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Viernes, 8 de febrero de 2013

TEATRO

Dos para el amor

Rolo Sosiuk echa mano de documentos, cartas y poemas para reconstruir la imposible historia entre Lorca y Dalí

 Por Paula Jiménez España

La obra reconstruye la historia tomando sus momentos clave: el encuentro en la Residencia de Estudiantes de Madrid, la dificultad de Dalí para asumir su homosexualidad, el rechazo de Buñuel al romance gay de su amigo Salvador, el reencuentro tras siete años de separación y, por último, el asesinato de Lorca. Esta pieza, dirigida por Carlos Rapolla y con una buena dramaturgia de Rolo Sosiuk, visibiliza un romance del que poco se ha dado a conocer y tal vez ésta sea una de sus mayores virtudes. Pero los intentos de arrojar luz sobre este amor, que vienen de lejos y retornan cada tanto, probablemente sigan sorprendiendo a un público acostumbrado a ver en el pintor un romántico extravagante enamorado exclusivamente y hasta el tuétano de su bella Gala. Y es muy factible que lo haya estado, por supuesto, pero su capacidad amorosa, según Dalí y Lorca, diario de un viaje imposible, no parece haberse agotado en aquella mujer (ni en las mujeres en general). Sin límites, el film del director británico Paul Morrison, dio voz en 2007 a esta pasión silenciada entre los dos artistas y unos años antes, en 1999, la mentada publicación de Lorca-Dalí, el amor que no pudo ser, escrita por el irlandés Ian Gibson, ya había dado cuenta de los detalles secretos. Gibson echó mano a todo lo que pudo para confirmar su hipótesis: ese amor había sido algo más que platónico. Como prueba no sólo trae las cartas de Lorca a Dalí y la desaparición de las de Dalí a Lorca —por artilugios de la familia del poeta— sino que, entre otras cosas, apela a una serie de cuadros del catalán en los que su rostro aparece fusionado con el de Federico. En ellos, el contorno de ambas cabezas es altamente distinguible, sobre todo en la pintura El beso, de 1927. A todas luces, esto quiere decir que beso hubo, ¿verdad? Quizá, según coinciden Gibson, Morrison y los que hablaron antes y después, el contacto físico entre ellos no hubo evolucionado mucho más porque, aparentemente, Dalí no se animó. Que sintió dolor físico cuando Lorca lo quiso penetrar es uno de los rumores más insistentes, pero, en todo caso, es también incomprobable, y por otra parte esto poco dice sobre un vínculo así de intenso que gestos elocuentes como la “Oda a Dalí”, escrita por Federico, no dejan de sugerir. Podría decirse, en cambio, que la pieza de Sosiuk y Rapolla abona la teoría de que el sexo entre ambos, y no sólo el amor, fue un hecho consumado (en una de las escenas, por ejemplo, ambos aparecen recostados en el piso como tras haber tenido un encuentro íntimo). En cuanto a la construcción de los personajes en Dalí y Lorca..., quizá, por las características más llanas de la figura de Federico, ésta es la que parece más lograda y verosímil, mientras que el personaje de Dalí resulta algo estereotipado y colabora a crear su mito excéntrico. Y este mito corre el riesgo de generar en el espectador una interpretación muy corriente: el tipo era tan raro que hasta le gustaba su amigo. Pero esa rareza, de más está decir, no es la rareza queer sino la de la genialidad y esto, aunque pueda resultar elogioso es, básicamente, irreal: la bisexualidad no es una consecuencia del talento. Sin embargo, este estar más allá del mundo de la cabeza daliniana aparece en la obra como coherente con su falta de compromiso político, sobre todo en contraposición al apasionado Lorca construido por Julio Chiorazo, quien se muestra como un descreído de todo artista que no se implique con la realidad. El desbalanceo ideológico entre ambos es notorio y no sólo en la ficción sino que probablemente también lo haya sido en sus vidas.

Dalí y Lorca, diario de un viaje imposible. Viernes a las 21.30, Liberarte, Corrientes 1555

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