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Viernes, 16 de agosto de 2013

Malas compañeras

Emiliano Figueredo y JuanMa Cabrera interpretan en La leyenda de Lis Chi a un dúo de supervillanos glam: el Capitán Bortnik y su secuaz Gaga son las dos vedettes espaciales tan terroríficas como risibles de la obra infantil que dirige Maruja Bustamante, dividida en cinco capítulos, con romance gay incluido.

 Por Juan Tauil

En la obra infantil La leyenda de Lis Chi, escrita por Maruja Bustamante y Gael Policano Rossi, Lis Chi –el superhéroe– debe enfrentarse al malvado Capitán Bortnik y su mano derecha, la maléfica Gaga, dos maricas glam resentidas por la discriminación y el rechazo. Emiliano Figueredo y JuanMa Cabrera echaron mano del imaginario marica para componer estos personajes extremadamente queribles.

¿En quiénes se inspiraron para componer los personajes?

JuanMa Cabrera: Un mix de las divas de la TV: Moria, Susana, Carmen, La Chiqui, la Tota y la Porota, Gasalla y Perciavalle, Tortonese y Urdapilleta. Es difícil no caer en esos lugares (la dire igual estuvo ahí para que no nos cebemos), pero a nosotros nos divierte. Con Emi estamos pensando en hacer revista, pero no con espaldares de plumas, eso me deprime un poco, con espaldares de leds.

Emiliano Figueredo: Para darle vida me inspiré en Ricardo Fort, porque creo que mi personaje es una loca cheta que trata de hacerse la chonga y se le caen las plumas por todos lados. Amo la ciencia ficción, así que disfruto al máximo de actuar en esta obra. Nuestros personajes son como unas vedettes del espacio, somos como Carmen y Moria para chicos. Si fuese chico, moriría por ver esta obra y seguramente me sacaría del closet.

¿Qué tienen en común con ustedes esas dos locas villanas, personajes soñados de quienes amamos las historias fantásticas?

E. F.: Mi personaje es Lautaro Bortnik; el Capitán Bortnik es el líder o jefe de una banda integrada por él, su amiga Gaga y tres delincuentes de poca monta contratados en negro. Es un resentido porque no pudo ser superhéroe, así que disfruta al máximo de ser villano; creo que tenemos poco en común.

J. C.: En la historia, Bortnik es el dueño de un “bar diverso” y siempre pensé a Gaga como una especie de Drag-Diva de esas con las que te morís de risa tomando champagne en un VIP, tejiendo puterío y criticando todo. Esos personajes de la noche, que son “celebrities” de unas horas, detrás de todo ese brillo esconden soledad. Para mí, Gaga es un monstruo gigantesco, histérico, esquizofrénico y bipolar. Lo que más me interesó del personaje, además de lo divertido que es ser parte de los malos, es que Gaga se enamora, descubre el amor y eso inevitablemente abre una puerta a la luz, poniéndolo en una lucha interna entre el bien y el mal.

¿Podrían hacer una breve reseña de sus historias personales?

E. F.: Desde los cuatro años me preguntaban qué quería ser cuando fuese grande y yo decía: ¡actor! Empecé a estudiar teatro a los trece con Lito Cruz; después estuve en un grupo independiente (Morena Cantero Junior), dirigido por Iván Moschner. Creo que ahí aprendí lo de la autogestión y el compañerismo. Después fui parte de No Hay Peruanos, un grupo de humor junto a Pablo Mikozzi; ahí me vio José María Muscari y me convocó para actuar en Catch, donde conocí a Maruja y nos hicimos amigos. También soy uno de los chicos perdidos de Peter Pank, donde muestro mis dotes de performer y bailarín. Con Maruja hicimos Trabajo para lobos el año pasado, y en cuanto me contó de Lis Chi, quise estar. Cuando me dijo finalmente que iba a ser el Capitán Bortnik, me puse re contento.

J. C.: Siempre supe que lo mío era el arte, pero en el secundario cuando me preguntaban qué iba a estudiar, decía “administración de empresas”... ¡por vergüenza! En la entrega de diplomas de quinto año, una maestra de segundo grado me regaló un cuaderno donde yo había escrito que quería actuar y bailar; ahí me cayó un balde de agua fría y dije: “Macho, es ahora o nunca”. Arranqué danzas en el estudio de Reina Reech y al tiempo me ofrecieron una beca para comedia musical. Sentí que me faltaba la palabra, así que me anoté en la carrera de actuación y dirección en Andamio 90. Mi primer maestro grosso, que me voló la peluca, fue Claudio Tolchachir. Ingresé al EMAD, trabajé en la obra El año del leberwurst, entre otras.

