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Viernes, 25 de enero de 2013

MI MUNDO

Buena vibra

Ni sustituto del falo, ni tercero en discordia, el dildo o “el vibrante”, como prefieren llamarlo cada vez más usuarias, aparece en la vida íntima de las lesbianas como herramienta de goce por fuera de lo que establecen la ley hétero y también la ley torta. Fabricantes, vendedoras y compradoras hablan bien del producto.

 Por Dolores Curia

“La sensación de la vibración es tan única que solo puede generarse de esa manera. No hay con qué darle, ni la lengua, ni los dedos, ni el pene la igualan. No hay forma humana, por lo menos que yo haya conocido, de estimularte así, lo que te da ‘lo mecánico’ no puede dártelo nadie más.” No es jingle de una publicidad de vibradores por venta televisiva. Es una usuaria y defensora de la técnica que con su declaración de principios y placeres, lo sepa o no, hace su aporte a la discusión de si el juguete (en este caso, ella prefiere “el vibrante”) está más cerca de ser un sustituto a pila de la lógica falocéntrica o de ser en sí mismo un objeto superador de la carne y todo un mundo de sensaciones.

Estudio de mercado

El realismo ya no está de moda. Eso parecen querer decir tantos dildos de colores, con purpurina, estampados, con animal print, con forma de gusanito, huevo, lápiz labial o rimmel o con la capacidad de brillar en lo oscuro. La tendencia entre las mujeres que los consumen es la de la estetización del sex toy que balancea diseño, diversión y funcionalidad. No pasa lo mismo con los hombres, que muchas veces buscan sustitutos carnosos, descomunales, que imitan la textura de la piel y la nervadura humana. Ellas son resolutivas, eligen sin tanta vuelta y clink caja. Salvo que vayan en pareja. Entonces, las dos juntas debaten frente a la vitrina pros, contras, deslizamientos, dimensiones, precios. Ellos, casi siempre solos, se cuelgan horas mirando el escaparate lleno de miembros tiesos, piden descuento o, si la vendedora se acerca, advierten que sólo están mirando. Mientras ellos se quedan con las opciones más clásicas y rudimentarias, ellas se animan, por ejemplo, a los vibradores con entrada USB. “También están los que no compran nada”, dice sobre los consumos el vendedor y señala con la vista a una adolescente dark con pollerita escocesa que entra al sex shop a pasear con su sumiso, un chico que la dobla en tamaño, atado del cuello con correa.

“Suelo trabajar con parejas de chicas y grupos de chicas, organizo shows con juegos eróticos en casamientos de gays, despedidas de solteras, etcétera. En relación con los juguetes, entre lesbianas está muy divido. Es decir, están las que son recontra antijuguetes y después están las que para mí son las nuevas generaciones, que están más relajadas.” Paola Kuliok (www.pkescueladesexo.com.ar), que además de ser la hermana de Luisa es asesora en juegos eróticos, cuenta con descontento cómo al mercado hot local, más allá de los dildos con arnés (que pueden usarse tanto para el cambio de roles como para la performance chica contra chica) todavía no llegaron muchos artículos para lesbianas que ya son historia antigua en otras tierras. En otros mercados existen los dildos sin arnés. Se trata de un miembro viril que se autosostiene, que también estimulan a la que lo tiene puesto. “En realidad da la sensación de no estar sostenido por ningún lado, pero se engarza adentro tuyo, por la vagina y por el culo simultáneamente, y están también las prótesis que se autosostienen sólo desde la vagina. No vibran. Son carísimos. Están por arriba de los setecientos pesos y son muy difíciles de conseguir acá. Te los venden como si fueran la octava maravilla, pero no funcionan bien. Son pesadísimos y se te caen.” Kuliok sí recomienda con énfasis las lenguas vibratorias: “Ese sí es realmente un juguete que sabe lo que tiene que hacer. Las lengüitas llevan pila, hacen movimientos giratorios a una velocidad tal que, si sabés exactamente dónde ponerlas, se obtienen muy buenos resultados. Las chicas mueren por ellas, doy fe de que son realmente alucinantes.”

