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Viernes, 14 de junio de 2013

SOY POSITIVO

Flores nuevas

 Por Pablo Pérez

Esa mañana tenía que ir a Helios para hacerme un análisis de sangre y de paso retirar la medicación del mes, todo en el mismo lugar, practiquísimo. “Durante el ayuno —me dijo una vez una extraccionista—, está permitido tomar agua o cualquier infusión sin azúcar, lo cual, inclusive, facilita la extracción porque hace que la sangre fluya mejor.”

Me levanté temprano y tomé un vaso de agua, pero por si acaso preferí no tomar los mates mañaneros, lo único que me despierta bien y me pone de buen humor. Antes de salir verifiqué que en el sobre donde meto todos los papeles médicos estuvieran la orden de la infectóloga para los análisis y el comprobante del último pago del monotributo. Cuando ordeno papeles de cualquier tipo, me invade una sensación de aturdimiento. El sobre se había ido llenando de viejos recordatorios de turnos con la infectóloga, la dermatóloga, la psiquiatra...; órdenes de análisis y recetas vencidas y las indicaciones para tomar medicamentos que ya no tomo, los comprobantes del pago de monotributo de los meses anteriores. No tiré nada (como estaba medio dormido tenía miedo de equivocarme y tirar algo que necesitara), ordené todo por fecha y salí.

Ya sentado en el colectivo, cuando fui a sacar el libro que siempre llevo para leer en el viaje y en la sala de espera, me di cuenta de que me había olvidado el maldito sobre. No podía volver a buscarlo porque llegaría tarde, así que decidí seguir. Como en Helios tienen todo informatizado tenía la esperanza de que igual me hicieran el análisis y me dieran los medicamentos.

Llegué, introduje mi número de DNI en la pantalla táctil, seleccioné los ítem “Laboratorio” y “Farmacia” y me senté a esperar. No tuve tiempo de leer; apenas observé que en cada uno de escritorios de las recepcionistas había un florerito con flores nuevas, escuché mi nombre.

Le conté a la recepcionista que me había olvidado todos los papeles y me dijo que no había problema, que la orden la tenían registrada en la computadora, pero que esa misma tarde tendría que mandarle el comprobante de monotributo por fax, porque vencía el 20 y ya era 21. “¡Esta misma tarde!”, repetí malhumorado, nunca me gustó mandar fax, y para hacerlo tenía que ir a un cíber. “¿Pero no hay tres meses de tolerancia para el pago de monotributo?” “No.” “Mirá qué interesante para investigar... Pregunto porque soy periodista: ¿si no tenés el monotributo al día te podés estar muriendo de sida y no te atienden?”, digo con un tono más patético que el del más patético periodista de la corpo. Sé que nadie “muere de sida”, pero espontáneamente me salió esa frase teñida de dramatismo. ¿Qué pretendía conseguir? ¿Que me eximiera de tener que mandarle un fax? Aunque me había olvidado los papeles, me hicieron los análisis y me dieron los medicamentos. ¿Qué más quería? “Son las instrucciones que nos da la obra social”, me contestó ella siempre amable, como lo son todas las recepcionistas de Helios, sonrientes, lindas y perfumadas como las flores de su escritorio.

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