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Viernes, 1 de marzo de 2013

El Buzón no se vende

El público de El Viejo Buzón está integrado por hinchas, futboleros, familias tipo. De pronto irrumpe Karen Bennett, una artista trans que canta, toca la guitarra y sabe mucho de fútbol. Reacciones y paradojas del encuentro vistas desde el escenario.

 Por Karen Bennett

”Voy a subir un video a YouTube explicando la ley del offside. Sí, soy Karen “Bilarda” Bennett. Es que hay más de un chongo futbolero que queda patinando si le pedís que te la explique”, le comenté a un sorprendido Rodolfo, gerente de contratación de shows de El Viejo Buzón una vez que terminé mi show, ya casi a las 2 de la mañana, cuando quedaban sólo los muchachos habitué y entramos en confianza como para hablar de temas tan ríspidos como el fútbol. Perdón, claro. No te conté: El Viejo Buzón es un restaurante-bar con tono arrabalero plantado en pleno Caballito, a pocas cuadras de la cancha del “Verdolaga”, Ferrocarril Oeste, le debe el nombre a un antiguo buzón que sigue firme en su esquina. El Viejo Buzón es un reducto de la bohemia de poetas futboleros, familiero y —¿por qué no?— de Karen Bennett (sí, hablo en tercera, gajes del oficio). Rodolfo fue el que me vio en YouTube y le tiró la propuesta al Toto Evangelista, dueño del lugar y ex presidente de Ferro, quien a regañadientes aceptó incluir a una trans en el show a sabiendas de que semejante jugada podía dejarlo con el banderín en alto frente a sus concurrentes habituales.

Entonces ocurre lo que debe ocurrir inexorablemente cuando una persona inusual hace acto de presencia frente a personas más, ponele, usuales. Entro al lugar rubia, short negro de lentejuelas, medias de red caladas, maquillada para el infarto, botinetas con tacos de 10 cm, totalizando una humanidad de 1,90 m, y serpenteando mis caderas cual top model. En contraste con mi desubicada fantasía Chanelera, El Viejo Buzón ofrecía una barrial pantalla de LCD de 32 con el Tití Fernández hablando con Messi. El menú de la noche era: Eliminatorias, mayonesa de ave, vino de la casa, mila a la suiza, flan mixto y Karen Bennett tocando a Sting y Pink Floyd. Y vos te volvés con una lista de confusas sensaciones a tu casa, ¿o no? No te me hagas la moderna, marica. No somos machos, pero somos muchas.

En una mesita para dos ves a una pareja promedio de edad Elsa y Fred. Fred la codea largando un “mirá, mirá este travesti... me parece que hay show”, creyendo que yo no tengo oídos para ellos. En otra mesa estaban Homero, Marge, Bart, Lisa y Maggie. Bien pegaditos al LCD, como si fuera el sector VIP, cuatro aficionados al tablón de entre 30 y 40 años, con camisetas de Huracán y las gorritas con la visera en la nuca. Y empieza el show...

“La ciudad de la furia”, de Soda, abre con los tenedores suspendidos, testigos presenciales de una trans haciendo algo que el código de procedimientos normales no contempla. Sigo tocando y ellos comiendo, mirando cada vez más atentos. Elsa y Fred hubieran preferido unos boleros, pero “se respeta, che, el marica este sabe tocar y hacer música”. Bart Simpson, en cambio, anda pensando en tocar la guitarra y Homero a la guitarrista. Karen 2-Prejuicio 0, a los 5 minutos del primer tiempo...

Yessica y Shirley, las dos chicas que se turnan obligaciones entre el mostrador y las mesas, son las que bajan los aires de familiaridad machista. “¡Diosa, Kareeeen!”, alientan las chicas destrabando con b larga el ambiente y liberando el aplauso y aliento del resto. 4 a 0 y penal, todo a favor mío. Y un penal, se sabe, se patea con un clásico de Pink Floyd y otro de Charly García. Goleada.

La muchachada del aguante buzonero se había acercado a mitad de show a clavarse unas birras y a ver a la nueva sensación del barrio: la trava violera, rocanrolera, futbolera. Se armó la mesa al mejor estilo Polémica en el bar. Los Borrachos del Tablón no saben bien cómo tratar a la marica si no están en patota para bardearla, de cerca y en persona se les complica, pero resoplan con alivio cuando digo que “Rogelio Funes Mori tiene resortes en los tobillos y no sabe recibir de espaldas al arco”. De pronto, como si un código más fuerte que mi pinta y que la de ellos se desplegara, somos todos compañerxs. “Uh, mirá, éste es de los nuestros, sabe de fulbo, ¡vamo’ los pibes!”. El macho alfa que no hay como las travas: “Te las garchás y después te mirás el partido en la cama”. Machismo patético al margen, no sabía si denunciar semejante atrocidad ante el Inadi, pero concluí al fin que, por alguna extravagante desfragmentación del universo, yo reúno esa cualidad. La ley del orsai, las tramoyas del libro de pases entre el torneo Clausura y el Apertura, si el Negro Sánchez la clavó en el ángulo con zapatazo “tres dedos” o quiso tirar un centro y la metió de pedo. Son las 4 da la mañana. Cuatro horas después del show, intento mantener mis tacos depilados entre un mar de canilleras y botines peludos. “Tocate una de los Redondos antes de irte, dale linda, no rotibée.” Y yo, a sus órdenes.

Karen toca el viernes a las 22.30 en El viejo buzón,
Neuquén 1100, CABA. A la gorra.

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