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Viernes, 5 de septiembre de 2008

ENTREVISTA > FLOPA

Todos los gustos

 Por Leonor Silvestri

Más de una vez hiciste referencia a lo innecesario de producirse para salir al escenario. ¿Te resistís al estereotipo de la chica femenina y arregladita que toca la guitarra?

—No. No es que me moleste sino que no me llega la feminidad sobreexpuesta. Yo entiendo lo necesario del juego de mostrarse, entiendo que si salís en la tele, te vas a arreglar dentro del canon de lo que debe ser una mujer en los medios. Pero lo que pasa es que lo primero que se ve de una mujer, aunque haga música, es qué tiene puesto, si está arrugada, si está linda, incluso a las folkloristas les piden eso. Es algo totalmente externo que tiene que ver con la estética, no con la música. No se llega a escuchar lo que están haciendo las mujeres en la vitrina musical. Además, yo me rebelé contra esto porque no compré la falta de practicidad que implica todo eso de “la feminidad”.

¿Y cuándo empezaste a rebelarte?

—Bueno, por ejemplo, a los 7 u 8 años dejé de ponerme vestiditos y florcitas en la cabeza, porque son incómodos y tenés que estar con las piernas cruzadas, no te permiten libertad de acción. No es que no me gusten las polleras sino que estar de pollerita no me permite volverme a casa a las 4 de la mañana por la boca del lobo, o salir corriendo para zafar.

¿Sentís la necesidad de estar dispuesta siempre para salir corriendo?

—No, eso forma parte de mi adolescencia, hoy me tomo un radio-taxi y me deja en la puerta de mi casa.

Hubo alguna mujer en la historia de la música que te hizo creer que vos también podías ser parte.

–¿Por qué mujer? ¿Por qué no un referente musical a secas? Los músicos tienen una sexualidad, pero la música no tiene sexo. Sin embargo, si me arrinconás, te cuento que las Viudas e Hijas de Roque Enroll fueron mi referente de la adolescencia, no para tocar como ellas o lo que ellas tocaban sino para poder tocar yo. Cuando tenía 12 años de pronto veo a 4 locas que tocan instrumentos y no pensé “quiero ser como Mavy Díaz”, pero inconscientemente fue una especie de permiso: “Si ellas pueden, yo también”. Pero no tengo grandes referentes mujeres, me gusta Joni Mitchell; aunque si vos me preguntás quién me determinó para que yo hiciera música, te nombro a Morrissey, o me significa más Palo Pandolfo, una de mis grandes influencias de la adolescencia, que Fabiana Cantilo.

Pero empezaste en una banda de mujeres...

–Sí, claro. Y debo admitir que siento que, a un nivel mucho más pequeño, yo ocupo ese lugar de referente para algunas chicas que me dicen que tocan temas míos, o con sus bandas. Estuve dos años en Mata Violeta, con Erica García y Karina Tamburini. Pero ellas eran más grandes y le daban otro enfoque a las canciones, yo era todavía una pendeja, tenía 18 años.

¿Por ejemplo?

—Ellas decían “los pibes quieren rosca para poguear”, y mis temas no gustaban nunca. Entonces yo pensaba: “A mí me chupa un huevo qué quieran los pibes, si la música la hacemos nosotras, ¿qué me importan ellos?”. Y ahí empecé a dividirme el camino y hacer canciones en mi casa. Mi fuerte es hacer baladas que fulminen, y no le temo al estereotipo de la chica que canta canciones melódicas, porque sé cuán lejos me encuentro incluso a nivel presencia y voz de eso. El rock es hoy el soldado predilecto del sistema, su espíritu es ganar plata, yo no parto de allí.

¿Cómo elegís los temas de tus canciones?

—De experiencias personales, ésa es mi materia prima por excelencia, hablo de lo que conozco, lo que no quiere decir que sea un diario íntimo. Son fichas que me caen. Eso, y otro poco de fantasía, más una rima y una musicalidad, porque hay miles de maneras de decir una misma cosa.

