lo femenino en mí hace que yo haya pasado por la gimnasia trans. Si me estás preguntando si pensé alguna vez que tenía que definirme, sí, muchas veces me pareció que tenía que definirme: “Me voy a poner tetas”, les he dicho a mis amigas, “con este cuerpo como está y con esta voz grave, me pongo tetas; o no, mejor me pongo vagina”, lo he pensado. Y ellas se ríen.

Y entonces te pusiste Mosquito.

–Ahora lo noto, sabés, hoy soy Mosquito gracias al rechazo que recibí en mi métier cuando era pendejo, eso de subestimarme porque no me podían definir, ser el chico raro para muchos caretas actores y directores muy famosos que me tomaban casting; me iba bien, pero después no sabían qué hacer conmigo. En algún momento pensé: bueno, te molesta el lado femenino que tengo, entonces me pongo tacos, me pinto los labios, lo voy a asumir, ya que estamos.

Susy Shock habla en una canción de “el derecho a ser un monstruo”.

–Sí, justamente Susy va a ser parte del festival. Eso debería enseñarse en las escuelas. Ahora estamos organizando unas jornadas, me invitan para ir a escuelas y me entusiasma mucho. Hace años hice espectáculos en colegios y ahí se veía muy claro. Los padres, pasabas y miraban para otro lado, como que querían que desaparecieras rápido; los chicos, en cambio, se mataban de risa, y cuando bajaba del escenario venían, me rodeaban: “¡Miren al hombre mujer, miren al hombre mujer!, y me pedían que hablara, les encantaba esa voz grave saliendo de un cuerpo andrógino, femenino. Era un monstruo para ellos, un monstruo en el sentido de lo raro, de la excitación y también de la adrenalina que lo raro produce, no del miedo. En cambio, para los padres yo era un enfermo.

Si tuvieras que improvisar sobre por dónde está pasando el odio hoy...

–Está clarísimo: el odio hoy es el odio a los pobres. Lo veo en mi familia, que son divinos los Sancinetto, pero lo escucho: “Esa gente color Coca-Cola”, ¿no lo escuchaste vos? Yo sí. Los diferentes, los menos, la amenaza hoy son los pobres.

¿Y en cuestiones de amor? ¿El lenguaje de la red social cambia el discurso amoroso?

–Hay un nuevo modo de relacionarse con un discurso chat que es ridículo. ¿Cómo que no me quiere más porque no chatea más conmigo? ¿Qué es eso de que te bloqueo y te tengo al lado? Los nuevos amores están todos locos, mienten todo el tiempo. Hay un nuevo hombre que es “el hombre indefinido”.

¿Estás hablando del viejo modelo del heterosexual que tiene una familia pantalla, pero ahora potenciado por lo virtual?

–No, estoy hablando del que cree que se define y nunca se define por nada, del que vive en una nebulosa orgulloso porque quiere más margen para amar, a hombres, a mujeres. Y eso lo veo en mis amigas, las mujeres son más abiertas, más sinceras. Pueden de pronto amar a una mujer sin volverse locas, sin rollos. Yo hablo del que se le pasa la vida mientras destroza corazones. Estoy hablando de asesinos seriales. Se define como hétero, se enamora y se acuesta con hombres, y después te pasa la factura porque me le crucé en su camino.

Me parece que sabés muy bien de lo que estás hablando...

–Y bueno, sí. El año pasado viví una historia de amor increíble. Conocí a un tipo agradable, inteligente, buena conversación, con una novia divina. Me gustó, pero obviamente mantuve esa sensación muy al margen, yo no iba a joder a nadie, ni a mí. Pero de golpe empezó a haber un interés de parte de él, que te cuento que al mes estábamos teniendo relaciones. Todo muy abierto, incluso blanqueado con la novia. Salida va, conversación viene, de pronto aparecieron de parte de él las palabras “te amo”, palabras que no escucho hace años. Empecé a creer. Se separó de su novia e inmediatamente me dijo: “Ahora quiero mi libertad”. Se refería a beber, drogarse, encamarse con todo el mundo, para luego venir con una nueva novia a que ella me explicara que él había decidido quedarse con ella. Ese es el nuevo hombre, cuidado... El armado del festival, con todas las complicaciones –ayer, como todos los años, estaba a punto de morir– es lo único que, sufriendo, me distrae.

Este año el festival es gratis. ¿Cómo consiguieron los fondos?

–Lo subsidia el Inadi, pero hay que tener una ONG para eso. El que la prometió se borró, con apenas horas de plazo para buscar soluciones. Me serené, miré la ventana, me dije: “Me tiro”, y después se me ocurrió llamar a mi amiga Cris Lavalle, que es actriz y que tiene una ONG, ella trabaja con chicos con capacidades diferentes. Enseguida me dijo que sí.

Hablabas de los pobres antes, ahora de discapacidades. ¿No pensás que hay un cruce necesario entre las militancias, una necesidad de articulación, incluso en los modos de analizar la diferencia?

–Es lo que me dijo ella, la discapacidad tiene que ver con lo que vos hacés. Personas que no existen, que tienen una gran riqueza y particularidades, que nos comportamos con ellos como Hadas Patricias o damos vuelta la cara. Tiene razón y no es casual que ella haya sido la que se comprometió con el festival. Hay mucho que pensar y mucha mente que abrir en la militancia.

No estuviste este año en la Marcha del Orgullo.

–Sí, estuve, pero caminando con mis amigos. Me ofrecieron el escenario de la previa en Plaza de Mayo. Me habían dado un libreto que tenía que seguir estrictamente. Un poco violento darme letra, ¿no?

¿Qué no querían que dijeras?

–En la Marcha anterior yo estaba conduciendo con el micrófono en la mano, y vinieron a decirme primero que estaban robando y luego que habían pescado a la banda de peruanos, que los que hubieran perdido sus documentos, que fueran a buscarlos a la comisaría. Y yo dije: “Vayan todos a buscar sus documentos y apúrense antes de que la policía se viole a los peruanos”. Me sacaron el micrófono y me acusaron de discriminación. Como si con una barbaridad que yo pueda decir, que es parte de mi personaje, ensuciara a todo un colectivo. Hay mucho para pensar ahí. En el cepo de lo políticamente correcto, como si a Noy de pronto le sacan dos palabras de un poema porque les parece no sé qué... Pensar en la voz de un artista o de quien sea que se hace cargo de lo que dice. Me parece que hay que reflexionar un poco. Pero a la Marcha fui y la pasé muy bien.

Ultimo momento: a tres días de esta entrevista, Mosquito llama por teléfono para acotar que el hombre mencionado más arriba en la historia de amor ha reaparecido, diciendo que quiere volver. Que sirva este agregado para lo que tenga que servir.

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