Fabricados por expertas

Sara y Raquel son creadoras, compañeras y copropietarias de Los Placeres de Lola (www.losplaceresdelola.com), una marca de dildos hechos a mano con sede en Madrid. Una gema difícil de encontrar en el mundo del juguete, ya que en general hay pocos fabricantes específicos de sex tools para lesbianas. Las grandes marcas como Fun Factory, que es el más grande importador de la Argentina, hacen gamas específicas para colectivos lgbtq. La particularidad de Los Placeres de Lola es que cubren la demanda de clientas que solicitan personalizar sus dildos. “En general, lo que más encargan son tamaños y colores específicos”, cuentan Sara y Raquel, quienes militan contra la palabra “raro” y, como en una toma de posición semántica, subrayan que el objeto más “alejado de lo de común” que les han encargado fue un plug con cola de chancho o, ya en el campo del BDSM, los vibradores que aparte del movimiento usual lanzan descargas eléctricas. Además, como también otras expertas lo hacen en Argentina, Los Placeres de Lola organiza reuniones de tuppersex lgtbq, donde se puede asistir en solitario, en pareja o en relaciones de poliamor. “Además del asesoramiento sobre los artículos, podéis tocar, oler, ver cómo funcionan y hacer tantas preguntas como vayan surgiendo. Duran unas tres horas y suelen venir entre cinco y quince personas. El contenido de la maleta en esos casos está orientado a una sexualidad lésbica”, esto quiere decir, por ejemplo, que llevan bombachas con dildo externo, consoladores dobles con vibración y sin vibración. También arneses de pierna (se llaman Lap Dancer o The Fix), que se ajusta al muslo, que pueden ser de cuero o ecológicos. Para las que les molestan las durezas de los arneses o no los sienten muy anatómicos, hay un modelo que se vende mucho: Rodeoh, una bombacha con un espacio para colocar y sostener el dildo. Está pensada para evitar todos los rodeos mata calentura de ponerse el arnés, enredarse, meter una pierna por otro agujero. Le suma espontaneidad al encuentro y no hay que meterlo y sacarlo de la mochila, sino que se puede llevar todo el día como ropa interior.

La pregunta más frecuente que las chicas hacen a la hora de la compra es qué juguete pueden usar, mientras penetran a la compañera con dildo y arnés puestos, para estimular el propio clítoris. Hay muchos accesorios para el strap on, como los vibradores especiales para ponerse en la zona. El más cómodo para eso es Eve, con forma de hoja de parra, fabricado con material hipoalergénico. Existe otro juguete con mucho éxito, que se puede encargar por la web, que se llama We Vibe, delgado y anatómico. La chica del arnés puede ponérselo debajo de éste y encenderlo mientras penetra a su pareja. Lo particular es que tiene una extremidad que va adentro de la vagina y otra que abraza a la vulva. “También podés ser penetrada por otro dildo o por lo que quieras con la hojita puesta, la idea es que es tan pequeño que, de ser necesario, entra todo”, dice Sara sobre este juguete diseñado para presionar el punto G (o sea, las doce en punto en la vagina) y apretar el clítoris enérgicamente.

Dentro de las líneas de juguetes lgbtq también hay obviamente artículos para las personas trans. En general lo que más se llevan son dildos parking (en todos los tamaños posibles e imposibles, texturas y tonos) para ellos y, para ellas, dilatadores para la vaginoplastia. Además de otros objetos que también están pensados para ellos, por ejemplo, Go Girl, un dispositivo en forma de embudo fabricado en silicona médica totalmente higiénico y reutilizable, para colocarse entre las piernas y hacer pis de parado. Sin necesidad de agacharse ni esconderse. En general, entre las clientas lesbianas la discusión dildo sí/dildo no, cuenta Sara, “hoy por hoy ya no es un tema recurrente. Ya parece algo de generaciones anteriores a la nuestra. Igualmente en el training que damos a nuestras taperseras se les advierte de la posibilidad de una situación así y ahí entra nuestra parte más didáctica a hacer apología de la morfología vaginal del dildo. De alguna manera el dildo contemporáneo es parte del acervo lésbico. Por supuesto, no es que por tenerlo vas a ser ‘más lesbiana’, pero sí cada vez más lesbianas tienen un dildo y un arnés. Son parte de la logística lésbica amatoria”.

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