¿Muchos amores no correspondidos?

—Son canciones de amor, pero no sólo a mujeres; hay cosas que están mezcladas, aunque algunas letras sean susceptibles de tener una interpretación lésbica. Entiendo que el amor no es sólo la sexualidad o la pareja y, pensándolo bien, no todas mis canciones son de amor, en especial en este último disco, Emoción homicida, aunque ésa sea justo una canción de amor. En este último disco mi énfasis está puesto en tratar a la canción como una idea. De todas formas, lo que yo diga no es importante sino la lectura que haga la gente; y mis experiencias son como las de cualquier persona, sólo que a mí se me da por hacer canciones.

¿Recordás cuándo tomaste conciencia de que te gustaban las mujeres?

—Y no sé... siempre me gustaron. Tengo recuerdos de la escuela primaria, me gustaba la maestra, las chicas en la escuela, la hermana mayor de una compañerita. Era una fascinación que no la identificaba sexualmente en ese momento, tenía un enganche extraordinario. En cambio, los varones eran mis compañeros de juego. A los 12 o 13 años me doy cuenta de que me gustan cabalmente las mujeres porque a esa edad entré en un estado de algarabía y sufrimiento por una chica, pero tardé 2 años en lograr que pasara algo. Primero nos hicimos amigas porque no sabía hacer otra cosa, buscaba la manera de acercarme pero no sabía cómo, aunque sí sabía que quería estar con ella. Y fuimos súper amigas hasta que no dio para más. Y ese primer amor me dejó tarada varios años, aunque después saliera con otros pibes. Con los chicos yo sabía cuál era mi rol, pero con esta flaca no sabía ni por dónde empezar. No tenía confusión con lo que sentía sino con cómo desarrollar mi rol.

¿Y ahora te resulta más sencillo ejercer ese rol en público?

—Yo no me escondo, ni me ando mostrando. No tengo problema de ir de la mano con una mujer, pero también estuve con varones hasta los veintipico y no andaba chapando frenéticamente. Y ésa es también una parte de mi vida que no quiero olvidar, ni niego, aunque hoy no esté en esa búsqueda. Los varones no me dan repulsión. No estoy de acuerdo con querer meter lo de género en una caja, no se puede decir “lo gay es así o asá”, puede ser de cualquier manera. Mi identidad lésbica no es excluyente de ser otra también y al mismo tiempo. Cuando estuve con varones no me daban ganas de estar con mujeres, mi deseo se dirige a la persona con la que estoy.

Sos de las que dicen que se enamoran de las personas sin importar su sexo.

–Supongo, aunque durante mucho tiempo fue un conflicto no saber a quién mirar, conflicto que solucioné mirando todo, pero me llevó como 5 años darme cuenta de que tenía que hacer eso. Pasó un tiempo hasta que me di cuenta de que no había por qué elegir. ¿Quién carajo dice que tengo que elegir, si no es elegir en el momento que yo indique, es decir, cuando conozco a una persona? Sentía que me daban a elegir entre dos cosas completamente diferentes. ¿Qué querés: pochoclo o puchero? Me estás ofreciendo entre dos cosas que no puedo elegir, son distintas. No es una mejor o peor, no son dos gustos de helado. Esa sensación me llevaba a pensar que no había dónde encajar. Parece que te dicen que tenés que elegir una opción de acá hasta que te mueras. Pero es una desorientación en los demás, que necesitan saber para qué lado pateás, porque eso les indica quién sos, cómo te conducís, qué tipo de vida llevás. La ambigüedad, el efecto andrógino, pone incómodo al otro, no a mí.

Flopa toca en Espacio Disparate
Sitio de Montevideo 1265.
Lanús Este, Buenos Aires
Sábado a las 22 hs
Entrada: $ 15. Reservas al 4241-6975

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Imagen: Sebastián Freire
 
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