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Viernes, 11 de enero de 2013

A LA VISTA

La ley pareja

Inclusiva de veras, de vanguardia, la mejor del mundo, la Ley de Identidad de Género a partir de este año rige también para todas aquellas personas de buena voluntad que habiten el suelo argentino.

 Por Dolores Curia

El 2 de enero, el Registro Nacional de las Personas y la Dirección de Migraciones aprobaron el procedimiento para que las personas con residencia permanente o refugiadas en el país vean reconocida su identidad de género autopercibido. El trámite se puede hacer en la Dirección Nacional de Migraciones y permite la rectificación registral de sexo, el cambio de nombre de pila e imagen de residentes extranjerxs y, también, intervenciones quirúrgicas y tratamientos hormonales, sin necesidad de autorizaciones, excepto en el caso de los menores. La documentación emitida tiene validez sólo en nuestro país y los requisitos para que lxs extranjerxs puedan hacer uso de estos beneficios son dos: tener la residencia permanente (que se obtiene luego de dos años de vivir en el país) y una nota que asegure que en la patria de origen no existe este derecho.

Buenas y malas

Hace tres años que Vanina Sánchez llegó a la Argentina desde Lima y se instaló en la zona sur de la provincia de Buenos Aires. Esta semana le llegó un mensaje de texto del ministerio contándole que su nuevo DNI, el permanente, pronto le estará llegando a su hogar. “No bien lo tenga voy a hacer el trámite para cambiarlo con el nombre que quiero que salga, el que realmente soy. Mi sensación es la de que voy a poder insertarme en otros lados. Es un poquito chocante que te hablen con tu nombre de hombre, da mucha vergüenza, esto es algo que no podría haber hecho allá.” Se refiere a Iquitos, el lugar donde nació, y a Lima, la ciudad en la que vivió hasta los veintiuno, cuando se vino invitada por sus primas. “Yo siempre fui así, de usar vestido y jugar con las muñecas, y empecé a cambiar-cambiar a los 15 años. Me puse las siliconas, me dejé crecer el cabello, en fin, a acercarme a la apariencia de una mujer. Mi caso era distinto al de otras chicas porque yo allá estudiaba y trabajaba en un salón de belleza y peluquería. Estar acá para mí tiene cosas buenas y malas, porque acá podés pasear más libremente, hacer tus cosas. Cuando unas primas me dijeron de venir, no lo pensé dos veces. Es complicada la adaptación, acoplarse a la vida de acá. La comida es algo que no puedo dejar, me cocino platos peruanos y con mi chico, que también es de allá, vamos a veces a restoranes, peruanos que por suerte hay muchos. Pensé en seguir trabajando en salones, pero terminé trabajando en la calle. Para trabajar en salones me pedían documentación, papeles de mis estudios y ser legal acá, cosas que no tenía. Ahora me voy a operar. Tengo una cita en el Hospital Gutiérrez para la operación y también estoy empezando a tomar las hormonas. Nunca antes las había tomado porque no me quería automedicar, prefiero que la doctora me revise y me siga diciendo cómo tomarlas.”

Un poco más tratable

En abril van a cumplirse cinco años desde que Karola Flores, que es su nombre pero no figura así en su documento, vino desde Tarapoto, una ciudad al nordoriente de Perú, para asentarse en estas tierras. “Todavía no puedo cambiar mi DNI porque primero necesito tener el permanente (ahora tengo el provisorio) y me va a llevar casi dos años conseguirlo. No bien pueda lo voy a hacer, voy a cambiar mi nombre. Porque ser llamada por el nombre que yo siento parece una pavada, pero para mí significa mucho. Lo que me hizo venir es que muchas compañeras peruanas que ya estaban radicadas acá me contaban que la sociedad era un poco más ‘tratable’ para nosotras, que acá teníamos más beneficios. Es verdad que en Perú somos más rechazadas, pero después me di cuenta de que tampoco acá todo es maravilloso. Para que te des una idea, ahora no tengo casa donde vivir y soy trabajadora sexual.” Karola es una de las integrantes de OTrans (que significa Organización Trans), una agrupación que por impulso de Claudia Vásquez Haro (periodista y docente en la Universidad de La Plata) funciona desde julio de 2012. “OTrans surgió cuando al intendente se le ocurrió trasladarnos a las que estamos en situación de calle al bosque. Si ya en la calle nos atacan chorros y policías, dos veces por semana se juntan los motoqueros de la zona para insultarnos y golpearnos, ¿qué nos iba a pasar si nos mandaban a un lugar donde encima no nos puede ver nadie? Era un retroceso (después de que ya existía la ley), era escondernos de los vecinos, de toda la sociedad.” En este momento, OTrans reúne a más de noventa chicas trans; entre ellas hay ecuatorianas, argentinas, bolivianas, paraguayas y muchas peruanas. Se juntan una vez por semana (los martes a las 18, en la Facultad de Periodismo de Universidad de La Plata).

