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Viernes, 28 de junio de 2013

A LA VISTA

CADÁVERES

Los medios y el crimen: en Estados Unidos, el 17 de mayo, Marc Carson fue asesinado por su orientación sexual. ¿A quién le importa?

 Por Juan Tauil

Me enteré de la muerte de Videla en Manhattan. En la metrópoli, en la ciudad faro del mundo, en la cuna de la libertad. Brindamos en un bar del East Village, junto a la amiga que me hospeda, ex bajista punk, chilena, feminista, de la liga de inmigrantes que vive en un departamento tomado y adjudicado; su ex marido, músico punk también, y una amiga en común –de ellos–.

Me puso feliz que todos estos desconocidos brindáramos felices sin preguntar tanto... fue como decir "brindamos por la muerte de Hitler"; no hubo duda al levantar la copa y tampoco en poner gesto de mal trago. ¡Se murió en el día internacional del reciclaje!, acoto una bella metáfora para la basura.

Todo funciona para que Nueva York funcione. Hay, por supuesto, violencia. Pero no parece tanta.... no gatillan igual cuando es la propia violencia la que emerge. Pero emerge y rebasa.

Cuando mataron a Marc Carson, muy cerca de donde yo estaba, el cadáver de Videla seguía dando vueltas sin encontrar cementerio. La sensación de lejanía con el caso fue brutal. En una ciudad donde aumentaron un 40 por ciento los ataques contra hispanos –el caso de José Sucuzhanay, joven ecuatoriano padre de dos niños, asesinado el 17 de diciembre en Brooklyn–; donde matan a un gay por el solo hecho de pasear con un amigo por la calle como sucedió con Marc; donde se permite un atentado-demolición para dar lugar a nuevos negocios inmobiliarios; hay inseguridad. Y mucha.

Algo del orden de lo energético, de la pertenencia a una minoría perseguida me puso en el lugar del crimen, ahora convertido en improvisado santuario. Cientos de flores en la vereda, unos cuantos transeúntes se detienen para mirar, para entender. Es un agujero negro, una zona muerta, me urgió salir de allí. Comparando las coberturas mediáticas y las reacciones humanas, la noticia del soldado degollado en Londres rebotó mucho más en Nueva York que el asesinato de Marc, perpetrado a metros de distancia y hasta mereció un comentario de la mujer que me hospedaba a la hora del desayuno: ¡Oye escuchaste del ataque terrorista en Londres! Un puto menos, un afro menos y... resulta que los soldados se preparan para morir y aun así provocan el aspamento de los viejos reaccionarios que ignoran nuestras vidas.

La sensación de acechanza sobre el patrimonio personal es compartida, común, para lxs miembros de las clases medias altas de los hermanos países americanos, desde Alaska hasta la tierra del fuego. En la misma región, en cambio, las clases medias bajas y bajas sufren la acechanza de las fuerzas policiales y militares, que responden a las presiones de la sensación de acechanza superior en términos de medios económicos/mediáticos. Detrás de un crimen homofóbico hay mucho más que un asesino: hay ignorancia, falta de trabajo, de salud mental, mala alimentación, estancamiento social; variables a las que se prefiere ocultar detrás del rótulo crimen de odio. Las coberturas mediáticas dependen de quién detenta el poder en el país: en los EEUU, las fuerzas de seguridad gobiernan, por lo tanto, conviene esconder la "inseguridad" tras correctas tipificaciones; en nuestro país sucede lo contrario; los medios responden a sus propias necesidades de desgastar al gobierno y encuentran responsabilidad estatal hasta debajo de las piedras.

Desde que se dan a conocer y con el cadáver todavía calentito, las noticias de homicidios en Argentina transitan un trecho montadas en la lixiviación de los prejuicios y recalan –en orden decreciente a medida de que se van conociendo los hechos– en categorías como "inseguridad"-al tope, todos los homicidios son inseguridad-, luego en la sexualidad, el género, la edad, la clase social, la composición familiar, las prácticas sexuales, la vestimenta... y otros etcéteras de la moral judeo-cristiana. Aqui, el caso Ángeles Rawson empezó siendo el caso de inseguridad más aterrador; allá, el caso de Marc nunca fue percibido como inseguridad por los insultos que recibió antes de dispararle. Tampoco hablan de la portación de armas. La bronca que se expresa frente a un caso de inseguridad se esfuma junto con la indignación y el miedo y la audiencia entra en tensa atención y chisme cuando se trata de violencia doméstica o crimen de odio a la mujer, homofobia, transfobia, etcéteras, noticias no percibidas como inseguridad.

Algo pasa con los cadáveres... cadáveres en las calles, cadáveres sin lugar donde descansar, cadáveres sin privacidad, cadáveres, cadáveres sin libertad.

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