¿Cómo reciben los chicos la obra, sobre todo la presencia marica y el romance gay?

E. F.: Los pibes que ven la obra la reciben súper bien. Yo creo que los chicos de ahora ya están de vuelta de todo, toman todo con naturalidad. Para ellos ser o no ser gay es lo mismo que ser rubio o morocho, gordo o flaco. No se hacen dramas por eso, y creo que los padres agradecen que la temática esté tocada con mucha ternura y naturalidad, sin rollos.

J. C.: Para mí, esta obra es la flor de loto del infantil, siento modernidad. No les hablamos a los chicos de las nubecitas y las rosas. Al niño del “touch screen” ya no le podés ocultar información, porque de hecho llegan más rápido a la verdad: lo que no le respondiste, lo busca en Google y chau. Al principio tenía miedo, más que de los chicos, del prejuicio de los padres: los chicos lo toman todo más naturalmente. Si no les gusta cuando llegaron a la casa, ya están en otra. Luego de la primera función, cuando me contaron que un nene dijo: “Gaga ama a Emilio”, con sorpresa y con ilusión me di cuenta de que la sexualidad trasciende los personajes, y eso me borró el miedo. Me sorprende mucho que los padres les digan a los chicos: “Dale, dale, sacate una foto con Gaga”, o se acerquen re copados y me digan: “Me hiciste matar de risa”.

Cuéntenme sobre sus infancias.

J. C.: Mi infancia la viví a pleno, jugaba mucho, ¡pero mucho! Soy el hermano menor (malcriado), jugaba a la mancha, al quemado, al poliladron, con las barbies de mi hermana, hacía muchas bromas por teléfono, veía Cris Morena, obvio, niño del ’90, volvía loco del Gran Rex de ver Chiquititas y montaba obras en mi casa. En la primaria me la pasaba llorando, pero a la vez todos me querían mucho, y si alguien me decía algo, saltaban todos a defenderme.

E. F.: De chico jugaba mucho solo; amaba los playmobils y los muñecos tipo He-Man. Obvio que ya era mariquita. ¡Nací así, con los taquitos puestos! En la escuela, alguna vez me dijeron maricón, obvio, pero nunca me hice mucho problema. ¿Los deportes? Puaj, nunca me gustaron. De niño me gustaban la escondida y de grande el cuarto oscuro, donde toqué las primeras pijas de mis compañeritos. Leía mucho mis libros de cabecera: Corazón de Edmundo de Amicis y toda la colección de “Elige tu propia aventura”. Miraba dibujitos como He-Man, She-Ra y Thundercats, que me volvían loco. También miraba La mujer biónica, hasta que un día le pregunté a mi mamá: “Si me tiro por el balcón, ¿no me pasa nada, como a Lindsay Wagner?”. Y no me la dejó ver más. También miraba La Mujer Maravilla y Los Angeles de Charlie, a full. El primer hombre del que me enamoré a los 5 años fue Superman (Cristopher Reeves).

¿Creen que cambian o modifican la realidad a través de su arte?

J. C.: Me gusta sentir que hay comunión, y que la energía se retroalimenta entre uno y el público. Quise dedicarme a esto porque siento que cuando entro en este ritual por unas horas me olvido de mí y de todo lo que eso implica, y si al espectador le pasa lo mismo... es imposible no salir modificado, ya sea para bien, porque te cagaste de risa, o porque un personaje fue un espejo y te mostró esa realidad que no querés ver; está bueno hacer pensar, indagar más allá de entretener, pero ya con esto último estoy hecho... que la catarsis sea mutua... nunca pensé en hacer algo para chicos, es divertido, me esfuerzo por encantarlos todo el tiempo. Me pongo a su altura y juego.

E. F.: Sería ideal vivir en un planeta sin países, en una anarquía ecológica artística y librepensante, libertaria, un súper planeta dominado por el amor, la libertad, el arte y el cooperativismo. Yo creo que el arte cambia todo a su alrededor: el arte cambió mi vida y desde acá milito. Si no hiciese arte, no podría vivir.

¿Cómo ven al país y al mundo?

E. F.: Ya lo dije: para mí, el mundo ideal sería vivir en un superplaneta dominado por el amor y la libertad.

J. C.: Tengo fe y entiendo que hay un de-sequilibrio mundial. Como ciudadano, me gusta pensar que del caos surgirá un nuevo orden, nuevos ciclos; creo en la unión, soy romántico. Tenemos que amarnos más.

Sábados y domingos a las 17, Complejo Cultural 25 de Mayo, Triunvirato 4444.

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Imagen: Romina Richi
 
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