Odio fraterno

Para Karola “hay diferencias y se forman grupos, por amistades, pero la discriminación es para todas las trans por igual. A la hora de insultarte en la calle, nadie te pregunta de dónde venís”. En ese punto, Claudia Vásquez Haro –que es la primera mujer trans nacida fuera de nuestro país en recibir un DNI que respeta su identidad de género– no coincide con Karola. Claudia explica que es necesario hablar de un “doble marcaje”: “En la Argentina hay un nivel de xenofobia muy fuerte, especialmente contra los peruanos, bolivianos y paraguayos, y no contra otras nacionalidades. Eso complejiza nuestra problemática. Cuando yo llegué, en el 2000, todavía no se habían derogado los códigos de faltas, entonces te llevaban en cana por trans y por migrante. Sólo podías regularizar tu situación si te casabas o tenías un hijo acá. Yo me tuve que casar con la hermana de una amiga trans porque en Migraciones me habían dado un ultimátum. Para nosotras era realmente una vida a escondidas, no podíamos ni ir a comprar el pan, ya sea por no tener los papeles en regla o por contradecir aquel artículo de la ‘ropa no adecuada al sexo’”.

¿Cómo viven las chicas este “doble marcaje”?

–Yo fui parte de la militancia de la Ley de Identidad de Género. Y al principio pensaba que la discriminación por cuestiones de identidad de género no tenían ni país ni etnia, que cuando te discriminaban, lo hacían por ser trans y punto. Pero después te vas dando cuenta de que no es tan simple. Si bien mi situación es diferente a la de las chicas que están trabajando en la calle, sé que la policía se las agarra más fuerte con las extranjeras y las amenaza con que las van a echar. “Peruano puto te vamos a mandar de una patada a tu país” es lo más suave que se escucha. Cuando el año pasado se sancionó la ley de identidad, yo charlaba con compatriotas y ellas decían: “Buenísimo, bárbaro, pero igual eso no es para nosotras”. Yo les contestaba que sí, que sólo faltaba que Cristina firmara el DNU.

Tal vez el punto flojo sea que las personas que no nacieron en la Argentina tienen que esperar dos años para tramitar el DNI con su nombre verdadero.

–Esa es mi preocupación ahora. En eso todavía se podría avanzar. Hay que pensar en la urgencia con la que muchas chicas llegan al país. En Perú, la sociedad es impensablemente machista y patriarcal, mucho más que acá. Hay una policía que se llama “serenazgo” que las mata literalmente a palos, te tiran los perros doberman encima. Aquí llegan muchas peruanas especialmente del nordoriente, de la selva, que es el lugar más pobre del Perú. Ellas van creando un lazo social, lazos de solidaridad. En algún que otro momento hubo, en La Plata, enfrentamientos entre las trans locales y estas chicas de la selva, pero algunas luchas comunes nos van uniendo, como cuando tuvimos que liberar la zona (para que ya no tengan que pagar para trabajar en la calle) o con el conflicto que hubo cuando las querían mandar al bosque. Si bien están medio divididas, algunas han hecho amistades, y OTrans ha ayudado mucho en este sentido. Por ejemplo, la presidenta de la organización es peruana y la vice, argentina. Entre las peruanas de las charapas (de la selva) y las peruanas de la costa tienen diferencias, pero también son muy solidarias. Van creando sus circuitos. Cuando llega alguna nueva, las demás juntan plata, le arman el cuerpo, la van integrando. Si alguna muere, la entierran entre todas. Ahora estamos ayudando a muchas a tramitar la residencia.

¿Vas a hacer uso de todos los beneficios de la ley, ahora? ¿Te vas a operar, por ejemplo?

–Ahora no estoy pensando en operarme. Aunque respeto a quien quiera hacerlo, creo que la identidad de género no se reduce a la genitalidad. En 2004 ya estaba viviendo acá, y pensé en ir a operarme a Chile. Lo charlaba por teléfono con mi mamá, que es muy piola, y ella me decía: “Fijate si lo querés hacer por vos o por los demás, por responder al statu quo”. Me di cuenta de que me tienen que aceptar como soy. Mi papá fue siempre muy jodido conmigo, hasta hace poco me trataba en masculino. Para las Fiestas, mis padres me vinieron a visitar y yo le mostré a mi papá el nuevo DNI que me habían dado unos días atrás y dijo: “Qué bárbaro, acá los argentinos son más pensantes y sensibles”. Yo no lo podía creer. Ahora él ya me llama por mi nombre. Hace unos meses que estoy en pareja con un chico peruano, catorce años menor que yo, que estudia Derecho. Y aprovechamos las Fiestas para presentar a nuestros padres entre sí. Cuando él les contó a sus padres que estaba saliendo conmigo, les dijo: “Yo solamente se los quiero contar, no estoy pidiendo permiso”. Pero ellos lo tomaron con naturalidad y alegría.

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Karola Flores

Vanina Sánchez

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