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Viernes, 17 de mayo de 2013

PEPE ES UN FLASH

Se inaugura una muestra de fotos que revelan ensayos, poses, momentos íntimos y públicos de Pepe Cibrián.

 Por Dolores Curia

Sostiene su taza marica mientras sonríe con gesto marica, con espuma en los labios, frente a la cámara del marica que toma la foto. La lente se detiene en sus dedos enjoyados hundidos en peluche o en las piernas cruzadas donde apoya sus manos. Las secuencias de gestos van desde los ojos cerrados (en pleno éxtasis durante un ensayo, cuando asume él el rol que quiere marcarle a un performer) hasta la boca abierta (cuando se deja caer rendido, enfundado en tonos fucsia, en los brazos de uno de los payasos de Excalibur). Las instantáneas lo congelan a cara lavada, sorprendido o risueño pero siempre, aun sin movimiento, revelan el fluir, el caminar, el meneo grácil, estilizado, sus rasgos de dandy –atuendo elaborado, peinado sin improvisación–, su afectación. Aquí y allá, se puede reconstruir, siguiendo estas pistas, su porte de tía. Porque no ver en los gestos lo que el mundo titubea en llamar por su nombre es contribuir a la ceguera que el mismo Pepe se ha preocupado por combatir.

El mismo se ha ocupado de despejar las dudas sobre su gestualidad marica. Se ha dejado ver tal cual es, sin los rubores ni los silencios (los vicios de callar de quienes sufren en distintas medidas el pánico homosexual del que hablaba la teórica queer Eve Sedgwick), sin que eso implique abandonarse al escándalo amarillo. No lo hizo la prensa (que según Pepe siempre ha sido tan respetuosa para con la circulación secreta de su deseo) sino él. La pose puede funcionar como puerta de entrada al mundo Cibrián: le pertenece un cuerpo que es en sí mismo campo de batalla. Lo prueban tantas alusiones a su valentía por haberse puesto como carne de cañón en la pelea por el matrimonio igualitario (versos como “pelotones mariquitas/que destrozan... maricones/el corazón de este hombre/con dignidad de marica/¡tiren al centro marica/que dio a luz obras maricas!”, gritaba en el Senado).

Cuando se para consciente frente a la cámara, Pepito posa sensual, desafiante o divertido. Deja deslizar una sexualidad diferente de la que impone la norma y suma a la construcción de su propia figura pública aunque no todo esté bajo control en ese armado (¿cuánto revela la pose sin pedirle permiso alguno al poseur?). Verlo gestualizar, ser, hacerse, parecer en estas fotos obliga al espectador a nombrar esa diferencia que sabe que existe pero que en muchos casos sólo dice por omisión. A esta altura del partido, el mensaje no tiene por qué seguir siendo cifrado. Es él el que en los últimos años no ha parado de poner el foco en la necesidad de hacerse visible, de dar la cara. Después de todo, ya lo dijo Oscar Wilde: ser natural es una pose difícil de mantener.

Sueño revelación

“Yo empecé a hacer fotos hace relativamente poco y una tarde (¡ay, qué ambición la mía!) fui a golpear el vidrio de la boletería del Astral, donde daban Drácula 20 años. ¡Una caradurez absoluta! Les dije que era un fanático del género y, en especial, de Pepe. Y que quería sacar fotos de la obra. Lo increíble pasó: me dejaron”, dice Alejandro Palacios, cuya relación con la fotografía nunca antes había ido más lejos que los retratos de amigos en algún viaje. Hasta hace un par de años Alejandro se definía únicamente como publicista y fan hasta la médula del teatro musical. Hubo sí un tío compinche y motor que le prestaba su Reflex para jugar cuando era chico. Ese mismo tío lo introdujo también en el gusto por los escenarios, los focos, las gelatinas y las plumas con proyecciones en súper 8 de títulos como Siete novias para siete hermanos, Cantando bajo la lluvia y El Mago de Oz y mientras pasaba de fondo una y otra vez discos de A Chorus Line.

Las fotos de aquel ensayo de Drácula 20 años terminaron en manos del mismo Cibrián. Días después, un llamado al celular. Del otro lado del teléfono: nada menos que la voz del popularísimo teatrista nacido en La Habana, quien lo felicitaba y lo invitaba a presenciar un seminario. Alejandro conoció a su ídolo en múltiples facetas públicas y privadas, muchas más que las máscaras del teatro. Lo vio gritar, indicar, enojarse, desenojarse, alabar, reír, fruncirse, bailar, suspirar, corregir y, por fin, descansar. Acompañó a Pepito durante el final de las funciones de Drácula 20 años, en 2011, y el año pasado estuvo en los entretelones de Excalibur, la leyenda musical y en Marica, la obra por la que el ahora fotógrafo fue nominado al premio “Mejor Foto de Teatro” de Premios Teatro del Mundo.

“Tuve la suerte de poder ver desde un lugar privilegiado a un personaje icónico, pero sin el bronce. Tan sencillo es que, cada vez que yo llegaba a un ensayo en el teatro, lo encontraba parado en plena calle Corrientes charlando con quien fuera que se le hubiera acercado a saludarlo. Siempre lo enganchaba alguno. La muestra tiene algo así como un backstage de las funciones, los ensayos y también de Pepe como personaje, ese reverso, esas otras caras, sin divismo.” En Instantes de lo íntimo a lo eterno, a Pepe podrán vérsele materiales inéditos, imágenes intervenidas, videos de Cibrián interactuando con y dirigiendo a su elenco, ensayos a deshoras. Se lo puede ver, también, declamando su poema “Marica” en el Senado, recibiendo el reconocimiento de ciudadano ilustre, emocionado en la entrega el Premio Hugo a su muy querido Jorge Luz, con amigas como Valeria Lynch, o tomando un café con leche en la cocina de su casa. Son versiones del hombre que de niño quería ser faraón y Papa, y que empezó con diez sillas en Aquí no podemos hacerlo para terminar llenando una y otra vez el Luna Park. Son, según Alejandro, imágenes que intentan ir más allá de las anécdotas de los anillos de su madre, del tic de los dos relojes pulsera, de los brillos, en fin, de la parafernalia.

Instantes de lo íntimo a lo eterno inaugura este domingo a las 17.30. Se podrá visitar hasta el domingo 9 de junio, de lunes a sábados de 10 a 21 y los domingos de 12 a 21 en el Centro Cultural Borges (Viamonte 500).

Pepe Cibrián pronto estrenara una nueva versión de Calígula.

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