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Viernes, 26 de abril de 2013

Mi Miami me ama

 Por Walter Duche

Crear arte de los despojos o cómo desalentar la inoperancia municipal. Este quizá sería un lema aplicable a la revolución artística, arquitectónica y urbana que está sucediendo desde hace algún tiempo en el barrio Wynwood de Miami, un lugar que hasta hace poco era un paisaje casi desolado. Wynwood está situado a pocos minutos del Downtown y a sólo diez de South Beach, y ha pasado en poco tiempo de la devastación a último grito de la moda. Más que hablar aquí de la vida gay hablaremos de cómo la vida gay hace a la urbanización, al consumo, al embellecimiento de los espacios. En un libro desopilante y osado, Los homosexuales al rescate de la civilización (Egales), Cathy Crimmins lanza la hipótesis de que lo que se entiende como clisé (que a los homosexuales les gustan las cosas lindas) o también como cultura gay ha contribuido en grande a la vida cotidiana del resto de la humanidad. De hecho ya hay muy serios estudios, coo el que proviene del instituto Demográfico de Washington que relaciona ciudades y barrios glamorosos con la mano gay. Más allá del estereotipo, una serie de razones harían que los barrios más pobres y abandonados sean copados por minorías que los transforman a su modo, resultan elevados a la categoría de exclusivos y finalmente colonizados por el consumidor heterosexual. Y así sigue la rueda de exclusiones, el barrio se vuelve caro nuevamente y las juventudes diversas hacen su historia en otro. Este barrio de Miami, que hoy se ha convertido en centro de encuentro de lo más artístico y elegante de la zona ha corrido esa suerte.

Hace algún tiempo sus grandes paredes de fábricas y depósitos sin ventanas dieron idea a Tony Goldman (uno de los artífices del nuevo Soho de Nueva York) a pintar esos espacios, que así comenzaron a servir a otros artistas callejeros para que expresaran sus sentimientos. Más tarde, la creación del festival Art Basel (que se sigue haciendo todos los años en diciembre), sirvió para que llegaran muralistas callejeros de otras ciudades de los Estados Unidos y del mundo, y ahora este abandonado sector de Miami es hoy uno de los más pujantes en creatividad, en nacimiento de galerías de arte, bares y restaurantes que se ponen muy animados hasta altas horas de la noche.

Un lugar que era restrictivo, y al que sólo se podía acceder cuando el sol estaba a pleno, hoy tiene fiestas que duran hasta bien tarde. Sí, es cierto, conocido como un barrio gay se ha convertido en un punto neurálgico del turismo que viene a consumir el espíritu en el que se pueden encontrar obras de los muralistas o “grafiteros” más famosos del planeta. Pinturas de los norteamericanos Ron English o Shepard Fairey son motivo de curiosidad de todos los visitantes, ya que ellos han desplegado su arte en múltiples expresiones mediáticas, algunas tomando a iconos como Marilyn o al propio Obama (Fairey fue el creador del retrato del presidente con la leyenda “Hope” que se usó en su campaña y que hoy forma parte de la National Portrait Gallery del Museo Smithsonian de Washington, nada menos), que los han hecho aún más populares. También hay artistas de Alemania, México o el dúo de puertorriqueños que se hacen llamar La Pandilla, y que tienen sus trabajos en paredes de varias ciudades.

En la recorrida es imposible obviar la imagen del colorido mundo del brasileño Eduardo Kobra, muralista que llena las paredes de San Pablo.

Pero no sólo de pintura y color vive Wynwood, se ha convertido en un lugar muy buscado para instalar bares y restaurantes de alta cocina. Entradas sencillas esconden restós con chefs de nivel internacional, y espacios donde el muralismo está mezclado con la comida como en el ya célebre Wynwood Kitchen & Bar que guarda prestigiosísimos murales y hasta un gran taller del artista Peter Turney al que se lo puede ver trabajando en vivo. El paisaje se ve franqueado por las “food trucks”, esas furgonetas que vienen equipadas convirtiéndose en un restaurante callejero, los autos de primeras marcas y las calles son una fiesta de mirones y ricos que van en busca de algo nuevo. Y por supuesto el atractivo de la zona se asocia directamente con lo gay: la zona es un atractivo lugar de encuentro. El Sandal Club, alejado del circuito de South Beach, pero reconocido por sus strippers y por sus prolongadas noches de los viernes, y Jamboree, un lugar oscuro, que se ilumina con múltiples televisores, en donde encontrar amigos para beber.

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